Cartas a un cobarde

Capítulo 1: Entre dudas y despedidas

Han transcurrido seis meses desde que Magnus se fue, pero la falta de su presencia todavía se cierne sobre mí como una sombra persistente. Es sorprendente cómo el tiempo, que a menudos se considera un sanador, ha logrado solamente profundizar el dolor en cada rincón de mi ser. Nada ni nadie me preparo adecuadamente para experimentar este estado, para sentir el vacío que persiste en cada habitación que alguna vez compartimos. El eco de su risa, las promesas incumplidas y los días que avanzan sin compasión son constante en mi conciencia.

Hoy, mientras camino por las calles de Cannes en Francia, me descubro buscando a Magnus en cada rostro de la multitud que me rodea, como si esperara que, de alguna manera, apareciera nuevamente y pusiera fin a este sufrimiento que parece no tener fin. Sin embargo, en el fondo de mi corazón, soy consciente de que esto no sucederá, y es ese conocimiento el que consume mi alma, el entendimiento de que posiblemente nunca habrá una despedida autentica, ni un cierre real, ni una explicación.

Continúo con mi vida, pero lo hago en un estado de piloto automático. Durante esta tortura, he aprendido a levantarme cada mañana sin ninguna motivación, he adquirido de sonreír cuando se espera de mí, aunque la tristeza este profundamente arraigada en cada parte de mi ser. La rutina se ha convertido en el único sostén que me mantiene en pie.

Mi trabajo como arquitecta paisajista me ha permitido mantener mi mente ocupada, aunque el estrés y la presión de concebir jardines estéticamente agradables para hogares familiares no logran acallar los ecos de esta soledad. Mis manos, que antes trazaban líneas en los planos con entusiasmo en este mismo estudio, ahora solo siguen líneas que parecen interminables, reflejando la ansiedad que me consume día tras día. En mis diseños, persigo el equilibrio, el mismo que se perdió el día de su partida. Hay un simbolismo inherente en todo esto, como si mi trabajo estuviera reflejado en el caos que aún me inunda. Y aunque el trabajo me ofrece una distracción vaga, no logra proporcionarme sanación completa.

A veces, mientras una estructura de madera o seleccionar la combinación de plantas para un proyecto, me pierdo en recuerdos que ahora parecían difusos. La forma en que Magnus me abrazaba al mostrarme la última flor que había descubierto en su caminata matutina, o como me solicitaba consejo sobre que tipo de plantas incorporar en su terraza, reviven en mi mente. Repentinamente, ese deseo de crear algo hermoso para él se transforma en una punzada de dolor. Porque ahora soy consciente de que todo eso era parte de una ilusión. Ya no hay espacio para esos gestos significativos. El jardín que concebí para él nunca será iluminado por el sol, y las flores que elegí ya no florecerán en su proyecto.

Esta tarde, tras haber concluido una reunión con un cliente, me decidí a llamar a mamá. El teléfono sonó en múltiples ocasiones hasta que finalmente escuche su voz familiar al otro lado. Ella siempre tiene la capacidad de brindarme una sensación de bienestar, incluso cuando el mundo a mi alrededor parece estar colapsado.

—Hola, hija. ¿Cómo estás? —preguntó, su tono suave y reconfortante.

—Hola mamá, estoy… bien— respondió, con la intención de no generarle preocupación. Sin embargo, en el fondo, las palabras se atascaban en mi garganta.

—¿Sabes? La primavera esta casi aquí. Los jardines de la casa necesitan atención después del frío invierno que tuvimos este año. Tal vez podrías tomarte un tiempo para ti, cambiar de aires— me sugirió, como si un cambio de ambiente pudiera ser la solución a mis aflicciones.

—Si… eso pudiera ser lo que necesito — contesté, mientras miraba a través de mi balcón las mansiones opulentas a lo lejos, sin estar segura de si realmente deseaba irme, o si simplemente anhelaba escapar de mis propios pensamientos.

Posteriormente, la conversación se desvío hacia temas más livianos, y aunque la charla me proporcionó un respiro, su recomendación de descansar me hizo consciente de la distancia emocional que se había establecido entre mi madre y yo. No sabia como explicarle que el descanso que realmente necesito no esta relacionado con cambiar de entorno. No podía discutir la tormenta que aún azotaba mi ser interno.

Una vez colgué la llamada con mamá, llego el mensaje de mi amiga Élodie.

📱Élodie: Salut, ma belle. ¿estás libre esta tarde? Quiero verte

📱Valkyrie: Oui, ¿por qué?

📱 Élodie: Porque soy tu amiga y sé que necesitas hablar, aunque no quieras admitirlo.

📱Valkyrie: De acuerdo. ¿En el mismo café de siempre?

📱Élodie: Obviamente. Nos vemos en un rato, ma chérie

Salí de casa para caminar a la cafetería de siempre, cuando llegué mi amiga ya se encontraba allí, con dos cafés en la mesa, cuando logró verme sonrió, su mirada viajó de arriba abajo y arqueó una ceja cuando me acerqué ya a la mesa.

—No me gusta esa cara, ma belle. Significa que sigues pensando demasiado.

—Mi cara es mi cara —bufé, dejándome caer en la silla—. Y mi cabeza es un desastre, sí.

—Bien, entonces dime qué pasó ahora.

Suspiré, removiendo el café que ya me había pedido mi amiga sin mucho ánimo.

—Mi madre me dijo que debería irme con ellos a Suecia unas semanas.




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