Ya habían pasado tres meses desde que Emilia había llegado a Italia, todo iba marchando bien, aunque a veces le era un poco tedioso estudiar y trabajar al mismo tiempo y a eso sumarle el extrañar a su familia, aun a pesar de todo ella estaba disfrutando de su viaje, ella estaba muy contenta y todas las personas que había conocido en Italia se habían convertido en parte de su vida cotidiana y la hacían sentir como en su propia casa, Alicia la ayudaba con su italiano, Francesca le ayudaba con la universidad y le enseñaba costumbres propias de su país, Alessia le había tomado mucha estima y siempre intentaba que ella se sintiera a gusto, y ni hablar de su mellizo que siempre estaba buscando el momento para poder pasear por las calles de Roma con ella, claro, siempre intentando que las cámaras no lo captaran. Emilia iba a tener otra cita con Alessander, estaba muy ansiosa, ya habían salido a varios lugares juntos y a ella le encantaba su compañía, Alessander le había dicho que fuera con ropa cómoda y ligera y eso hizo, la primavera ya había entrado y el calor cada vez se sentía más, ella optó por usar un vestido de día, suelto hasta la rodilla y una sandalias bajas.
—Cara, te ves… wow...—Alessander se quedó sin palabras al verla, ella se volteo ya que se encontraba apoyada en el barandal mirando el agua
—Alessander no es para tanto—le respondió ruborizada—esta es una vista expectacular, me hace acordar a casa—dijo con nostalgia volviendo a mirar el agua
—Es por lejos una de las mejores vistas que nos brinda Italia, cara—le dijo acercándose a ella muy sigiloso y abrazándola por la espalda, haciendo que ella se sobresaltara por la impresión—ven Rosse, te llevaré a un lugar que te va a encantar—dijo mientras la jalaba de la mano, como si fuera un niño tras un dulce
—¿Cuándo vas a dejar de decirme Rosse?—dijo ella riendo y yendo tras él
—Ni cuando me muera—le respondió—eres mi hermosa colorada
—Eres un tonto…
Alessander la llevó a la playa y ahí se la pasaron un buen rato hasta que vieron a un grupo de chicos en motos acuáticas y Emilia se las quedó mirando, a Alessander eso le dio una idea
—Ven, cara, tengo una idea—dijo dirigiéndose al sitio donde alquilaban las motos
—Oh no, no Alessander eso sale muy caro
—Claro que no, además eso ¿que importa?
Alessander alquiló la moto y tiró de Emilia para que subiera junto a él
—Alessander… tengo...—y él hizo que le abrazara fuerte y arrancó la moto—miedo...—él solo rió a carcajadas
—Vamos, cara, confía en mí, cierra los ojos y siente el aire
—¡Lo único que estoy sintiendo es el agua!—dijo gritando
—Oh, vamos, cara relájate—le dijo él con una sonrisa
Emilia poco a poco comenzó a disfrutar del paseo, se veía hermosa la costa desde el agua, hacía tiempo no se divertía así, cuando volvieron a la playa Alessander tomó a Emilia como a un costal de papas
—Alessander estoy de vestido, por Dio, se me va a ver hasta el alma—le decía mientras se reía
—Tranquila Rosse, me estoy encargando de que nadie te vea nada—le decía mientras seguía corriendo al mar, las personas que los veían se reían, ellos parecían dos adolescentes…
—Alessander ahora estoy toda mojada—dijo como si hiciera un berrinche y él se acercó peligrosamente
—No me digas eso que me prendes, cara—Emilia enseguida se quedó colorada y eso hizo que Alessander se riera con ganas
—Eres un stupido—le dijo golpeándole el brazo—ahora tendrás que llevarme al depa para cambiarme
—Vale, en compensación te invito a cenar
—Más te vale—le dijo mientras se subía al auto—por tu culpa voy a mojar todo el asiento
—Tranquila, cara, los asientos son de cuero, fácil de secar—le guiñó el ojo
La noche llegó, Emilia y Alessander se encontraban cenando en un restaurant con vista al mar, era de un estilo muy tropical y nada extravagante.
—Estoy encantada con el lugar, es tan…
—Único, es un lugar hermoso, lo descubrí hace algunos años con Bruno
—Tiene el toque—dijo ella riendo y entre pláticas fueron comiendo hasta que el celular de Alessander comenzó a sonar, “Mamma” decía en la pantalla
—Yo… mhm, tengo que contestar
—Si claro tranquilo—él contestó la llamada sin levantarse de la mesa
—Ciao, mamma
—Figlio, es Giovanni—la voz de Helena estaba quebrada
—Mamma… ¿Qué sucede con el bambino?
Emilia intento escuchar de quien estaban hablando en el momento en que la voz de Alessander se alteraba y preocupada, su semblante había cambiado por completo
—Tranquila, mamá, enseguida salgo para allá—dijo para luego cortar la llamada—de verdad Emilia lo siento, pero debo irme—dijo pidiendo la cuenta
—Tranquilo no pasa nada, entiendo—le respondió intentando sonreír
—Gracias, si quieres te llevo a tu casa
—Oh, no, no, si tienes algo que hacer no hay problema
—No, tengo que viajar a Nápoles, pero está bien, no me cuesta nada llevarte
—¿Tu sobrino se puso mal?
—No—dijo subiendo al auto—fue mi figlio—dijo esto último en un susurro pero que Emilia pudo escuchar, ella lo miró y dijo
—¿Quieres que valla contigo?
—¿Qué?
—¿Quieres que valla contigo?—le volvió a preguntar—de igual forma iré, no voy a dejar que manejes en este estado solo tantos kilómetros—solo recibió un asentimiento de cabeza.
El viaje fue silencioso, Emilia de dedicaba a ver la carretera y a él, después de unas dos horas y medias llegaron al hospital, subieron directamente al piso seis, era el piso de pediatría del hospital, desde que habían bajado del auto ambos llevaban la mano sujeta, y ninguno la soltó hasta que llegaron frente a la familia de Alessander
—Figlio mio—dijo Helena muy afligida
—Mamma ¿Cómo está?
—Alessander—Nicholas apareció vestido de médico por una de las puertas
—Nicho—se abrazaron