Cambio de Rol

¿Esta soy yo?

La mujer despertó por el rayo del sol que entraba por la ventana, y al levantarse, se acercó a ella para admirar la vista del exterior. Descuidadamente, volvió su mirada hacia el espejo que estaba justo a su lado y vio a una joven de cuerpo pequeño y delicado, grandes ojos verdes, cabello castaño lizo, nariz pequeña, labios rosáceos finos y una tez clara. Coloco su mano en el frío espejo quitando la idea de su mente de que era un sueño. 

—¿Esta se supone que soy yo? 

Luciana se quedó quieta frente al espejo, observando su nueva apariencia. Aunque era completamente desconocida para ella, algo en esa imagen le resultó extrañamente familiar. Trató de recordar dónde podría haberla reconocido a esa persona, pero su mente estaba en blanco.  Entonces, de repente, recordó donde había visto la descripción de esa apariencia en una novela romántica. 

La mujer que tenía delante era un personaje extra de esa novela. 

—Soy Dianela Winston ¿Verdad? 

Luciana se sintió confundida por la situación. ¿Cómo había llegado a tomar la apariencia de un personaje de una novela que había leído? 

La mujer volvió a mirar a su nueva apariencia, que era muy diferente a su apariencia original. No podía equivocarse con respecto a la apariencia que tenía delante suyo. 

Ella era un personaje extra que tuvo una pequeña historia en “El jardín de las rosas”, una novela romántica popular a nivel mundial, pero con una trama absurda que había terminado de leer por recomendación. 

Miró a su alrededor. Pudo ver que la habitación tenía un diseño moderno y llena de objetos caros, pero algo descuidada. La acumulación de polvo en los rincones de la ventana y en las esquinas de la habitación saltaba a la vista. 

La mujer se quedó mirando fijamente la imagen de Dianela en el espejo, tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir. Pero a medida que la imagen se iba haciendo más clara, también iba recordando la vida del personaje de Dianela. 

Un personaje que no era ni la villana ni alguien cercano a la protagonista. 

Dianela solo había sido una joven brillante e inteligente desde temprana edad que había avanzado rápidamente en sus estudios y había demostrado una capacidad excepcional para liderar y tomar decisiones importantes. 

Pero su familia, una familia de políticos, no podía ver más allá de su género. 

No importaba cuánto se esforzará Dianela por hacerlos sentir orgullosos, siempre había un aire de decepción en sus miradas. 

La situación empeoró cuando la familia cayó en una crisis financiera. Dianela se dedicó a buscar soluciones para ayudar, pero todo parecía ser en vano. Hasta que un día llegó a sus oídos que un hombre rico y poderoso estaba dispuesto a ofrecer su ayuda a cambio de un matrimonio político. 

Dianela sabía que esta era su oportunidad para salvar a su familia. Y aunque su corazón latía con fuerza de dolor y miedo, pensó dar el gran paso adelante. 

Abandonó todo lo que conocía, todos sus estudios y su vida anterior, para casarse con Adrián. 

Pero lo que Dianela no sabía era que este matrimonio era solo una trampa. Adrián la abandonó en una mansión alejada de la ciudad, con unos sirvientes que la maltrataban física y psicológicamente. 

Y cuando finalmente Dianela ya estaba rota y herida, no pudo escapar de su trágico destino a manos del protagonista principal, Daniel. 

El único que había sobrevivido en el matrimonio era solo su esposo que había quedado viudo, Adrián. 

La situación de la Dianela original reflejaba mucha debilidad. Luciana no podía entender cómo pudo permitir que su familia la haya manipulado, y mucho menos que abandonara todo para casarse con un hombre desconocido, aunque sea para salvar a su familia de una crisis financiera. 

Y sobre todo haberse dejado ser maltratada por los sirvientes de la mansión a pesar de tener un estatus mayor a ellos. En lugar de ponerlos a su sitio, pero hizo todo lo contrario. 

