Cartas a un cobarde

Capítulo 2: El verano que lo cambió todo

⌛Pasado⌛

El aire en Cannes estaba impregnado de sal, la tarde era calurosa, el sol brillaba con fuerza, y yo, aquí, buscando algo de paz entre todo el bullicio. Un café frente al puerto se había convertido en mi refugio en esta ciudad. Jamás imaginé que el viaje de hace dos años terminaría cambiándome la vida. Salí de la universidad y me ofrecieron una pasantía que este año se transformó en un contrato a plazo fijo. No lo planeé ni lo busqué; simplemente pasó. Como todo en la vida, las cosas llegan cuando menos las esperas.

Me encontraba sentada en una mesa junto a la ventana, este era el único lugar donde podía respirar lejos del ruido del festival de Cannes. Con mi cuaderno de bocetos abierto, intentaba capturar la belleza del paisaje: el agua del mar reflejaba el cielo azul, los colores del atardecer comenzaban a asomarse en el horizonte. Desde aquí, todo parecía tan tranquilo.

De repente, escuché una voz, suave pero firme, interrumpiendo mi estado de paz.

—¿Eres artista o espía?

Levanté la vista sin esperar nada en particular, y me encontré con unos ojos azules, demasiado intensos. Eran como un faro en medio del mar, y me sentí atrapada por su mirada. Mi primer impulso fue huir, pero algo en su presencia me hizo quedarme.

—Si te dijera que soy espía, tendría que matarte —respondí sin pensarlo, buscando romper la tensión que ya comenzaba a sentirse en el aire.

Esperaba una reacción incómoda, un gesto que me hiciera arrepentirme de haber hablado, pero en su lugar, su risa llenó el espacio. Era cálida, confiada, y me invitaba a relajarme. Sentí cómo, en ese momento, la barrera que siempre había puesto entre los demás y yo empezaba a desvanecerse, aunque solo un poco.

—Entonces prefiero pensar que eres artista —dijo él, como si fuera lo más natural del mundo. Y sin esperar respuesta, se sentó frente a mí.

La sorpresa me recorrió, pero, sin pensarlo demasiado, levanté el cuaderno. No soy alguien que suela compartir lo que hago, pero por alguna razón, sus ojos no me juzgaban, no me hacían sentir incómoda. Al contrario, me hacían querer compartir algo de mí.

—¿Puedo ver lo que estás dibujando? —me preguntó con una curiosidad genuina.

Abrí el cuaderno sin saber bien por qué. Eran paisajes, jardines, lo que había estado haciendo todo este tiempo: tratando de captar la esencia de lo que me rodeaba. No eran solo dibujos; eran la manera en que me conectaba con el mundo.

—Son hermosos —dijo él, sin apartar la vista—. No solo muestras lo que ves, muestras lo que sientes.

Su voz me llegó de una forma que no supe cómo describir. No era un simple halago, era como si realmente estuviera viendo algo dentro de mí, algo que no suelo mostrar. Mi corazón latió un poco más rápido, y por un momento, sentí que este verano podría ser algo diferente, algo que yo misma no había planeado.

—Gracias —dije, cerrando el cuaderno, un poco ruborizada por su observación.

Nos quedamos en silencio por un rato, solo observándonos, hasta que finalmente rompió el hielo de nuevo.

—¿De dónde eres? —me preguntó, y por alguna razón, sus palabras no sonaron como una simple conversación de cortesía. Había algo más, algo más profundo.

—De cualquier parte —respondí sin pensar demasiado, como si fuera lo único que pudiera decir.

Él sonrió y asintió, como si comprendiera más de lo que le estaba dando. Y así, en los días siguientes, nuestras charlas se volvieron parte de la rutina. Nos encontramos más veces, casi sin quererlo. A veces en cafés, otras en las playas de Cannes, pero siempre con esa sensación de que no importaba dónde estuviéramos, porque estábamos en el mismo espacio, compartiendo algo que no sabía cómo describir.

Me hablaba de su trabajo en inversiones, de negocios, algo que no entendía completamente, pero que cuando él lo decía, me sonaba fascinante. Yo, por mi parte, le contaba sobre mi pasión por el paisajismo, cómo el diseño de jardines me daba paz, cómo la naturaleza era lo único que siempre tenía sentido en mi vida.

Todo parecía tan fácil. Tan simple. Como si las piezas del rompecabezas encajaran sin esfuerzo. Yo no lo sabía entonces, pero algo en el aire, algo entre nosotros, me decía que este verano cambiaría todo.

El sol se estaba poniendo detrás de las colinas de Cannes, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Caminábamos por la orilla del mar, las olas rompiendo suavemente a nuestros pies, y por alguna razón, el mundo parecía haberse reducido a ese instante, a esa simple conexión entre Magnus y yo. La brisa marina acariciaba mi rostro, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía soltar todo lo que me pesaba. No me preocupaba el futuro ni lo que vendría. Solo existía el momento.

La sensación de su presencia cerca de mí era más cálida que el sol en mi piel. Su risa me envolvía, su voz suave me hacía sonreír sin querer. Desde el primer día que lo conocí, no podía dejar de sentir que había algo fascinante en él, una energía enigmática que no podía ignorar. Y, sin embargo, me dejaba llevar por sus palabras, por sus gestos, como si todo tuviera sentido en su compañía.

Había algo en Magnus que me hacía sentir a salvo, algo que me permitía bajar la guardia por primera vez. Solía ser desconfiada, siempre tan precavida con las personas, pero con él, parecía que las barreras que había levantado para protegerme caían sin esfuerzo. Estábamos compartiendo historias de nuestra vida, de nuestro trabajo, y me sorprendí a mí misma hablándole de mis jardines, de mis diseños, de la arquitectura paisajista que tanto amaba. Como arquitecta paisajista, siempre había estado rodeada de plantas y estructuras que formaban paisajes armónicos, pero con Magnus, sentía que estaba creando algo más allá de lo físico, algo que ni siquiera yo podría definir con palabras.

—Siempre he creído que un jardín es como la vida misma —le dije mientras caminábamos por el sendero que bordeaba la costa—. Tiene sus momentos de caos, pero también de calma. Hay que saber cuándo dejar que crezca lo que no esperas, y cuándo podar lo que no funciona.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.