Caprichoso Destino - La historia de Emilia y Alessander

Capítulo 2 "Un mes revelador"

Emilia salía del aeropuerto de Roma, con su maleta fucsia en una mano y en la otra su cartera. Ella vestía con un vestido rosa pastel acampanado hasta las rodillas y unas botas marrones, su cabello suelto cayendo por los lados y un maquillaje muy simple, al cruzar por al lado de dos hombres de aproximadamente su edad uno de ellos la señala, ella ya lo había visto en alguna parte, no sabía donde y no le da demasiada importancia, hasta que escucha lo que el castaño dice:

—Quella donna sarà la mia donna e io sarò lei…

—Yo no soy, ni seré la mujer de nadie, que le quede claro—y sigue su camino, dejando a ese hombre con una sonrisa en los labios, «es ella», pensó él, «si lo serás, mi Rosse, serás mi mujer», y siguió hablando con su amigo quien acababa de llegar de un viaje de negocios.

Por otro lado Emilia se hospedó en el hotel, se comunicó con su familia y amigos y empezó con su travesía por Roma.

Su primera semana Emilia la dedicó a conocer los lugares más nombrados de Roma, visitó el Coliseo, El Faro Romano, el Vaticano, el Panteón de Roma, la Fuente de Trevi, restaurantes donde probó la comida italiana, de la cual estaba encantada, Espaguetis a la Caruzzo o las exquisitas pizzas, estaba enamorada de Roma y solo pedía poder volver algún día, que le concedieran la beca para estudiar en Roma y trabajar de pasante en la empresa de publicidad y moda más reconocida de Italia, la compañía “Berardi e soci”. Emilia se estaba enamorando perdidamente de esa ciudad.

Eran las diez de la mañana del sábado cuando entró a una cafetería llamada “è cafe” se sentó en una mesa al centro de la cafetería, se le acercó una muchacha y le dió la carta, pero Emilia le dijo que quería probar la especialidad de la casa, la muchacha se marchó asegurando que en poco tiempo tendía su pedido, y Emilia se distrajo observando a su alrededor, las personas charlando, los autos pasando por la calle, la gente caminar de un lado a otro por enfrente a la cafetería, quien entraba y quién salía, hasta que la silla frente a ella se movió, así que volteó para ver al culpable, «es el hombre del aeropuerto» se dijo, él la miraba con una sonrisa, iba vestido de traje negro, y peinado perfectamente con su cabello hacia atrás y aun así se notaban los rulos en el, ella le sonrió fugazmente para luego hablar

—¿Me está usted siguiendo?—dijo en un tono burlón, a pesar de ser un completo desconocido, él le inspiraba una confianza enorme, y eso la asustaba un poco, ella sentía conocerlo de algún otro lugar, pero no podía explicarlo, sus ojos eran como ver el profundo mar, era capaz de ahogarse y perderse en ellos

—Podría decir lo mismo, Signorina…

—No acostumbro a hablar con extraños, lo siento—dijo esto y se levantó, no entendía por qué pero dentro de ella había algo que le pedía a gritos quedarse a su lado, «¡Pero él era un desconocido!», tomó su cartera y cuando estaba a punto de marcharse él la tomó de la muñeca y le dijo:

—Por favor, no te vallas Rosse—ella se quedó estupefacta, y se sentó, por alguna razón ese nombre causó en ella un océano de emociones y atino simplemente a decir

—No me llamo Rosse, signor…

—Soy Alessander, y creeme, sé que ese no es tu nombre, pero, Rosse significa…

—Se lo que significa señor Alessander, lo que no entiendo es qué hace aquí, estaba tranquila disfrutando de mi soledad…—contestó siendo muy borde con él, le causaba sentimientos muy extraños y eso jamás le había sucedido, ni siquiera con su exnovio

—Tutéeme, per favore, tal vez algún día te diga por que eres mi Rosse

—Yo no soy de nadie, señor—Emilia se había puesto a la defensiva 

—Tienes un buen carácter, Ro…

Alessander fue interrumpido por una joven muy bonita y delicada, era alta, toda una modelo, eso era, era la modelo de varias líneas de ropa. Ella apoyó su mano sobre el hombro de Alessander y le dijo:

—Aless ya dejala empaz, no entiendes cuando alguien te dice que no, ademas, si mal no recuerdo tienes trabajo y estás llegando tarde, ¡Ciao!

—Eres insoportable Alessia, de verdad.

—Aun así me quieres hermanito—él se levantó de la silla acomodó su saco y dijo:

—Ciao, le mie belle ragazze—se despidió y salió de la cafetería, por lo tanto Alessia se sentó frente a Emilia.

—Ahora tú, ¿es cosa de italianos meterse donde no los llaman?

—Yo te diría que de hermanos—Alessia se rió—siento el acoso de mi hermano hacia ti, a veces es algo… mmm. como decirlo…

—Insoportable

—Iba a decir intenso, pero insoportable le pega bien—sonrieron las dos

—Soy Alessia por cierto, tu no eres de por acá, ¿de donde eres?—Emilia sonrió y negó con la cabeza

—Soy Emilia, estoy por aquí de vacaciones, soy de Uruguay

—Oh, tienes un nombre muy bello, Lia

—¿Lia?

—Si, por Emilia, un apodo, ya sabes, por cierto puedes llamarme Aless

—Encantada—se rió—no estoy acostumbrada a esto, oh no, para nada

Ambas rieron y conversaron durante una hora, tenían muchas cosas en común. Emilia le contó sobre su posible beca y pasantía, por lo que Alessia le contó cómo era Roma y como se manejaba todo, Alessia era modelo pero había estudiado Marketing y diseño, también le contó que estaba en Roma por trabajo, porque ella vivía en Nápoles junto a sus padres, pero sus hermanos residían la mayor parte del tiempo en Roma por trabajo.

Ya había llegado el medio día y Alessia invitó a comer a Emilia, fueron a un restaurante donde pidieron pizzas.

—Traes traje de baño ¿no? digo porque si no, pasamos por el centro comercial a comprar alguno, y nos vamos a la playa, a esta hora el agua se pone exquisita

—Si, traje, pero debería ir al hotel a cambiarme, ¿no tienes problema en acompañarme?

—Claro que no, será genial, además quiero aprovechar al máximo mi último día en Roma, mañana me vuelvo a Nápoles, espero y me visites antes de volverte a Uruguay




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