Aitana Caseres
Una sonrisa de diosa se talla en mi rostro cuando suena el reloj despertador que mantengo en la mesa de noche, estiró los brazos bostezando, recordando el sueño donde me he ganado la lotería; lanzando fajos de dólares al aire, ¡Puf! Solo fue un sueño, nunca he creído en eso de la suerte, la fortuna no llega de la noche a la mañana.
Sonrío acunando mi rostro con el dorso de mis propias manos, la sonrisa no se me borra; cierro los ojos para meditar unos minutos. ¡No más deudas! Si llegara a pegarle al gordo, un suspiro se me escapa y estiro las piernas para quitarme algo de pereza.
Terminando mi sesión de meditación, dejo los pies sobre la suave alfombra, camino al mueble que sostiene mis cosas personales, compuesto por mi diario y libreta de apuntes, reviso lo que tenemos para el día de hoy, y es lo mismo de siempre: “ir a la boutique de mi tía, mi empleo actual y al que amo, soy amante de las cremas y los buenos aromas” me gusta diseñar ropa y sueño con un día montar mi propia empresa de modas.
Vuelvo a la cama, sacudiendo las sábanas e inició a cantar, “Kiss mee” de Ed Sheeran, en inglés, que voy a saber yo de hablar inglés; a duras penas pronunció el español. Provengo de una familia estricta de donde te ordenan dejar tu catre hecho, frase de mi madre: “así como mantienes tu cama, así mantienes tu vida” ¡Bueno es un poco dudoso ese refrán me gusta el orden y mi vida está tan desordenada que se asombraran!
Después de una ducha exprés, continuo con el canto, me visto y me calzo. Después de recoger mi cabello, y echar un vistazo como quede. Escucho los gritos de una enojada Isabella, ¡mi madre!
—Aitana Cáceres, ven a desayunar de inmediato o te irás con el estómago vacío.
Y ahí voy, saliendo a la calle con el vientre vacío, caminando varias cuadras para llegar al centro comercial donde trabajo, anoche le di los últimos pesos a mi madre, según ella para comprar el pan para la cena. Acabamos con el último gramo de comida y ella nunca volvió.
Un grito se me escapa, cuando un sujeto a bordo de una motocicleta me bocina, me quedo con la mano sobre mi pecho calmando mis respiraciones, casi me atropella, una sarta de improperios se atora en mi garganta, me toca tragármelos, el tipo me ve a través de su caso tenebroso y se marcha.
Término de cruzarme la calle para ingresar al centro comercial, subo por las gradas eléctricas hasta llegar al segundo piso, camino limpiando mi frente sudada y observo el nombre que brilla pegado en la puerta de vidrio "Fátima S.A" el nombre de la mejor mujer del mundo, quien tiene la solución a todos mis problemas.
Esta soy yo: una mujer que trabaja para sobrevivir el día a día, sin millones ni lotería.
“Los sueños son vanos, y la realidad es cruda”
Abro la puerta de vidrio que resguarda la Boutique que pertenece a mi tía Fátima, dejo mis pertenecías sobre el escritorio de la entrada y de inmediato voy a la parte de atrás para verificar que todo esté perfecto para cuando ella llegue.
Cojo una revista en mis manos, ojeo un poco fijándome en las modelos que desfilan en grandes pasarelas con diseños únicos, siento una electricidad en mi pecho y me imagino caminando como una diosa sobre las pasarelas de París. ¿Qué fue eso? Uno de mis sueños para cuando sea famosa modelaré en las grandes pasarelas. Luciendo mi cuerpo sedoso y bronceado.
Las etiquetas tendrán mi nombre y las prendas mi marca.
Resoplo, fastidiada, me gustaría verme usando uno de esos diseños que suelo elaborar en papel y nunca me atrevo a sacarlos a la luz, no gozó de una belleza como… Marcela, mi hermana mayor, ya la conocerán, inhalo y exhalo buscando paz y tranquilidad,
Entre cliente y cliente las horas pasan volando, despachando cremas para manchas, para la edad, entre todo los que se usa para mantener tu juventud, aceites comestibles para juegos sexuales, al final de mi primera jornada laboral me tomo un descanso sacando mi diario donde me desahogo escribiendo mis pensamientos frustrados.
Un golpe en la puerta, me espabila sacándome de mis sueños provocando que grite, y pegue un salto del susto, con pluma en mano dirijo la vista para asesinar al culpable de interrumpir mi momento íntimo, es tan grande la desilusión al ver al hombre que acompaña a mi jefa.
Es el ser más repugnante del planeta con una sonrisa similar a la del guasón, quizá la de ese payaso sea más agradable. Recargado sobre el cristal de la entrada, luciendo cómodo con su ridícula camisa cuadriculada, pantalones a mitad de sus nalgas, el abdomen flácido y abultado le cae sobre las piernas y usa zapatos informales, ¡Este hombre no conoce un peine! Agreguemos el ridículo bigote en su rostro,
—Ay, tía me asustaste— comunicó, dejando salir un poco de aire.
—Así tendrás la conciencia— ironiza sus palabras haciendo mención a la frase de su hermana, ¡mi madre! Evito decirle que ando con el alama en un hilo por lo que me sucedió cuando venía en camino—, Te buscan, lo encontré en la entrada es como una mosca que se prende en todas partes y riega la peste— mi tía lo odia por ser un abusador y aprovecharse de las buenas personas.
—Hola, señorita Aitana ¿no va a saludarme? — Humo sale de mis orejas, mi rostro caliente de la rabia, es sencillo, me da sarpullido solo de verlo. ¡las ganas de matar a mi madre son grandes!