Casada Con Un Rico Heredero [ Libro 2 ]

1. De Vuelta Al Infierno.

​​​— Patricia quería verte. — Le hablé a Richard, agarrándo en la oscuridad de mi casa el teléfono móvil.

 

— Lo siento, Isabella. — Respondió Richard, colgándome la llamada y caí al suelo. A los días de esa llamada me enteré que Richard se comprometió con una mujer asiática, de familia adinerada.

 

— Isabella. — Me llamó mi tía Maribel, que colocó su mano en mi brazo y la miré. — ¿Por qué no descansas? 

 

— No puedo. — Hablé, mirando después a mi hija Patricia en la cama de un hospital. Se encontraba enferma y necesitaba una transfusión de sangre, lo malo es que su tipo de sangre era de oro. 

 

— Isabella. — Me llamó Maribel. - Tienes que volver y hablar con Nicholas, él te podría ayudar. 

 

— Lo sé. — Respondí tragando saliva, tenía que revelarle la verdad a Nicholas y con el miedo de perder a mi hija. 

 

— Señora Isabella. — Escuché al doctor y me levanté dejando a mi tía con mi hija. 

 

— ¿Si? — Pregunté temerosa. — ¿Habéis conseguido un donante? — Recé para que así fuera. 

 

— Lo lamento, estamos haciendo todo lo posible, pero el tipo de sangre de Patricia es difícil de encontrar. — Me explicó el doctor mirando a mi hija. — Debería de ponerse en contacto con el padre de su hija. — Apreté mis puños y miré a Patricia, que tenía casi cuatro años. 

 

— Isabella. — Me llamó tía Maribel cuando me acerqué a la cama. — ¿Que ocurre? 

 

— Nada. — Contesté, sentándome en la cama y agarrando las manos de mi hija. 

 

— Con las influencias de la familia Santana podréis encontrar un donante para ella. 

 

— Mi familia me está ayudando. 

 

— Pero no es lo mismo, sé que temes revelar la verdad pero la vida de Patricia está antes que el orgullo. 

 

— Lo sé. — Lloré apretando las manos de mi hija. — Lo sé... — Seguí diciendo. ¿Por qué nos había pasado esto?

 

— Mamá. — Escuché la débil voz de Patricia y la miré. 

 

— Cariño. — Dije y ella se quedó mirándome. 

 

— ¿Estás triste por mí? — Me preguntó y se me partió el alma al escucharla. 

 

— No, ¿sabes por qué? — Le pregunté, ella negó y me incliné besando sus manos. 

 

— ¿No? — Preguntó ingenua y sonreí. 

 

— Mamá se tiene que ir, pero volverá con tu padre. — Expliqué y Patricia abrió sus ojos sorprendida. 

 

— ¿Con mi papá? — Me preguntó y le asentí. 

 

— ¡Qué bien! ¿No, Patricia? — Habló tía Maribel y mi hija le asintió contenta. 

 

— Quiero ver a mi papá. — Nos dijo sonriendo y apreté sus manos con calidez. 

 

Preparé mi equipaje, cuando mi tía dejó sobre la cama un peluche de un oso. 

 

— Patricia quiere que te lo lleves. — Me habló Maribel y la miré agarrando el oso. — Sé que no es correcto lo que te voy a decir, Isabella. — Apreté contra mi pecho el peluche. — Pero no vuelvas sin tener la seguridad de que Nicholas te ayudará. Si tienes que destruir su matrimonio, hazlo. 

 

— Tía. — Hablé alzando mi mirada hasta ella.

 

— Utiliza a Santana, al igual que ellos te utilizaron. — Me dijo seria y le asentí. 

 

— Déjalo en mis manos, solo cuida de mi hija. — Le pedí y Maribel colocó su mano en mi brazo. — Y dile a mi madre que volveré. 

 

— Sé pondrá contenta. — Gruñó mi tía. - Ya la conoces.

 

— Si. — Respondí pensando en Carlotta, estába deseando decirle a los Santana que tenían una nieta.

 

Era de madrugada cuando llegué a la capital y del aeropuerto me dirigí directamente hasta el hotel. 

Observé desde el ventanal de la habitación el paisaje de la ciudad, las luces de miles de colores encendidas no dejaba ver el cielo de la noche. 

 

— Me pregunto que estarás haciendo, Richard. — Pronuncié, dándome cuenta de que era realmente lamentable a la hora de fijarme en un hombre. Cuando escuché sonar mi teléfono móvil y lo miré en la mesita, me acerqué agarrándolo. 

 

— ¿Cómo has llegado? — Me preguntó mi tía Maribel nada más contestar a la llamada. 

 

— He llegado bien al infierno. — Respondí sentándome en un sillón y di un suspiro. — ¿Cómo está mi gorda?

 

— Solo pregunta por ti. — Me informó Maribel y sonreí. 

 

— Si me fui hoy mismo de allí. — Dije y escuché a mi tía reírse. 

 

— Se encuentra muy acostumbrada a que estés a su lado. — Me habló y sonreí mirando en la mesita el oso de peluche de mi hija, y lo agarré. 

 

— Dile que volveré pronto. — Pedí mirando el oso en mi regazo. — Y que le llevaré a su padre. 

 

— Hija. — Me habló Maribel y pude notar preocupación en su voz. 

 

— Podré con todo, siempre ha sido así. — La quise calmar. 

 

— Cariño. — Respondió ella. — Tu madre Carlotta te espera mañana en el club. 

 

— Allí estaré entonces a primera hora. — Dije pensando en todos aquellos que hablaron mal de mí. — Tengo ganas de ver la cara que pondrán todos cuando me vean. — Ya no era la niña de dieciocho años que se casó con el único heredero de la familia Santana, ahora era una mujer y ante todo, madre. 

 

— Te deseo suerte. 

 

— Gracias, tía Maribel. — Agradecí mirando hacia el ventanal y esperando con ansias que amaneciera. 

 

La mañana siguiente nada más amanecer, salí de mi habitación caminando por el pasillo mientras miraba mi teléfono móvil. Mi madre me estaría esperando para desayunar con ella en el club. 

Cuando me detuve al ver ante mis ojos como Verónica salía de una habitación sonriendo. ¿Acaso Nicholas estába también en el hotel? Viendo a otro hombre que la agarró de la cintura besándola en los labios. 



#979 en Novela romántica
#373 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 20.04.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.