Cambio de Rol

La salida

—¡Felicidades a los graduados! 

Se escucho aplausos por todos lados y ella empezó a mirar a todos lados buscando que es lo que está sucediendo.  Se mira de los pies hasta su cuello, era hasta donde llegaba su vista, y vio que su cabello era negro como era originalmente.  

Otra vez era Luciana. 

Luciana se dio cuenta que vestía una túnica azul que daba entender que ella era la que se estaba graduando.   De repente, una mujer de cabello castaño claro apareció frente a ella, sonriendo mientras le sostenía un hermoso ramo de girasoles. 

Luciana no recordaba donde exactamente había visto a la mujer de cabello castaño. 

—Felicidades —Dijo la mujer mientras le entregaba las flores a Luciana. 

—Gracias —Respondió Luciana, sorprendida, tomando el ramo. 

Luego la mujer comenzó a acariciar suavemente la cabeza de Luciana, lo que la hizo sentir un poco extraña, pero a la vez reconfortada. 

—¿No vas a decir nada más por tu graduación? 

—No —Contestó Luciana mirando fijamente los girasoles. 

—¿Sabes lo que significa los girasoles en el lenguaje de las flores? —Preguntó la mujer. Luciana no respondió, pero la mujer siguió hablando con una sonrisa en su rostro —Iluminación.  Significa que por más que estés en la oscuridad, nunca dejarás de brillar. 

Luciana sintió cierta calidez por las palabras de la mujer, pero no sabía quién era exactamente. 

—¿Quién… 

Antes de que termine de preguntar, escucha de fondo un sonido que la trae de vuelta a la realidad y la hace despertar del sueño. 

Luciana se incorpora en su cama, con lágrimas en los ojos. Se pasa la mano por los ojos y nota que de verdad está llorando. 

—¿Por qué estoy llorando? 

Se sienta en la cama por un momento, mirando hacia la nada, pensando en comprender lo que acababa de pasar en su sueño.  Sentía un nudo en la garganta y se da cuenta que nuevamente salen lágrimas.  Finalmente, se levanta y va hacia el baño para lavarse la cara. Se seca el rostro y se mira en el espejo, dejando ver que sus ojos estaban un poco rosados. 

—¿Quién es esa mujer? 

Dianela deja a un lado sus preguntas ya que no lo encontraba relevante en su vida así se acercó a la ventana.  Cuando lo quiso abrir, vio que un pajarito negro estaba picoteando la ventana y ese era el sonido que la levanto. 

Abrió la ventana y el pajarito se fue volando de allí, dejando que Dianela se refrescara con el cálido viento mañanero. 

—Que refrescante —Dijo tratando de olvidar el sueño. 

Mientras que Dianela contempla el paisaje que se despliega frente a ella: el sol empieza a despuntar y los pájaros revolotean por los árboles cercanos.  Su mente empieza a calcular el tiempo que ha pasado desde que se levantó, y por un momento, piensa que son las siete.   Sin embargo, algo no cuadra, pues la luz del sol le parece demasiado cálida para ser temprano. 

Decidida a corroborar la hora, se dirige a su móvil que estaba malogrado para al menos ver la hora, pero la pantalla no mostraba nada.  La pantalla estaba completamente negra a comparación como la dejó la última vez. 

Observa con detenimiento la pantalla agrietada y se pegunta si será posible repararla. Se pregunta qué habrá en el celular que valga la pena arreglarlo. 

—¿Qué habrá? Tal vez encuentre algunas fotos o contactos, aunque que contactos tendrá Dianela si ella básicamente se mantuvo encerrada en la mansión —Susurró. 

Luego recuerda que el celular le había dejado un moretón en el pie. Revisa su pie y se da cuenta que ya no había rastro de algún moretón.  Esta era la segunda vez que veía que sus moretones se iban rápidamente. 

—¿Tendré alguna habilidad? Que tontería. 

Dianela se dirigió a su armario y lo abrió.  Allí encontró solo dos vestidos floreados y un par de zapatos.  Después de unos minutos de indecisión, se coloco el vestido floreado azul. Se puso y se miro en el espejo, pero su rostro reflejaba claramente su insatisfacción. Aunque el estampado era bonito y los colores vibrantes, el diseño era demasiado infantil para su gusto. El vestido lo combino con los zapatos negros que tenía.  Entonces, decidió ir de compras urgente. 

—Pero antes a ir por el desayuno. 

