Capataz

6 || FANTASÍAS

—Un capítulo más, por favor.

—No por el momento, toca la sesión de fisioterapia—le digo, cerrando el primer cuaderno ya concluido, tocando la hora de que la señora deba proceder con sus sesiones. Ha entrado la profesional que tiene a cargo la fisioterapia de la señora Thamara, lo cual implica que he de salir para que puedan hacerle los ejercicios de estiramiento y movimientos ya que su salud y el estar en cama puede estropear sus músculos, huesos y articulaciones. Bueno, es evidente que eso viene sucediendo y lamento mucho que deba ser así.

—Ve buscando el libro siguiente—me dice ella.

En casi un día de trabajo hemos terminado uno de los tomos y son tres, voy por el tercero de mi libro que aún no está terminado. Esto me pondrá a trabajar por las noches inclusive, lo cual significa que no tendré descanso alguno, pero es un sueño vuelto realidad.

—Deberías leer lo que escribe Lucinda—dice Thamara a su fisioterapeuta mientras cierro la puerta y escucho apenas—. Es realmente buena.

Se me planta una sonrisa en el rostro cargada de valor al notar que alguien reconocer mi esfuerzo, sé que no soy tan buena, pero también noto que su entusiasmo no es fingido, le está gustando mi historia a la que simplemente le llamo "Teniente". Tanto material escrito y aún no me decido por un título. Aguardo fuera, pasando por la habitación de Benjamin y notando que la puerta está abierta. La nana está haciendo caras al niño mientras escucho que él ríe. Le están cambiando los pañales.

—¿Y esta criatura tan bonita que llena de risas enérgicas esta casa tan grande?—murmuro con diversión mientras entro al cuarto.
La nana me sonríe también y le sigue diciendo cosas al pequeño Benjamin. Mi mano acaricia sus cabellos suaves mientras lo miro a los ojos y él suelta unas risotadas que me parecen asombrosas. Apenas mantiene el control de su cuerpito, pero lo hace de manera asombrosa manteniendo la tonicidad de sus bracitos y sus piernitas.

—Es asombroso, ha despertado muy divertido, no recordaba cuándo fue la última vez que no despertase con un grito de llanto, ya sabes.

—Es que es un niño muy mandón, pero que cuando quiere, tiene un humor muy bueno y nos lo está mostrando, ¿verdad?—le digo, sonriéndole y también lo hace.

Aunque muchas veces los niños lo hacen por reflejo, sé que me está sonriendo, noto una conexión especial con este chiquillo que me robó el corazón desde que le escuché llorar cuando entré en la casa.

Se lo ve muy agraciado ahí, todo divertido mientras lo terminan de cambiar.

—Yo me encargo—le digo, tomando el pañal y pasándolo a la cubeta de basura que hay para tirarlo en la habitación.

—Gracias...¿Lucy?—me pregunta.

—Así es—le digo.

—Eres una gran persona, al igual que tu madre.

—Gracias, tú también lo eres y haces un trabajo estupendo.

Una de las criadas llega con una bandeja. Es la merienda para las personas que trabajamos arriba y un biberón caliente para el pequeño. La nana no quiere darle el biberón ya que sostiene las ventajas de la leche materna y procede de ese modo. El pequeño lo acepta y permanezco ahí, tomando un té con masitas hasta que me advierte la fisioterapeuta que ha terminado con sus cosas ya.

Vuelvo hasta Tham quien ha advertido que me olvidé de buscar mi segundo cuaderno y me disculpo con ella.

—Descuida—me dice—, podríamos aprovechar para hablar acerca de la historia. Es fabulosa, Lucy. Ouch...

—¿Está bien?

—Sí, solo que algunas sesiones de fisio me dejan adolorida.

—Oh. ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?

—Descuida. Tú cuéntame acerca de ese teniente tan...cachondo. Su descripción me tiene impactada.

También me tiene impactada a mí, porque se parece demasiado a Edward Miller. Juro que comencé a escribir esta historia mucho antes de conocerle a él, solo agradezco haberle dado el rol de teniente y no de un capataz varonil en una hacienda algodonera.

—Yo...pensaba en los protagonistas masculinos de otros libros que leí.

—¿Ah, sí? ¿De cuáles?

—Pues...

—Mi marido parece sacado de una novela de Dark Romance, lo sé, pero en realidad es un hombre muy serio y honesto. Ya tendrás oportunidad de conocerle mejor.

—Seg...seguramente—contesto, segura de que ya me he dado cuenta de eso. A veces no me alegra tanto saber que tenemos gustos similares. ¡En lecturas, digo!

—Ahora explícame de dónde sacaste inspiración para la trama y explícame lo del teniente y sus rangos. Tengo que aprovechar que nada menos que la autora es quien me cuenta la historia y me brinda detalles de acceso exclusivo a la historia.

—Me halaga, señora.

—¿Tú te halagas con eso? Ufff, soy yo la que tiene el privilegio. Ahora dímelo todo.

Y así comienzo con mi explicación que suena bastante animosa a los efectos de que también quedamos enganchadas hablando de otras autoras, lecturas, nos ponemos críticas como si fuésemos expertas y se hace la hora de la cena.

Llega el momento de ir a dormir, me despido de Tham y me encarga seguir escribiendo. Dios, esto se lee mucho más rápido de lo que va mi capacidad de escribir, pero me deja contenta su entusiasmo y procedo con lo que corresponde de la situación.

Cenamos en la cocina junto a mamá y al resto del personal, luego les ayudo a levantar las cosas, rotamos la labor de lavar los platos y mamá procede a enseñarme cuál es mi habitación. Antes de ir en esa dirección, le advierto que necesitaré una luz encendida para escribir y ella me dice que no hay problema por una noche, pero que no se me haga costumbre. Comprendo que tiene que descansar bien para dar buen resultado en su labor.

Al terminar con el lavado, salgo de la cocina, dejo todo en orden, pero en el pasillo camino a mi habitación aguarda el señor...

Oh, cielos.

Es Edward.

Viste su pijama y me asombra verle levantado. Tiene los botones desprendidos de su camiseta lo cual deja entrever unos vellos dorados que le sientan de maravilla además de que la división pectoral le hace ver como los dioses de bien.




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