Carmín para el Ruso.

Señora Orlov

Mijaíl se encontraba en Tokio, Japón terminando de cerrar unos negocios había sido un día largo así que lo único que quería era llegar al hotel darse un baño y dormir, estaba por lograrlo cuando su celular sonó, era su abogado de New York quien le anunciaba que toda la documentación estaba lista, así que autorizó para que le fuera enviado a Sky su dolor de cabeza personal.

Su dolor de cabeza por más de siete años, ¿Había pasado tanto tiempo? ¿Cómo era que aún no podía olvidarla? se preguntó entrando a la suite y de nuevo se encontraba pensando en ella, en esa pequeña fiera que nunca pudo domar y que había amado con todo lo que había en su ser.

-Amor ¿Cómo te fue? - Preguntó Mei ling apareciendo por un pasillo-

-Bien, todo salió como lo había planeado - Respondió antes de recibir un beso de la que esperaba pronto fuera su esposa-

Mei ling, era china la había conocido en uno de sus tantos viajes de negocios a Beijing era una hermosa abogada y conocía mejor que nadie lo que significaba hacer negocio. Por lo que era perfecta para él sin duda alguna era recatada, inteligente, buena amante y sin duda estaría más que dispuesta a tener hijos y era lo que más deseaba el ruso.

Los últimos tres meses había estado pensando en pedirle matrimonio pero solo lo haría hasta que estuviera divorciado de la pequeña fiera y esperaba no tener problemas con Sky que no le negara el divorcio aunque conociéndola lo más seguro es que pusiera dificultad solo por jugar con él, se habían separado hace siete años y aún no podía sacar de su cabeza la frase que le dijo la última noche que estuvieron juntos.

... Has como que aún me amas luego puedes marcharte..

Y si la había amado más que nunca esa noche y aun lo hacía, la llevaba tatuada en la piel, se había grabado en su corazón con hierro al rojo vivo pero sabía que lo mejor para ambos era separarse, así que la mañana siguiente, regreso a Rusia y jamás volvió a verla.

-Cariño ¿Quieres salir? -Preguntó Mei ling sacándolo de sus pensamiento con una tímida sonrisa-

-Estoy cansando, prefiero quedarme aquí. - Respondió mientras recordaba la sonrisa provocativa enmarcada en un nos sensuales labios color carmín de su fiera-

-Eso haremos entonces.

(...)

<<Un mes después>>

-¡Buenos días! ¡Criaturitas del señor! - Gritó Sky entrando a la cocina de su restaurante- ¿Cómo han pasado la mañana?

-Buenos días -Respondió todo el personal mientras se acercaba a revisar lo que había en la estufa-

-Sky, llegaron unos documentos para ti. - Dijo Jenny su contadora parada desde la puerta que daba a unas escaleras que la llevaban a la pequeña oficina-

-Ahora voy, ¿Quién hizo esta Salsa Caruso? - Preguntó después de probarla-

-Yo -Respondió Antony el nuevo aprendiz-

-Te salió perfecta, felicidades -Dijo alegremente mientras seguía probando los demás platos-

-Sky, necesito que revises...

-Ya voy, ya voy ¿Porque eres tan impaciente? - Inquirió caminando hasta donde estaba su amiga-

-Porque es mi trabajo, si no, no pudieras manejar dos restaurantes. - Habló mientras subía las escaleras seguidas por Sky quien se reía al escucharla-

Sky, tenía dos restaurantes en el que se encontraba en ese momento fue el primero que abrió con mucho esfuerzo, era de comida italiana nada elegante Llamado Rabbia e amore (Rabia y amor) donde servía la típica comida italiana con su propio toque personal y lo que había aprendido durante un curso de verano con el chef Massimo Bottura Módena en Italia, dicho restaurante atendía todo el día de ocho a diez de la noche, aunque ella era la que diseñaba los menús y las receta era atendido por otro chef amigo de ella.

Su segundo restaurante llamado душа (Alma en ruso) tenía apenas tres años que lo había inaugurado y acababa de ganar su primera estrella Michelin, era atendido por ella y sólo abría de miércoles a sábado, recibía diario solamente cincuenta comensales, sus platillo eran de excelente calidad.

-Veamos qué es lo que me ha llegado -Dijo Sky tomando el sobre que le ofrecía Jenny- ¡Demonios! - Exclamó después de leer-

-¿Qué pasa?

-Esto -Respondió pasándole el documento-

-¿Cómo que divorcio? Esto es un error ¿verdad? -Preguntó sorprendida Jenny-

-No, resulta que estoy casada. -Contestó dejándose caer en el sofá en el que tantas noches había dormido-

-Explícate, porque no entiendo.

-Cuando tenía veinte años me case con Mijaíl un ruso que conocí cuando estaba haciendo un curso de verano en Módena, Italia. Dos semanas después de conocernos nos casamos, esa es la versión rápida. -Termino de decir para respirar profundo calmando sus emociones-

-¡No lo puedo creer! ¿Cómo es que te casaste si tú le pones pero a todos los hombres que quieren salir contigo?




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