Calienta mi Corazón

Capítulo Dieciocho

            A media tarde, ya estamos de regreso al hotel, donde nos ducharemos y nos cambiaremos de ropa para volver al gimnasio a trabajar la parte tecnológica de nuestro entrenamiento. Allí, nos encontramos con la grata noticia de la llegada a Portillo de Julianne.

            —Vaya bienvenida me han dado —dice ella luego de liberarse de nuestros besos y abrazos—. ¿No me digan que me echaban de menos?

            Nos reímos todas por su gesto dramático. Es que Julianne es una chica con demasiada personalidad, el alma de las fiestas. Su energía es contagiosa, y le aporta diversión al grupo. Aunque me parece a veces que oculta a la verdadera Julianne bajo esas capas de despreocupación y alegría. Claro, cuando hay que trabajar, ella se lo toma muy en serio. Cierto, el esquí es un deporte individual, pero todas trabajamos para el equipo. Nos ayudamos las unas a las otras. Somos una familia.

            —¡Qué alegría tenerte aquí, Jules! —exclamo con genuino afecto. Ambas entramos en el circuito profesional el mismo año y, desde entonces, nuestra amistad se cimentó en esa primera temporada como novatas.

            —Lo mismo digo, Merry —Julianne me mira con gesto malicioso—. Ya era hora que dejaras de holgazanear y regresaras a meter caña.

            —Y bien que he regresado, así que cuídate.

            Julianne se pone en posición de combate y yo la imito. Bromeando, lanzamos golpes y patadas al aire, como si fuéramos Rhonda Rousey y Holly Hunt en un combate de artes marciales mixtas. Lanzo un fingido movimiento con mi brazo derecho hacia su mandíbula, sin tocarla, y Jules hace como si cayera al suelo tras yo “noquearla”. Nos reímos y nos abrazamos.

            —Te hemos echado de menos, cariño.

            —Yo también —la secundo.

            Aunque todas las chicas me apoyaron durante mi recuperación tras la caída, Julianne fue crucial para mí. Siempre tenía un comentario acertado, y sus mensajes de Whatsapp me arrancaban una carcajada cuando más la necesitaba; mientras ella estaba en el circuito y yo me sentía triste por no estar allá, Jules fue como un bálsamo. Ella mejor que nadie entiende lo importante que es el deporte para mí.

            El entrenador en jefe del equipo se acerca a nosotras, llamándonos la atención por la algarabía que provocamos, aunque yo vi la mirada cómplice y satisfecha que le lanzó a nuestros entrenadores. ¿A quién no le gusta tener un equipo bien llevado? Todas nos dirigimos a nuestras habitaciones cuando siento que Julianne me agarra del brazo y me aparta de las demás.

            —Oye —su rostro denota cierta preocupación—. ¿Cómo lo llevas?

            —¿A qué te refieres?

            —Soy yo, Merry. No tienes que fingir conmigo. Sabes que hablo del compromiso de la perra con tu ex.

            Suspiro. Aparentemente, Julianne cree que sigo enganchada a Damon. Y ahora que lo pienso... ¿lo estuve alguna vez? Sí, amé a Damon, de eso no hay duda. Dicho eso, mi falta de emociones hacia el compromiso de Damon y Kelly me da mucho qué pensar.

            —Bien.

            —¿Bien? —Julianne se sorprende con mi respuesta—. ¿Así, sin más?

            —¿Qué esperas que diga? ¿Que me estoy haciendo la fuerte y que la procesión la llevo dentro? No, Jules —la firmeza en mis palabras la deja atónita. Y, ya puestos, me deja igual a mí—. Les he dicho a Kelly y a Damon adiós, goodbye, au revoir, arrivederci, sayonara, auf wiedersehen, annyeonghi, do svidaniya. Lo que hagan en adelante, me tiene sin cuidado.

            Siempre y cuando no me involucren a mí en sus líos, por supuesto.

            Julianne me mira, escéptica.




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