Calienta mi Corazón

Capítulo Quince

Santiago de Chile

 

            Un sol radiante, mucho frío y nieve por doquier es lo que encuentro al llegar a Chile. La emoción me invade. Estar aquí le da un sentido de realidad a todo; mi regreso al deporte ya es inminente.

            Cierto, aún faltan poco más de dos meses para el inicio oficial de la temporada, allá para finales de octubre, pero, para los esquiadores, la temporada comienza ahora, con el entrenamiento de verano. En Portillo estaremos las delegaciones más importantes del mundo, como lo son las de Austria, Alemania, Noruega y los Estados Unidos, por supuesto, y nuestra meta es pulir destrezas, mejorar nuestros tiempos y afinar detalles respecto a los equipos y habilidades de esquí.

            Camino por el aeropuerto de Santiago junto a A.J. (aquí, una vez se haga el anuncio oficial de su regreso, Alex vuelve a ser el Chico Malo del Esquí en todo su esplendor), quien va tecleando a la velocidad de una bala en su móvil. Busco a mi entrenador que, junto al suyo, pasarían a recogernos para trasladarnos al hotel donde nos hospedaremos durante el siguiente mes.

            No vamos de la mano. No es el momento para ello, de hecho. Hemos llegado a un acuerdo mutuo de no mostrar expresiones de afecto en público luego de hablarlo el día antes de emprender el viaje que nos trajo al Hemisferio Sur. El acuerdo tiene como fin mantener nuestra relación, si se puede llamar así a lo que tenemos, al margen de la prensa. Tanto él como yo tenemos objetivos claros: nuestras ejecutorias en las nieves deben ser las únicas que acaparen los titulares deportivos. Nada más está permitido.

            Yo nunca he sido partidaria de airear mi vida personal/amorosa en los medios de comunicación. Soy una persona muy reservada y valoro mi intimidad. Aún siendo miembro de una familia que aparece frecuentemente en los periódicos, revistas y sitios de internet, procuro pasar por debajo del radar. Y, del mismo modo, he establecido en mis relaciones esa norma, la cual mis anteriores parejas han aceptado y seguido... Hasta que Damon permitió que Kelly me difamara públicamente.

            Con A.J., no pienso cambiar mi forma de actuar.

            Para mi asombro, él no tuvo objeción alguna cuando le planteé el asunto. ¿Cansado del circo mediático en el que estaba inmerso antes de su retiro? Puede ser. Sea lo que sea, A.J. ha decidido cambiar algunos aspectos de su imagen pública. Por lo menos, es lo que aparentan su actitud y la vida que se ha creado durante los cuatro años que ha estado fuera del deporte competitivo.

            Aprovecho este momento para relatar lo ocurrido durante los pasados doce días, los cuales han sido todo un descubrimiento para mí. Alex ha superado mis expectativas, si se le puede llamar de ese modo, comenzando con la mañana siguiente de nuestra primera noche juntos.

            Siempre he temido a la famosa mañana siguiente. Sólo la he experimentado dos veces en el pasado. La primera fue con Benny, cuando estuvimos juntos, y fue espléndida, sentó las bases de nuestra unión. La segunda fue un auténtico desastre. Tan es así, que me quitó las ganas de repetir (para estar en récord, sólo he tenido tres novios y han sido relaciones largas). De más está decir que acabó la relación, o mejor dicho, la fase de conocernos pues ni siquiera pude llamarlo “novio” como Dios manda, unas semanas después. Incluso con Damon, el único hombre con el que he convivido, la primera vez que lo hicimos no pasé la noche en su cama.

            Con Alex, ha sido como si lleváramos durmiendo juntos toda una vida. Me encontré sola en la cama cuando el olor a tostadas francesas me despertó, inundando mi cerebro a través de mis fosas nasales, sorprendida de que el olor llegara a la habitación debido a que la casa es inmensa. Me fui al baño que Alex me mostró cuando llegamos a su habitación, luego de una antesala sensual en el recibidor de su casa, me di una ducha rápida, me vestí con uno de mis conjuntos de dormir, me lavé los dientes y seguí el olor mientras me recogía el cabello en un moño alto. Él estaba frente a la estufa al momento que entré en la cocina, preparando el desayuno. Lo mejor era la vista; no llevaba camiseta puesta, sólo un chándal que amenazaba con deslizarse de sus caderas en cualquier momento. Apetecible por demás.

            —Buenos días, dormilona —me saludó al darse cuenta de mi presencia esa mañana. Se rió al verme—. Tienes una fijación con el rock. ¿Una camiseta de Bon Jovi?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.