Dianela se rindió y ayudó a que su vida se desvaneciera lentamente, perdiendo su felicidad y libertad. 

Sin embargo, Aunque la mujer no podía entender la situación de Dianela, aún podía sentir pena por el destino que le había tocado vivir.  Era evidente que Dianela había sufrido mucho en su vida y que había pagado un alto precio por su error de juicio. 

Pero, Luciana no tenía el mismo juicio que Dianela. 

No cometería el mismo error que ella. 

—Así que ya no seré Luciana, de nuevo— Se dijo a sí misma. 

La puerta del cuarto de Luciana se abre repentinamente y una sirviente entra en la habitación, sosteniendo una bandeja de comida. 

—Le traje su desayuno. 

La actitud de la mucama era claramente desagradable, y su rostro estaba marcado por una expresión de desagrado hacia Dianela.  Cuando Dianela ve a la mucama, inmediatamente la reconoce como la misma mujer que se encargaba de atormentar y humillar a Dianela en la novela.  Y esta sirvienta no era cualquiera, era una de las manos derechas de Adrián, y era la única mucama en la mansión, Laura. 

Pero esa historia no tenía nada que ver con ella, por lo que decidió ignorarla. 

La mucama avanza hacia la cama de Luciana con la bandeja en la mano, sus movimientos son bruscos y poco cuidadosos, como si la tarea de llevar la comida fuera una molestia para ella. 

—Listo, termínelo antes de diez minutos si no me lo llevare y ya no tendrá nada que comer. 

Dianela finge obediencia ante las palabras amenazantes de la mucama.  Observa con atención cada detalle de la bandeja del desayuno. 

Toma una cuchara de la sopa y la mastica lentamente, mientras que la mucama la mira sonriente. De repente, Dianela nota un sabor extraño en su boca y, al examinar su taza de café, antes de tomárselo, ve algo flotando en el líquido oscuro.  

Dianela mira a la mucama, y se da cuenta de que alguien había escupido en su bebida. 

La expresión de mucama al ver que Dianela se había dado cuenta de lo que hizo, es triunfante, como si hubiera logrado su objetivo de humillar a la joven. Sin embargo, Dianela se levanta de la cama con determinación y agarra la bandeja con firmeza.  

Mira a la mucama directamente a los ojos, con una sonrisa, y lanza la bandeja a la cara de la mucama con fuerza, haciendo que la comida y la vajilla se esparzan por toda la habitación. 

La mucama se queda atónita, sin saber cómo reaccionar ante el acto de rebeldía de la joven. Luego, con una expresión de furia en su rostro, levanta su mano para golpearle en la cara a Dianela, pero esta última no se deja intimidar. 

—¿Qué crees que haces? —Dijo furiosa la mucama. 

Dianela sintió un fuerte impulso de defenderse ante la amenaza que percibía en la actitud violenta de la mucama. Con rapidez y agilidad, agarró la mano en el aire y sin pensarlo la tomo por los hombros y le golpeo con su rodilla en el estómago. 

La mucama, cayó al suelo, grito de dolor y sorpresa. Tumbada en el suelo, atónita y con una mirada llena de odio y asombro, mientras observa a Dianela con incredulidad.  Nunca antes había visto a Dianela reaccionar de esa manera, siempre había sido sumisa y callada ante sus maltratos. 

Pero en ese momento, la actitud de Dianela había cambiado por completo. La mucama se siente intimidada y temerosa de lo que Dianela pueda hacer a continuación, ya que ahora sabe que no es la misma persona que solía ser. 

La mucama la mira con una mezcla de miedo y sorpresa ante las inesperadas palabras de Dianela. 

Daniela sonrió con satisfacción y miró a la mucama con determinación. 

—Veo que has olvidado tu posición en este lugar, pero no te preocupes. Yo te voy a enseñar como tu maestra que soy y te voy a decir los errores que has cometido hasta ahora. 

