Era la década del noventa, en los diarios y noticias estaba el trafico de menores, robados, vendidos, canjeados como moneda de cambio... En la temporada de verano fui concebida, ya saben, lo típico " el amor está en el aire", arena y sol. La mujer que me gestó decidió abortar y lo intentó en dos ocasiones, al enterarse su prima Rosa, le pidió que continuará con embarazo y le entregará al bebé al nacer. Así tras el parto llegué a casa de mi mamá, Rosa, de 22 años, quien compartía la casa con sus padres y otros familiares. La tramitación legal de mi adopción no se realizó, mi madre me comentó que fue por la dificultad económica de contratar abogado y que al tratarse de una adopción en un contexto "familiar" pensó que no surgirían problemas. ( Sí, mi mamá siempre ha preferido ver lo bueno del mundo en las personas).
Los problemas no tardaron y antes de mis 3 meses de vida, la mujer de mi origen biológico, regresaba que se había arrepentido, que ahora sería madre, que lo había pensado mejor. Y así estuve llendo y viniendo de una casa a otra hasta que un día, en las visitas que mi mamá realizaba de seguimiento observo que tenía quemaduras en el rostro, cerca de la boca, me llevó al centro de salud donde médico constató que sufrí lesiones, contusiones y quemaduras de cigarro. En ese momento a través de la trabajadora social se obtuvo que un tribunal de familia conociera mi situación ilegal de adopción, sugirieron ser reconocida por algún hermano de mi madre, era el procedimiento más rápido y menos engorroso, así tribunales otorgó mi custodia a mis abuelos paternos. Desde ese momento en adelante viví siempre junto a mi madre Rosa.