Canto Mortal

Capítulo 4

El camino hasta la ubicación fue silencioso, dejé que Aba fuese delante con Pablo, vi como se tiraban miradas el uno al otro, pero ninguno decía nada, eran simples miradas, de esas que lo dicen todo. Saqué los auriculares y entre en una de mis listas de reproducción, pulsé el botón de aleatorio y sonó In the stars, de Bensos Boone. Me concentré en analizar la letra

I'm still holdin' on to everything that's dead and gone

Todavía me aferro a todo lo que está muerto y se ha ido

Cuando escuché esta canción por primera vez recuerdo que fue cuando ocurrió el incidente, asimilé esta frase al incidente, y también a la investigación, la cual dejé cuando Amelia me lo recomendó, ella solía decir que me aferraba al incidente y que era como que no quería ir.

And left the rest in pieces

 

Y dejo el resto en pedazos

El incidente destrozó mi vida, me quito lo que me dio la vida, literalmente.

Seguí escuchando la canción y las siguientes que aparecieron, entre ellas Let her go, Someone you love, perfect.... Cuando me di cuenta, habíamos llegado, estábamos en medio del campo, pero se veía una pequeña casa vieja, parecía estar abandonada, estaba muy descuidada. 

-Es aquí, ¿seguro que quieres ir?- dijo Pablo mirándome por el retrovisor.

-Si, quizás obtengamos alguna pista- dije, y con toda la fuerza de voluntad del mundo, abrí la puerta del coche, la brisa campestre me golpeó el cuerpo, el sonido de los insectos era la banda sonora de aquel lugar, tan natural, tan puro, tan siniestro. Pablo y Aba me siguieron el paso, nos acercamos a la pequeña casa, no había ningún tipo de señal que indicase que alguien vivía allí, de hecho, los cristales estaban todos rotos, la pintura caída, y ni siquiera había una valla que rodease la casa. Cuando los tres estuvimos a la altura de la puerta, saqué de mi mochila la navaja, la linterna y una pistola, cuando Aba la vio se aterrorizó.

-¡¿Qué haces con una pistola?!, ¡¿Estás loca?!- gritaba, entonces le tapé la boca.

-¿Quieres callarte, alguien podría oírnos?- dije, y la miré con firmeza, no podía permitirme el lujo de que supieran que estábamos allí, solté a Aba, la cual se disculpó, y abrí la puerta con mucho cuidado. Había una pequeña entrada nada iluminada, encendí la linterna y la puse encima de la pistola, me adentré dentro de la casa, Pablo y Aba me seguían, iban muy pegados, me gustaba esa pareja. Conforme caminé, observé que todo estaba vació, ni siquiera había muebles en esa casa, pero aún quedaba la planta de arriba.

-Yo creo que no hace falta subir Adara, si aquí no hay nada, no creo que arriba encontremos algo- dijo Aba, que dio un salto cuando iluminé a una familia de murciélagos y estos empezaron a revolotear. 

-¿Estáis bien?- dije girándome para comprobar si alguno de los murciélagos había lastimado a mis amigos, pero simplemente me encontré con la imagen de Pablo abrazando a Aba por el hombro, esos hoy caían. 

Con eso, subí las escaleras, con cada paso chirriaba más, parecía que en cualquier momento se hundiría y caería al vacío. Al llegar arriba vi tres puertas, la primera era un baño, había una bañera y también lo que había sido un espejo, lo único que estaba en condiciones era el retrete, me acerqué para observarlo con detenimiento, era la única parte de ese baño que no estaba cubierto de porquería ni polvo, alguien había estado utilizándolo. 

Al cruzar la siguiente puerta nos encontramos con una habitación, donde solo había un colchón, pero las sábanas estaban puestas, no eran viejas, no estaban sucias, allí había estado viviendo alguien. Por último llegamos a una habitación que estaba cerrada, la puerta no se abría, por lo que le di una patada, pero siguió sin abrirse, me enfurecí.

-Apartad- dije, y con la pistola volé la cerradura, Aba, como me esperaba, gritó por el estruendo. Al abrir la puerta, los tres nos quedamos flipando; en la habitación había dos pizarras colgadas, donde había toda clase de fotos, de la calle de las víctimas, los trabajos, sus coches, matrículas, incluso fotos de ellos por la calle, en casa, con sus mascotas.... 

Miré las pizarras, y divisé fotos de mi hogar, pero eso no fue lo que me aterró, lo que realmente lo hizo fue ver fotos recientes, fotos del día del asesinato de Cesar, salía yo abrazando a mi hermano, Brais y su padre, Grace y Luke llorando, Pepa, Ana Tom y Math mirándose entre ellos...

-Dios mío- fue lo único que dijo Aba. Vi como Pablo se acercaba a un gran equipo de ordenadores, con gran facilidad pudo acceder al sistema, tomó foto de todo lo que vio interesante, y con pulsar unas cuantas teclas, bloqueó el sistema.

Yo seguía mirando la pizarra, de repente grité, Aba y Pablo se asustaron y vinieron corriendo a ver porqué lo había hecho. Me encontraron mirando una de las fotos de la pizarra, tenía fecha, era del día anterior, en el coche de Brais, después había otra, ambos entrando en casa, estaba petrificada, ese maniaco había estado vigilándonos. 

-Larguémonos ya, este sitio me pone los pelos de punta- dijo Aba, le hicimos caso, pero antes, pudimos encontrar algo, los siete boletos de lotería, en todos los asesinatos habían desaparecido. Estaban rotos en la mesa, ni siquiera los tocamos, simplemente los miramos, y pude observar un pequeño cajón, la curiosidad me pudo, y al abrirlo, me encontré con una pistola más grande que la mía, el arma del crimen. La tomé cubriéndome las manos con la camiseta, y miré el calibre, el mismo, calibre 50. Se la enseñé a Aba y a Pablo, los cuales cada vez estaban más aterrorizados, volví a dejarla donde estaba y nos fuimos. 

-Que lugar más espantoso, solo quiero irme ya a casa, hacerme una mascarilla y olvidarme de todo esto- suspiraba Aba. Al bajar las escaleras, no me fiaba, iba con la pistola y la linterna alumbrando, al llegar al piso de abajo me di cuenta de que había menos iluminación que cuando habíamos entrado,  me llamo la atención, miré la puerta, nosotros la habíamos dejado abierta, entonces recorrí la sala con la pistola y la linterna. Vi botes de spray en el suelo, los seguí, y me encontré con un grafiti en la pared, el cual decía; Os vigilo de cerca Adara. Sentí como mi cuerpo se volvió pálido, e hice todo lo posible por no caerme. Había algo más, una fotografía clavada con un cuchillo, me acerqué para observarla, éramos nosotros tres en la puerta de la casa, cuando aún no habíamos abierto la puerta. Pablo y Aba se acercaron, y al ver la foto, Aba se puso a llorar, teníamos que salir de allí, arranqué la foto y salimos de allí.




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