Dianela salió de su habitación con dirección a la sala pensando que encontraría a Asher, pero no lo encontró. Decidió revisar la cocina, pero su búsqueda fue en vano. 

Luego, fue a la zona de los dormitorios de los empleados, que era una zona muy grande. Comenzó a buscar en cada habitación del cuarto de los empleados, abriendo cada puerta. 

Fue entonces cuando escuchó un leve sonido en el último cuarto, que estaba entreabierta. Se acercó y empujo la puerta.  Al principio no pudo distinguir nada en la oscuridad, pero después sus ojos se acostumbraron y vio a Asher acurrucado en una cama, durmiendo profundamente. 

—Se supone que un sirviente ya debería estar despierto a esta hora. —Con un suspiro resignado, se acercó a la cama y lo sacude fuertemente que despierta a Asher. 

—¿Qué pasó? —Dijo sorprendido Asher mirando a todos lados hasta que vio a Dianela — ¿Señora, que hace aquí? 

Asher se sentó en la cama frotándose los ojos. 

—Ya es hora de levantarse. 

—Pero… ¿Qué hora es? —Dijo Asher revisando su móvil y verificando que aún eran las siete y quince —Señora, aún son las siete y quince, y la hora de empezar es a las ocho.  Así todavía tengo cuarenta y cinco minutos más. 

Asher se volvió a cubrir con su sábana y se acomodó para volver a dormir. Pero Dianela volvió agarrar la sábana y lo levantó, dejándole sin sábana a Asher. 

—Quiero que prepares el desayuno. 

—Pero… 

—Te daré un bonus. 

—Ya voy. 

*** 

Adrián luce muy elegante con un traje oscuro y una corbata a juego, mientras camina hacia su oficina con confianza y determinación. Su rostro serio y profesional refleja la importancia de su trabajo y su cargo en la empresa.  Al pasar por la recepción, su secretaria y asistente lo saludan con una sonrisa y un saludo cordial: 

—Buenos días, señor. 

—Buenos días, sigan con ese buen trabajo —Contestó Adrián con una ligera sonrisa y continúa caminando hacia su oficina. 

Una vez estando en su oficina, Adrián siente que su bolsillo de su pantalón estaba vibrando. 

Adrián toma el teléfono que suena en su bolsillo y mira la pantalla para ver quién lo llama.  Reconoce el número y el nombre que aparece en la pantalla, lo que hace ponerse serio al contestar. 

—Hola, Adrián —Se escuchó al otro lado de la línea. 

—Daniel. 

—¿Por qué tan serio? ¿Te has peleado con tu esposa? —En el otro lado de la línea se escuchó una risa. —Perdón, quise decir “pequeña amante” 

—¿Para qué me llamas? —Preguntó Adrián frotándose la frente con los dedos por el estrés que le provocaba hablar con ese sujeto. 

—Está bien, está bien.  Dejémoslo para más tarde.  Hace tiempo que no nos reunimos así que hay que reunirnos más tarde para hablar, te mandare la ubicación y la hora. 

—Está bien. 

Una vez que termina la llamada, Adrián se levanta de su silla y camina hacia la ventana de su oficina, donde se quedan en silencio unos momentos mirando hacia afuera mientras piensa en lo que acaba de escuchar. 

Enseguida un mensaje llega a su celular, y Adrián lo abre para ver que estaba la dirección y la hora: “Cafetería Vivares, 5 pm.  No llegues tarde” 

Adrián apaga su teléfono y lo guarda nuevamente en su pantalón, y saca una cajetilla de cigarros para fumar. 

*** 

Asher entra al comedor con los platos en sus manos, su rostro sereno y tranquilo. El aroma del café recién hecho llena la habitación, mezclándose con el olor de los huevos revueltos y el pan recién tostado. Dianela está sentada en la mesa, con una taza de café en su mano, observando con atención como Asher va colocando los platos en orden sobre la mesa. 

—También trae platos para que comas aquí. 

—Así, esta…  bien —Contestó sorprendido Asher. 

Asher toma la jarra de jugo de naranja recién exprimido y la coloca frente a Dianela, quien se sirve una porción. Mientras tanto, Asher termina de colocar los platos de la comida, asegurándose de que todo esté en su lugar perfectamente. 

—Espero que lo disfrute, señora —Asher tomo asiento y sirviéndose. 

—Gracias. Esta vez lo has preparado muy rápido. 

Dianela acomodó su plato y cogió el tenedor que había a un lado.  Al agarrarlo se dio cuenta que la forma de este tenedor era algo peculiar ya que solo tenía dos dientes. 

