Casada Con Un Rico Heredero [ Libro 2 ]

6. Meditando La Verdad.

— Patricia está reaccionando bien al tratamiento. — Me habló el doctor y solo pude sonreí, llevábamos tres meses con el tratamiento. — Le podemos dar el alta y solo debería aparecer por aquí para sus revisiones. 

 

— ¿De verdad, doctor? — Pregunté como si sus palabras fueran un sueño para mí. 

 

— De verdad. — Me afirmó con un gesto de su cabeza también y me levanté de la silla agradecida. 

 

— Gracias por todo. — Pronuncié y él se levantó. 

 

— No es una despedida, nos veremos en un mes. Por ahora, Patricia puede ir a casa. — Fue claro conmigo y asentí. 

 

Caminé por los jardines del hospital, viendo a Patricia con Abiel bajo un árbol y él le leía un libro a mi pequeña. 

 

— Mamá. — Me dijo Patricia alzando su brazo y sonreí. 

 

— Isabella. — Se levantó Abiel y se acercó. — ¿Que ha dicho el doctor? 

 

— Que me la puedo llevar a casa. — Conté a Abiel y él colocó su mano en mi brazo. — Gracias a ti se encuentra bien. 

 

— No a sido nada, ahora podremos volver a la capital, ¿no?

 

— Sí. — Respondí mirándolo y Abiel sonrió. — Tengo que hablar con Roberto para que prepare todo a nuestra llegada. — Miré a mi hija que se levantó del suelo y caminó para nosotros. 

¿Qué pensaría Nicholas cuándo la viera? ¿Sabría a primera vista que es hija suya?. 

 

— Mamá. — Me agarró Patricia de la mano y me incliné besando su mano. 

 

— ¿Te lo estás pasando bien? — Le pregunté y ella asintió agarrando también la mano de Abiel. 

 

— Sí, papá es muy divertido. — Pronunciaron los labios de mi hija. 

 

— ¿Sabes? Hoy mismo nos vamos del hospital. — Le reveló Abiel y Patricia sonrió contenta. — Nos iremos a casa los tres. 

 

— Abiel. — Dije y él pasó de mí para prestar atención a mi hija. 

 

— ¿Viviremos los tres juntos? — Preguntó Patricia a quien ella creía que era su padre. 

En estos tres meses, Abiel había ocupado el lugar de Nicholas, incluso el lugar de Richard... esa persona desconocida a la que creí conocer, que se casó hace dos meses con la única hija del millonario Nakamura. 

 

— Para eso tendremos que convencer a mamá. — Le respondió Abiel mirándome. Patricia soltó entonces su mano y me agarró de la falda del vestido. 

 

— ¿Podemos vivir con papá? — Me preguntó poniendo mofletes. 

 

— ¿Eso, podemos? — Repitió Abiel dedicándome una sonrisa. 

 

— Lo pensaré. — Comuniqué a los dos y Patricia sonrió. 

 

— Es un gran paso que mamá lo piense. — Le dijo Abiel y mi hija me soltó para agarrarse a él. 

 

— Isabella. — Escuché a mi tía Maribel que caminó para nosotros. — El doctor ya me ha contado. 

 

— Sí, ya me la puedo llevar a casa. — Hablé viendo a Abiel con Patricia que volvieron bajo el árbol, como Patricia se le agarraba hablándole. 

 

— ¿Durante cuánto tiempo durará esto?. Patricia no es su hija. — Me habló mi tía seria. 

 

— Lo sé, tía Maribel. — Dije apretando mis manos con miedo. — Pero me duele hacerle daño, tal vez no pensé bien las cosas ese día. — ¿Pero que podía hacer ahora? Observé como Abiel empezó hacerle cosquillas y mi gorda se rendía en sus brazos. — Por ahora no puedo hacer nada. 

 

— Tu madre está furiosa, ella creía que por fin su nieta estaría en el lugar que le corresponde. — Me habló, preparándome para algo que ya sabía. 

 

— Ella siempre se enfada. — Respondí seria. — Volveré a la capital, tengo que ocupar el lugar que mi abuelo me dejó. 

 

— Ten cuidado, solo te pido eso. — Suspiró mirándome y agarró mis manos. — Y si quieres que vaya inmediatamente, no dudes en llamarme. 

 

— Eso lo sé. — Sonreí y ella apretó mis manos con amor. Maribel parecía más mi madre que Carlotta, algo que a mi madre siempre le ha molestado. 

 

Esa noche en casa mientras preparaba mi equipaje, podía escuchar las risas de Patricia y Abiel. 

 

— Si que tiene ese hombre energía. — Subrayó Maribel que me dejó unas ropas sobre la cama. 

 

— ¿Dime que no da alegría escucharla reír así? — Respondí feliz de tenerla en casa con nosotras. 

 

— También da alegría verte contenta. — Me indicó tía Maribel y me senté en la cama mirando mi equipaje. — Hija, ¿no has pensado en darle de verdad una oportunidad a Abiel?

 

— Somos amigos. — Le dije, aunque no sabía si éramos de verdad amigos o simplemente dos personas que se necesitaban. 

 

— De una buena amistad siempre puede nacer un amor. — Soltó mi tía y sonreí. 

 

— Creo que prefiero su amistad. — Le indiqué cuando tocaron a la puerta de la casa. — Iré a abrír la puerta. 

 

— Yo seguiré preparando tu equipaje. — Me contestó y me levanté caminando para la puerta de mi dormitorio, volviendo a escuchar que tocaron de nuevo al timbre de la casa. 

 

— Ya voy. — Dije bajando las escaleras, cual fue mi sorpresa cuando abrí la puerta y me encontré con Natalia Reyes y tras ella, Jaime. 

 

— ¿Dónde está mi sobrina? — Preguntó Natalia que abrió sus brazos y vi Patricia que corrió para abrazarla. 

 

— ¿Cómo has estado todo este tiempo sin depender de mí? — Me habló Jaime y le dediqué una seria mirada. 

 

— Mejor que tú. — Respondí. — Señor Jaime Reyes. 

 

— Calla. — Me soltó serio. Para poder casarse con Natalia tuvo que aceptar llevar el apellido de la familia Reyes, dejando de lado su apellido. 

 

— Señor Reyes. — Me burlé de él y Jaime gruñó cuando su mirada se desvió de mí, mirando para las escaleras. 

 

— Hola. — Saludó Abiel y Natalia prestó entonces atención. 



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 20.04.2021

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