Cartas del bufón

Taquigrafía

Una pluma, un lápiz, una hoja, se dibuja una línea que baja y sube por las extrañas comisuras de la boca, que perfila los poros y aquellos pequeños pómulos.

Un trazo que empieza por un punto, un signo y a su vez por una delgada línea, punteada, tras punteada, línea por línea.

Una pluma que se desliza por las líneas de la palma, aquellas que forman un extraño y angosto camino, una pluma, un lápiz y una hoja.

La piel se transforma en la hoja, los trazos las caricias y las palabras simples toques, oraciones incompletas que terminan en la punta del pie y se escurren por entré las piernas.

Palabras que se atoran en lo delgado de la garganta y resaltan en el rabillo del ojo, un millar de cartas y un montón de sinónimos que se dan al rededor del cuello dónde descansa todas ellas.

Un punto que refleja la medida del silencio y una coma que danza en el ruido, trazo corto, ondulado que se transcribe a su ves como una especie de adivinanza.

Una pluma, un lápiz y una palabra, las oraciones se forman de lo complejo que no vemos y que no notamos, nos vuelven una composición que se descompone a la hora de recitarnos, no hace falta palabras decir, para saber que somos una taquigrafía que es difícil de leer.




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