Últimamente ocurre que una extraña rosa me sujeta, me abraza, me araña la espalda y en mi pecho se cuelga.
Se siembra y sus raíces se expanden en mis venas, perfora mis huesos, mis arterias, y mi corazón no entiende, no comprende, el porque no hace nada para detener ese cruel sangrando.
Ocurre que tengo una extraña rosa que goza de bañarse en mis venas, que disfruta del tacto que mi piel tiene con sus manos, pero se enoja y se encoge si mis labios rozan su talló.
Tengo una rosa que me come las arterias, que se siembra en los rincones de mi corazón y no le importa si este se estruja y truena.
Intentó buscarla pero cada vez que la encuentro yo termino mas perdido, mas confundido y ella solo habla con la incoherencia que al fin y al cabo siempre hablan mal de mi.
El corazón me susurra, me implora que esta astilla la suelte pero luego recuerdo que el y la razón se pelearon y nunca mas volvieron a decir te quiero.
Entonces yo me vuelvo, me regreso por ese extraño recorrido y ella esta ahí, se encuentra ahí, una rosa extraña que el corazón anhela que sea blanca cuando siempre ha sido negra.
Sus pétalos me intoxican el alma, me pierdo en algo que no existe porque ese jardín eterno hace tiempo que ha marchitado.
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