Calienta mi Corazón

Capítulo Veintidós

            El corazón me salta cuando él trae a colación lo de Italia y mi pesadilla. ¿Cómo puede comparar lo que le ha ocurrido a él con mi caída hace diecinueve meses?

            —No es lo mismo, Alex —me presto a negar, alejándome para hablarle—. Yo fui negligente y egoísta ese día. Quería ganar esa carrera. Era una actividad benéfica, pero no me importó porque Max estaba allí.

            —Imagínate en Italia, sin tu padre presente. ¿Qué hubieras hecho?

            La pregunta me desconcierta porque nunca había pensado en ello. ¿Hubiera utilizado los esquís defectuosos? ¿Le hubiera advertido a Matt acerca de ello? ¿Todas las anteriores? ¿Ninguna de las anteriores?

            —No lo sé —respondo con sinceridad.

            —No hay nada seguro en esta vida, Mer. Podías haber tomado todas las precauciones necesarias y caer de todos modos. No podemos luchar contra los elementos; la naturaleza es impredecible. Eso lo aprendí en Kitzbühel.

            «Fui extremadamente cauteloso en mi preparación, aún así, me caí en la pista más peligrosa del planeta. Ni siquiera puedo adjudicarlo a la falta de concentración porque, cuando yo entro a una pista, todos mis sentidos están enfocados en lo que estoy haciendo, mi mente incluída. Por fortuna, solo me dejó unas cicatrices. Por años, pensé que le había fallado a Katie, pero no era así. Fue algo que, a menos que no hubiese participado en la carrera, iba a suceder, lo quisiera o no.

            Bueno, en eso tiene razón. Ser precavido no garantiza que no corra peligro al esquiar. El esquí alpino es un deporte de alto riesgo. Incluso, hombres y mujeres han muerto, ya sea por caídas o por falta de oxígeno al quedar enterrados en la nieve...

            Inesperadamente, siento la mano de Alex, porque ya he dejado de verlo como A.J., tocar las pequeñas cicatrices que hay en mi costado derecho hasta la parte alta de mi muslo. Me aparto, instintivamente. Siempre que hemos tenido sexo, él ha respetado esa área de mi cuerpo y nunca me ha tocado. Sentir su mano allí me hace recordar lo ocurrido, y nunca he querido llevar mi momento de desgracia a la cama. Que él me esté tocando ahora significa que este acto va más allá del sexo. Por lo menos, así lo percibo yo.

            —Estas cicatrices —me gira hacia el espejo—, además del milagro de vida que representan, son la prueba de tu valor, de tu coraje. Son el reflejo de tu lucha. Muchos pensaron que no volverías a esquiar. Sin embargo, aquí estás, demostrándole al mundo que tú no estás derrotada. Volverás a ser la mejor del mundo.

            —¿De...de verdad piensas eso? —pregunto, y no hablo de su predicción deportiva.

            —Por supuesto —comienza a pasar un dedo delicadamente por cada una de ellas, como si las estuviera contando—. Estas cicatrices te hacen más hermosa a mis ojos, porque demuestran que tienes un alma guerrera y no te rindes.

            Dichas estas palabras que tocaron una parte de mi alma que no sabía que existía, Alex se arrodilla ante mí y comienza a besar cada marca. Su ternura al acariciar con sus labios toda el área cala hondo en mi corazón, que ya rebosa de amor por él. Y logro ver por fin las cicatrices como él las ve, el recuerdo de mi lucha por volver a ser la Maryanne de antes de Italia.

            Sólo que ya no soy aquella Maryanne. Ella murió ese día. Y la de ahora lucha por salir de la cárcel en la que se encuentra metida. Pero, ¿cómo hacerlo si yo misma pongo obstáculos en el camino hacia la salida?

            Es hora de salir de mi infierno personal.

            Mientras él sigue con sus labios su camino por mis cicatrices, mi mente se transporta a Italia, hasta aquel fatídico día. Entonces, al igual que ahora con las marcas de mi cuerpo, veo lo sucedido de un modo distinto. Comienzo a recordar ciertos detalles que había apartado de mi mente sin darme cuenta. Como, por ejemplo, que la competencia estuvo a punto de ser cancelada por segundo día consecutivo y, si bien yo fui la única que sufrió la peor parte de las inclemencias del tiempo, hubo otras siete mujeres que quedaron descalificadas por no terminar la carrera ya que cayeron igual que yo. Hubo neblina por la mañana, afectando la visión en la pista. Además, la condición de la nieve tampoco era buena. En el mismo lugar que caímos todas, la nieve era escasa. El agua inyectada en aquella área en específico empeoró las cosas. ¿Por qué, entonces, sigo culpando a Max y a mí misma por eso?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.