La mucama la miró con una mezcla de miedo y sorpresa ante las inesperadas palabras de Dianela. 

—Primer error, no tocar la puerta antes de entrar— Dijo Dianela con firmeza. 

—Siempre he entrado de la misma manera” — respondió la mucama, tratando de justificarse. 

—Grave error que te he permitido hasta ahora. Pero, sigamos. Segundo error, no preguntar dónde voy a desayunar— continuó Dianela. 

—Usted siempre desayuna aquí— replico la mucama. 

—¿Ahora eres adivina? — preguntó Dianela, frunciendo el ceño. —Sigamos. Tercer error, nunca alzar tu mano ni tu voz contra tu maestro. 

La mucama se quedó con silencio, pero estaba empezando a enojarse y Dianela se dio cuenta. 

—Y cuarto y último error, no llamarme por mi título de “Señora”.  Después de todo soy la ESPOSA DE TU MAESTRO— Concluyó resaltando las últimas palabras, mirando fijamente a la mucama. 

La mucama apretó su puño con furia mientras que en su mente se repitió la frase: “Yo la hice así” 

Era verdad, ella había tenido un papel importante en la transformación de Dianela en una mujer sumisa y temerosa. Durante años, había atormentado y humillado a la esposa de su amado maestro, convirtiéndola en su mascota obediente. 

Pero ¿por qué lo hizo? Recordó aquel día en que Adrián anunció su matrimonio con Dianela. Había sido un gran golpe para ella, que había estado enamorada en secreto de él durante tanto tiempo. Y luego, el hecho de que él nunca regresará a la mansión después de dejar a su esposa… era culpa de Dianela. 

La mucama sintió una mezcla de celos y resentimiento hacia la joven esposa. Así que, para vengarse de ella, hizo de su vida un infierno. 

Pero ahora, mientras miraba a Dianela sumisa y temerosa, la mucama se dio cuenta de que algo había cambiado en ella. Ya no era la misma, pero no quería creerlo. 

“Yo la hice así”, pensó de nuevo la mucama. 

El último hilo de cordura que tenía la mucama se rompió.  Se levantó del suelo con brusquedad, olvidando su dolor en su estómago, lanzando una mirada llena de furia hacia Dianela.  Levanto su mano para golpearla mientras que su voz se alzó en un grito que apareció salir de lo mas profundo de su ser: 

—¡Eres solos una…! 

Pero no llegó a terminar la frase ni la pudo golpear, ya que Dianela la detuvo en el momento del ataque y la recibió con tres bofetadas en la cara. 

La última bofetada fue tan fuerte que la mucama nuevamente cayó al suelo, pero esta vez ya había entendido. 

—Atrévete a terminar la frase y veras que terminaras muerta. 

“Yo no soy esa Dianela”, pensó Dianela. 

La mucama mantuvo silencio, mientras que Dianela la miraba fijamente para ver si decía o hacía algo, pero nada. 

—Ahora, que ya entendiste bien. Ve y reúne a todos los sirvientes de esta mansión en la sala en dos horas. 

La mucama asintió, todavía temblando de ira, pero sin decir nada más. Bajo la mirada y se alejó de la habitación en silencio, sintiéndose derrotada y humillada. 

Dianela, por su parte, permaneció en su lugar con una sonrisa satisfecha en los labios. 

Dianela se acercó lentamente al espejo, observando detenidamente las marcas de golpes que había dejado como consecuencia de haber dado una lección a una mucama. 

—Este cuerpo es muy débil. 

Colocó su mano en el espejo. 

“No soy esa Dianela”, se volvió a repetir a sí misma. 

No formaría parte de este escenario de protagonistas tontos ni permitiría ser controlada para morir por otras personas. 

Con un respiro profundo, Dianela se alejó del espejo y se dirigió a su cama. Se recostó en ella, sintiendo la suavidad de las sábanas bajo su cuerpo adolorido.  Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de dormir. 

“¿Verdad?" 

 

 

 




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