CAPÍTULO 7
Daniel estaba sentado en una mesa de un bar elegante, con un trago en su mano y su celular en la otra. Revisó sus mensajes y vio que un mensaje le había llegado. Su rostro se ilumina con una sonrisa. Era una notificación que indicaba que Adrián había llegado a la mansión.
Daniel apagó su móvil cuando termino de leer el mensaje y tomó un trago de su vodka con una sonrisa.
—¿Qué te tiene tan contento? —Preguntó el hombre que estaba frente a Daniel.
—Mateo, esto no lo entenderás. —Daniel tomó un sorbo más de su vaso —Uhm, tal vez lo harás cuando tengas a las personas que se muevan según tu plan.
—Ya veo. —Contestó Mateo tomando un trago de su Martini y ya queriendo irse —¿Para qué me llamaste?
—Para celebrar de que todo va marchando muy bien.
—Eso solo ira bien hasta que tu hermano venga del extranjero.
La expresión sonriente de Daniel cambió a una seria, pero por dentro estaba enojado cuando escucho que Mateo dijo a su hermano. No podía dejar que sus emociones se apropiaran de él frente a un gran socio.
—Eso no importa. Mientras te tenga de mi lado.
—No hay que confundir los asuntos de los negocios con las amistades. Si hablamos de negocios y me ofrezco una gran propuesta, te apoyo.
—¿Acaso no somos amigos?
—¿Me ves cómo amigo? —Mateo se rio con desdén al escuchar la palabra “amigo” de la boca de Daniel.
—¿Qué? Claro que eres mi amigo desde la preparatoria. Siempre has tenido una buena personalidad ¿Qué te pasa ahora? —Preguntó Daniel confundido con la actitud de Mateo.
—¿Cuál de todas mis personalidades te refieres? —Respondió Mateo, en tono sarcástico.
—¿A qué te refieres?
—¿Realmente cree que soy siempre así? —Mateo se levantó de la mesa y dejo dinero en la mesa. Luego, agarró del hombro acercándose a su oído — Todo depende como me trates y de cómo me sienta, te tratare y te ayudare.
—¿Qué? —Daniel se volteó a ver a Mateo.
—Eso es todo. Esperare la propuesta que me ofrece y veremos si es buena. Adiós. —Dijo despidiéndose de Daniel.
Mateo caminó hacia la puerta grabando a un joven que estaba mojado en el baño de hombres y con la camisa rota. El solo hecho de recordarlo le causaba enojo. Salió del bar y se subió a su auto.
—Eso ya no volverá a pasar —Dijo arrancando su coche.
...***...
Adrián se detiene en medio del comedor, con las manos en los bolsillos y examina el lugar detenidamente. La luz tenue de las velas parpadea en la mesa elegante, pero algo se siente extraño, como si faltara algo. Frunce el ceño y mira hacia un segundo preguntándose si su esposa, Dianela, seguía en su habitación.
El mayordomo se dio cuenta de que Adrián estaba buscando a Dianela por lo que decidió cambiar de tema.
—Señor, enseguida serviremos la comida.
—¿Dónde está Dianela? —Preguntó Adrián.
—Ella está de seguro cambiándose para recibirlo. Enseguida bajará.
Asher que estaba escuchando todo desde el segundo piso, decide ir a ver a Dianela ya que ella había prometido ir a recibirlo. Era muy extraño que ella no haya salido desde el almuerzo y que haya dicho que no la molestaran en el resto del día. Luego de recordar se dio cuenta el trasfondo del verdadero significado de las intenciones que escondían las palabras de Dianela.
Cuando llegó a la habitación de Dianela, Asher tocó varias veces, pero no hubo respuesta de Dianela. Intento abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. Volvió a tocar varias veces.
—Señora Dianela, señora Dianela. Abra la puerta, por favor.
Seguia tratando de llamar a Dianela, pero ella estaba dormida con unos audifonos en los oidos abrazando una almohada.
Después de intentarlo mucho tiempo, el mayordomo apareció con una expresión pálida.
-¿Que Paso? —Preguntó el mayordomo.
—Pues no sé —Contestó Asher fingiendo despreocupación — Ya intenté abrir la puerta, pero esta cerrada. Parece que esta dormida.
—Mierda. Adrián está empezando a molestarse.
—Bueno, no sé. Busca una solución ya que está cargada de la mansión—Asher se fue mientras que el mayordomo apretó los dientes por enojo hacia Dianela, pero también se retiro de la puerta de Dianela.
Cuando el mayordomo ya se había alejado lo suficiente de la puerta de Dianela. Dianela abrió los ojos y se acomodó en la cama, dejando a un lado la almohada que estaba abrazando.
—Que molestia —Susurró.
Dianela se sentó en la cama, estirando sus brazos y de uno de sus cajones de su mesa de noche, sacó una bolsa de papas fritas y unas galletas de chocolate. Comenzó a comer, saboreando cada bocado mientras observaba su móvil.
—Estás papas están muy ricas —Dijo mirando el empaque de las papas y memorizando el nombre de la marca,
Dianela se sintió relajada y disfrutó de su tranquilo momento de comida hasta que le llegó una notificación de su correo.
...***...
El mayordomo se acerca a Adrián con una expresión de preocupación en su rostro y buscando una manera para justificar la ausencia de su esposa Dianela.
-¿Que Paso? ¿Vas a estar parado ahí?
El anciano no entendió por qué le sucedieron esas cosas hasta que llegó a la conclusión de que Dianela se estaba vengando de él.
—Señor, la señora se siente indispuesta en este momento.
Adrián frunce el ceño, dándose cuenta que solo era una excusa, pero no podía hacer nada por ahora.
—Bien, déjala descansar.
—¿Desea que le sirva la cena?
—No es necesario, voy a ir a descansar.
Adrián decide no presionar más al vejestorio y se dirige a su habitación. Aunque intenta ocultar su enojo, su mandíbula está tensa y sus ojos muestran una leve molestia ya que desde la llamada de Carla las cosas estaban empezando a ir mal.
Una vez en su habitación, se deja caer en la cama y suspira profundamente, tratando de calmarse.