Casada Con Un Inmortal [ Libro 1 ]

Capítulo 6 - Ashley.

 

A la mañana siguiente el barco privado de Geovanni, nos sirvió de trasporte hasta la isla Luna. Me sorprendió que Geovanni dejase a un lado los trajes y que vistiera con pantalón y camiseta de manga corta. Él mismo manejó el barco hasta la isla mientras que yo lo entretuve conversando, le planteé mis dudas sobre lo que estaría haciendo mi madre y me animó a llamarla cuando llegáramos a tierra.

 

 

Geovanni bajó a la playa y al querer ayudarme, yo accedí, pero enseguida me eché atrás al acercarse corriendo un perro pastor alemán, que nos empezó a ladrar como un terrible monstruo.

 

- Shhh. - Geovanni le ordenó silencio.

 

- No pienso bajar. - Le advertí. Geovanni me miró y confesé. - No me gustan los perros, son sucios y molestos. - De nuevo me parecía a mi madre. 

 

- Jakob, quieto amigo. - Un hombre con ropa veraniega hizo callar al perro, luego extendió su mano a Geovanni. Yo miré al perro y este me ladró. - Bienvenidos. - Nos dijo el hombre mientras estrechó su mano con la de Geovanni.

 

- ¿No puede llevarse al perro?. - Me quejé.

 

- Claro. - Respondió pese a mi mala educación, con una sonrisa y se dirigió al perro ordenándole. - ¡Jakob, a casa!. - El pastor alemán dio un ladrido y salió corriendo. Pude por fin bajar del barco y Geovanni hizo las debidas presentaciones.

 

- Ramiro Herrero y su esposa cuidan de la isla. - Me informó. Sonreí y lo saludé.

 

- Estamos encantados de que pasen en la isla, una temporada. - Dijo el señor Ramiro. Antes de dirigirnos a la casa, Geovannni vio oportuno pasar por la casa de la familia Herrero para saludar, mientras caminábamos por la playa me atreví a agarrarme a su mano. Geovanni hablaba con el señor Ramiro, interesado en todo cuanto se refería a la isla. Al parecer Geovanni llevaba mucho tiempo sin visitarla.

 

 

Un camino desde la playa subía hasta la casa de la familia Herrero, propiedad también de Geovanni. Fuera de la casa había una mesa con varias sillas, así como un sofá columpio y algunas masetas. El perro, Jakob, descansaba frente a la puerta de la casa y empinó las orejas nada mas vernos llegar.

 

- Quieto ahí. - Le ordenó Ramiro. Luego me dirigió su mirada y casi me sonrojo por la vergüenza de que me asustara un perro. - No se preocupe, no le hará nada. 

 

- Gracias. - Dije. ¿Que otra cosa podía decir?. Ramiro nos ofreció entrar y lo hicimos. Di de lado al perro todo lo que pude y al verlo levantarse siguiéndonos, me adelanté a Geovanni. Eso lo hizo reír a carcajadas y yo me avergoncé.

 

- ¿Ya estáis aqui?. - La señora Herrero apareció con una bandeja con refrescos y con ella una jovencita de unos doce años.

 

- Susi, llévate a Jakob fuera. A la señora Luna le da miedo. - El señor Ramiro mandó a su hija.

 

- Si. - Dijo ella alegre y salió fuera llevándose al perro.

 

- Lo siento... - Me disculpé por mi miedo al perro, aunque era mas asco que miedo. Apenas recordaba lo mucho que me gustaban los perros de cría, mi madre siempre se opuso a que tuviera uno, decía que eran sucios y molestos.

 

- No a todo el mundo tiene que gustarle los perros. - Respondió la señora Herrero. En cuanto se presentó me pidió que la llamase solo por su nombre, Carmen. Sonreí simpática y le hice yo la misma petición, tantas formalidades iban a acabar conmigo y aunque se mostró extrañada, accedió. Salimos fuera para disfrutar de los refrescos, fue entonces cuando la jovial Susi se presentó. Me preguntó sorprendida porqué no me gustaban los perro y añadió que tenían otra perra, la cual estaba a punto de tener una camada, eso me ilusionó. Me interesé por sus vidas en la isla y me contaron que cada varios días iban en barco a un pueblecito costero, donde hacían la compra y disfrutaban del día. Se referían al mismo pueblo donde habíamos pasado la noche. 

 

 

Una vez descansados llegó el momento de ponerse en marcha y mientras Geovanni y Ramiro fueron a por nuestro equipaje al barco, Carmen y su hija Susi me acompañaron hasta la residencia. Mi madre me había hablado muy bien de ella... Recordé que debía de llamarla. 

 

La residencia era mucho mas grande de lo que mi madre me contó. Sus techos altos, sus amplias estancias y sus enormes cristaleras. Carmen me contó que había abierto las ventanas para ventilar la casa y me contó también que habían llenado la nevera, como la despensa, por orden de Geovanni. Carmen me hizo de guía por toda la residencia y desde un pasillo superior vimos entrar a Geovanni y Ramiro.

 

- Deberíamos irnos y dejar que os acomodéis. Si nos necesitáis ya sabéis donde encontrarnos. - Me habló en especial a mi la señora Carmen. Le asentí con una sonrisa de cortesía y lo dicho fue hecho, en cuestión de minutos nos quedamos solos. Me acerqué a Geovanni y le sonreí coqueta.

 

- ¿Has visto la casa?. - Me preguntó y asentí, casi lo había visto todo.

 

- Casi... - Susurré. Lo agarré de la camiseta y lo incomodé, pues se apartó de mi diciéndome que subiría el equipaje. Lo hizo y yo me dediqué a seguirlo.

 

 

Me subí en la cama de nuestro dormitorio y me tumbé con gusto, aun con los zapatos puestos.

 

- Ven aqui. - Le dije a Geovanni y se volvió a mirarme. Pretendía guardar distancia y se negó.

 

- El viaje no ha sido tan agotador, ¿has llamado ya a Regina?. - Habló y me preguntó.

 

- No. - Me incorporé y me atreví a hablar con disgusto de su actitud. - En el contrato... - Empecé y sus ojos se abrieron como platos. - Está escrito que deberás ser mi esposo hasta el fin de este.

 

- Me declaré a ti. Dije amarte y no obtuve respuesta, por lo cual entendí que no era correspondido. No veo necesidad de hacerme yo mismo más daño. - Me respondió. - Creí que me entendías.



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En el texto hay: familia, romance, amor

Editado: 25.01.2021

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