Caos y Segundas Oportunidades

Capítulo 7: El "Road Trip" del pánico

—¡No puedo creerlo! ¡Mamá, esto es un atentado contra mi libertad de expresión! —gritó Mía, agitando su teléfono frente a la cara de Valeria—. ¡Hay 4G en la montaña! Si no puedo subir mi Get Ready With Me de "Huyendo con un extraño guapo", mis seguidores van a pensar que he muerto. ¡Y solo me faltan diez para los mil!

Valeria intentaba meter tres maletas en el maletero mientras Marcos vigilaba la esquina de la calle.

​—Mía, si subes un video, el que va a morir es Andrés... o sea, Adrián. Y luego yo, de un infarto —replicó Valeria sudando—. ¡Guarda ese aparato!

Mateo salió de la casa cargando un botiquín de primeros auxilios y una linterna de grado militar. Miró a su madre con una desaprobación que habría intimidado a un sargento.

​—He revisado los niveles de aceite del SUV y he empacado raciones para tres días —dijo Mateo con voz monótona—. También he guardado un spray de pimienta en el bolsillo de Mía, aunque probablemente se lo eche en la cara pensando que es fijador de maquillaje. Mamá, esta operación tiene un 70% de probabilidades de terminar en un desastre logístico.

​—Gracias por el optimismo, capitán Alegría —murmuró Adrián, quien ahora lucía una gorra de béisbol mugrienta y unas gafas de sol baratas—. ¿Estamos listos?

​—¡Espera! —gritó Mía, deteniéndose frente a Adrián—. Si vas a ser el "novio" de mamá, tienes que tener un vibe más estético. Estás muy... "pobre de ciudad". Déjame arreglarte.

​Antes de que Adrián pudiera protestar, Mía le aplicó un poco de gloss transparente en los labios y le acomodó la gorra de lado.

—Listo. Ahora pareces un modelo de ropa de segunda mano que acaba de salir de rehabilitación. Muy chic. ¡Mateo, tómame una foto con el prófugo!

​—¡Súbanse al coche ahora mismo! —rugió Valeria.

​Arrancaron justo cuando un coche patrulla doblaba la esquina. El silencio en el interior del vehículo duró exactamente tres minutos.

​—Tengo hambre —anunció Mía.

—Acabamos de salir —dijo Valeria.

—El hambre es un proceso biológico que no entiende de cronogramas, mamá —añadió Mateo, mientras revisaba un mapa de papel—. Por cierto, hay un control policial a dos kilómetros. Están buscando "un hombre con brote psicótico". Adrián, intenta no poner esa cara de "soy un genio de la arquitectura incomprendido" o nos van a pillar en un segundo.

Adrián suspiró, hundiéndose en el asiento entre una bolsa de patatas y un peluche de Mía.

—¿Cómo sugieres que actúe, Mateo?

​—Actúa como el ex de mamá —sugirió el chico—. Mira al vacío, quéjate del precio de la gasolina y haz ruidos de molestia cada vez que alguien hable.

​El control policial apareció a la vista. Dos agentes detenían a cada vehículo. El corazón de Adrián martilleaba contra sus costillas. Valeria sentía que el volante le resbalaba por el sudor de las manos.

​—¡Rápido! —susurró Mía—. ¡Hagan algo de pareja! ¡Fingan que se aman o algo! ¡Es su momento de brillar!

​Cuando el oficial se acercó a la ventanilla, Valeria entró en pánico y, en lugar de actuar normal, agarró la mano de Adrián y la puso sobre su propio muslo mientras soltaba una risa nerviosa y demasiado aguda.

​—¡Ay, oficial! —exclamó Valeria—. Perdone la tardanza, es que mi... mi "Cuchurrumín" y yo estamos celebrando nuestro aniversario de tres meses y nos pusimos algo cariñosos.

Adrián casi se atraganta con su propia saliva. Mateo se tapó la cara con el mapa y Mía empezó a grabar discretamente por debajo del asiento, murmurando: "Esto va directo a Mejores Amigos, qué cringe".

​El oficial miró a Adrián, quien, siguiendo el consejo de Mateo, puso una cara de absoluto fastidio y soltó un gruñido:

—¿Va a tardar mucho, oficial? La mujer no deja de hablar y tengo ganas de llegar a la cabaña.

​El policía miró la foto en su tablet (donde Adrián salía impecable, con traje y mirada altiva) y luego miró al tipo desaliñado, con gloss en los labios, que parecía harto de su mujer.

​—Pase, pase... —dijo el oficial con lástima—. Entiendo su dolor, amigo. Buena suerte con el aniversario.

​Cuando se alejaron lo suficiente, Valeria soltó el volante y empezó a gritar de risa y terror al mismo tiempo.

​—¿"Cuchurrumín"? —preguntó Adrián, quitándose el gloss con la manga—. ¿En serio?

​—¡Funcionó! —gritó Mía—. ¡Soy una genio del marketing! Aunque, Adrián, ese gruñido fue muy hot. Mamá, si no te lo quedas tú, me lo quedo yo para mis videos de "POV: Mi padrastro es un rebelde".

​—¡Mía! —exclamaron Valeria y Mateo al unísono.

​El camino hacia la montaña seguía, pero la tensión había cambiado. Por un momento, entre las ocurrencias de los niños y el ridículo del control policial, Adrián se olvidó de que Don Samuel quería borrarlo del mapa. Pero el suspenso volvió cuando Mateo, mirando por el cristal trasero, dijo en voz baja:

​—Mamá... el coche negro de anoche está tres lugares detrás de nosotros. Y no creo que venga a celebrar el aniversario de "Cuchurrumín".




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