—¿Algo está mal? —Preguntó Asher al ver que Dianela estaba mirando el tenedor. 

—Este tenedor es para comer carnes. —Dijo Dianela soltando una risa. 

—Pensé que tenía una forma más fácil para que pinchara la fruta — Asher estaba avergonzado. 

A Dianela no le importó en absoluto por lo que continúo comiendo y sintió un exquisito sabor en su boca por la dulzura del jugo de naranja.  Y en cuestión de minutos se terminó todo el desayuno. 

Asher sonríe al ver que Dianela disfrutó su desayuno y se sintió satisfecho. 

Mientras tanto, Dianela saborea su té y se siente relajada en la comodidad de su hogar. La luz del sol entra por la ventana y la brisa fresca de la mañana la hace sentir renovada. 

Dianela observó a Asher, quién ya estaba terminando de comer. 

—Quiero que me lleves a la ciudad para arreglar esto —Dijo Dianela señalando el móvil que estaba roto. 

—Está bien —Asher asiente — ¿Cómo se ha roto su móvil? 

—No lo sé. Lo encontré así. 

—Entonces, espéreme. Voy a buscar las llaves del auto. 

Dianela se recuesta en la silla queriendo descansar todo el tiempo que sea posible.  Haber llegado a esta mansión usurpando un cuerpo que no es de ella y teniendo posibles problemas con que lidiar más adelante.  Así que aprovecharía para descansar ya que por ahora no tiene reglas como antes.   Nadie le impediría disfrutar este pequeño momento de paz. 

—Desearía que fuera así todo el tiempo. 

Asher después de unos minutos regresó cuando ya estaba listo y ambos salen de la mansión para dirigirse al garaje donde está el auto. Entran al auto.  Él enciende el motor y el sonido hizo eco en el garaje antes de que Asher cambiara de marcha. 

Dianela se acomodó en el asiento del pasajero, se ajustó el cinturón de seguridad y miro por la ventana. 

—Si desea puede dormir, es una hora y media hacia la ciudad. 

Dianela sin contestar, miraba como la carretera se extendía frente a ella, bordeada por árboles y campos verdes que parecían infinitos. La brisa matutina soplaba a través de la ventana abierta, trayendo consigo el aroma del campo y el sonido de los pájaros cantando. 

Asher se concentró en la carretera mientras que Dianela se recostaba en el asiento y cerraba los ojos. El sonido constante del motor y las vibraciones del carro lo hacían sentir relajada y soñolienta. Pronto se sumergió en un sueño profundo y pacífico, su respiración se hizo más lenta y regular. El tiempo paso sin que ella se diera cuenta, y antes de que supiera lo que estaba sucediendo, habían recorrido la mayor parte del camino hacia la ciudad. 

Llegan a la ciudad y Asher conduce hasta una gran tienda donde arreglan celulares. Dianela se baja del auto. 

—Voy a buscar un lugar para estacionar, enseguida voy. 

—Okey. 

 Dianela entra a la tienda, donde un hombre la recibe amablemente en la puerta. 

—Muy buenas tardes, señorita. ¿Qué está buscando? 

—Quiero reparar este móvil. 

—Pase adelante. 

Mientras tanto, Asher busca un lugar para estacionar el auto, dando vueltas por las calles cercanas. Finalmente, encuentra un lugar para estacionar y se baja del auto, cerrando la puerta con fuerza y caminando hacia la tienda. 

Cuando estaba por entrar, Dianela salió de la tienda. 

—¿Ya termino? 

—Si, dijo que regresara a las 5. 

—Esta bien. ¿A dónde quiere ir ahora? 

—Vamos a comprar ropa. 

*** 

Un grupo de coches se acercaba por el camino que conducía a la mansión. A medida que se acercaban, se podía distinguir la forma de varias personas que se bajaban de los vehículos. Todos vestían uniformes y parecían serios. 

De repente, un hombre mayor bajó del último coche y se quedó de pie mirando la mansión. Tenía el pelo canoso y una expresión seria en su rostro.  Observó de pies a cabeza la mansión como si estuviera buscando algo específico. 

—Señor —Un joven se acercó por detrás. 

—Dime. 

—¿Usted tiene las llaves de la mansión? 

—Si, toma —El hombre mayor le entrega las llaves en sus manos al joven— Y a partir de ahora ya no me llames señor. 

—Si, se…  Perdón, quise decir mayordomo




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