En las noches, mis tejados sonaban con la lluvia torrencial de tu voz; podía ver el sol directamente sin que me pasara nada, como si el sol hubiera perdido sus poderes. Sin embargo, mirar tus ojos me mantenían ciego. Confieso que no es agradable sentirse un esclavo.
Tenías todo para endiosarte, encantado ya estaba; pero descuidaste algo y salí del hechizo. ¿O lo hiciste a propósito? De todas formas, eso no importa. Ni loco vuelvo a caer en tus atractivos. Que se acerque otro; yo guardo la distancia.
¿Sabes qué? Te amaré de lejos, pero sin ninguna otra intención que para encontrarte defectos. Me urge verte como si fueras una mujer como cualquiera. No te creas mucho. Fueron momentos de debilidad que cualquier hombre pasa cuando tropieza con una personalidad adictiva como la tuya.