Calienta mi Corazón

Capítulo Veinte

            La siguiente vez que despierto, estoy en una comodísima cama de matrimonio, arropada con un mullido edredón. Ronroneo de felicidad al recordar las pasadas veinticuatro horas.

            Tal y como le había dicho a Matt, A.J. me dejó descansar a gusto. Lo primero que hizo después de cerrar la puerta de la habitación, fue llevarme al cuarto de baño, donde me esperaba una bañera con burbujas para relajar la tensión acumulada en mis músculos gracias al trabajo del día y el incidente en la pista. Es costumbre que, después de los entrenamientos y antes, durante y después de competencias, tengamos masajes para liberar toxinas y prevenir lesiones. Pero que el hombre que tiene todas tus hormonas descontroladas te dé masajes en cada centímetro de tu cuerpo en una bañera con burbujas y sales aromáticas es lo mejor que te puede ocurrir. Si a eso le añades que con sus caricias me hizo llegar al clímax, dejándome fuera de combate... ¿Qué más puede pedir una mujer después de eso?

            Luego del baño, y sin él obtener su liberación, me depositó en la cama totalmente satisfecha y mis ojos no pudieron luchar más. Dormí todo lo que quise, aunque diez horas después de tocar la almohada sentí al doctor revisándome con su linterna portátil y lo escuché hablar con A.J., lo que me despertó. Una vez el doctor y Matt se fueron, hablamos aproximadamente por media hora y me volví a dormir.

            En ningún momento, él me despertó pidiendo sexo. Simplemente, se conformó con abrazarme y acariciar mi cabello, mis brazos y mi espalda. Su erección, grande y poderosa, se me clavaba en la cadera o en el trasero, dependiendo de la posición. Aún así, fiel a su promesa, me dejó dormir.

            Su delicadeza y lo atento y considerado que ha sido conmigo me ha emocionado, una vez más. Los gestos cariñosos que me dedica me llegan al alma. No puedo evitar preocuparme, no obstante, porque a cada milésima de segundo que paso con él me enamoro más, y eso me hace sentir indefensa. ¿Y si, como con las demás mujeres que han pasado por su cama, se cansa de mí y decide terminar con lo nuestro?

            Ya me ocuparé de levantar las barreras de nuevo. Por ahora, me deleitaré con la aventura romántica/sexual más fabulosa de mi vida. Me humedezco los labios con la lengua, lo cual A.J. nota enseguida, a juzgar por lo que dice a continuación:

            —Si no fuera porque el doctor está por llegar, te desnudaría y te haría el amor hasta el año que viene. Esa lengua y tus ronroneos me están volviendo loco.

            Abro los ojos y veo a A.J. al pie de la cama con sus ojos encendidos de deseo, y el bulto bajo el chándal que tanto me gusta, evidencias de que habla en serio. Miro hacia donde se detiene su mirada, en mis pechos cubiertos con una de mis famosas camisetas. Esta vez, una enorme lengua predomina la prenda.

            —Creí que hablabas de mi lengua —respondo, aparentando decepción y chasqueando el órgano en cuestión para maximizar el efecto.

            —Oh, esa también me vuelve loco, no lo dudes —se inclina hasta quedar a escasos centímetros de mi boca, rozando nuestras narices. Luego, saca su lengua y acaricia mis labios con ella, torturándome en el proceso—. Tu boca es lo más fascinante de tí. Cada uno de tus comentarios inteligentes y desvergonzados me excitan como no tienes idea.

            La descarada que llevo dentro estira su brazo derecho y agarra la cintura de su chándal. Como lo imaginaba, no lleva calzoncillos, así que saco su miembro para alabarlo con mi mano. Se me hace difícil abarcarlo con una sola debido a la posición en la que estamos, así que utilizo ambas manos para excitarlo más.

            —Ya veo lo mucho que te excitan mis comentarios inteligentes y desvergonzados.

            El depredador sale de su celda y se abalanza sobre mí, besándome con loca y ardiente pasión. Comienzo a gemir contra su boca, mientras mi entrepierna se alista para recibirlo dentro a toda velocidad...

            En ese momento, llaman a la puerta. Me hubiese reído del gruñido molesto de A.J. de no ser porque el mío salió más masculino y furioso que el suyo.




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