Aitana Cáceres
Alana corre para poder alcanzarme, como mi amiga que es, jamás me dejaría sola cuando estoy a punto de explotar y querer arrancar cabezas. ¡Quiere evitar una desgracia! Soy capaz de matarlo tras arrancarle la lengua, ella sabe todo respecto al tema. Aparte de mi diario es la persona en quien puedo confiar, contarle mis problemas, —Debo encontrar una solución— espeto, pidiendo ayuda, es tan bondadosa que sería capaz de darme su pago para que pueda respirar un poco.
—Encontraremos una— consuela, da una palmada en mi espalda tranquilizándome.
—Pare esta locura o voy a tumbarle los dientes— afirmó colérica al entrar de nuevo a la boutique, está hablando puras tonterías, y las ancianas que nos compran cremas antiarrugas lo escuchan con atención.
—Calma cariño, ya te domare cuando seas mi esposa— se acerca con su cara de ridículo. Es tan tonto ese papel de domador lo hace ver más bobo. Con esa pinta de ranchero monta perros y ese olor a vaca que carga todo el tiempo.
—No me casaré nunca con usted ¡Antes lo mato! — grito tirándome sobre su cuerpo, deseo poder dejarlo mudo, sin embargo, los brazos de Alana me detienen tomándome por la cintura.
—Ignórenla se encuentra en sus días, quedan todos invitados a nuestra boda, su madre la vendió como un trozo de carne, esa mujer es una desvergonzada por tener lujos vende a esta pobre criatura— ¡Ay, como te odio Sancho panza! Jalo mis cabellos tragándome el grito.
Camino dos pasos empuñando la mano izquierda es con la que mejor golpeo, le suelto un puñetazo certero que lo envía directo a besar el piso. Grito junto a su alarido me han dolido los nudillos, jamás había golpeado a una persona, Rambo se endereza y sonríe con la boca ensangrentada, caigo en cuenta que si le he tumbado dos dientes; tiene un agujero que deja ver su garganta cuando aprieta los dientes.
—Necesitas aire— propone Alana calmando mis emociones, agradezco e iniciamos a caminar por el centro comercial, dejando al bobo ese, a allí tirado pidiendo ayuda.
*****
Recibo un mensaje de mi tía, han pasado dos horas desde que me fui. Alana se retiró dejándome sola quería acomodar ideas y pensar en la vida miserable que me espera.
Vuelvo a mi trabajo con el corazón destrozado, rogando porque el fastidioso del prestamista se haya marchado. Intentos fallidos son los que obtuve al llamar a mi madre. Compro un vaso de té para relajar mis nervios, el lugar está un poco lleno, me planto detrás de un sujeto que usa una chaqueta negra de cuero, vaqueros ceñidos a sus piernas, y las puntas de su cabello son negras como la noche, me genera curiosidad luce como un motero, intento verle el rostro, sin embargo, me toca el turno de recibir mi bebida ya me marcho.
Un hombre se acerca cuando estoy pagando en caja, giro para averiguar de quién se trata —¿en qué puedo ayudarle? — indago con un poco de curiosidad.
—Necesito hablar con usted— expresa, con el rostro sin expresiones.
Hago un examen facial tratando de recordar dónde lo he visto, claro es el dueño de nuestra vivienda, será posible ¡Marcela…! Grito en mi interior.
La boba de mi hermana debe de haberle hecho un desplante, tengo que evitar a toda costa que mi padre lo sepa, le dará un infarto ocasionado por la ambición de su esposa y las tonterías de su hija, se me ocurren varias ideas ninguna es creíble, «vamos Aitana eres más inteligente que esto»
—¿Puedo saber para que me busca? — sé la respuesta. Sin embargo, es necesario preguntar.
—Me deben más de un año de renta, busqué a su madre y dijo que hablara con su hermana mayor— comunica con un tono serio, haciendo que me arda la garganta.
—Puede encontrarla en donde trabaja— propongo, la renta es responsabilidad de Marcela.
—Vengo de su casa, y nadie me ha dado información de donde poder encontrarla, contaba con que usted lo supiera.
—Siendo honesta, jamás he preguntado la dirección de la empresa donde mi hermana labora.
—Siendo de ese modo, usted es la única que puede ponerse al día con todo lo que me deben.
—Pero no tengo para pagarle, apenas y estoy resolviendo lo de una…
—No me interesa lo que tenga para decirme, alguien debe de pagar la renta, me veré en la obligación de hablar con su padre…
—Por favor no le diga nada a nadie, prometo que le pagaré hasta el último centavo, se lo suplico ahora márchese— pienso en lo enfermo que se encuentra el viejo corazón de mi padre.
—Usted no tiene un buen empleo, la he investigado, llame a su hermana, pero dijo que ella no me pagaría. Y pues disculpe, sé que es una buena muchacha, pero ya no puedo darle más tiempo, tiene un mes para pagarme.
Me sostengo de una pared imaginaria, evitando caer al suelo, he tenido un día de espanto y tengo un corazón frágil, me repito que debo de llegar a los cuarenta años, aun soy virgen. Si muero en este instante ¿Iré al cielo?
—Inicio mañana en una negociación— miento, ¿en qué me estoy convirtiendo?
—Tiene un mes, debe pagarlo todo— manifiesta, entregándome un papel con la cantidad escrita, casi me desmayo, de nuevo, ni en un año podría reunir ese dinero.
Mi padre tiene diabetes, también es paciente hipertenso con una mínima cosa alteraría su azúcar y podría morir, es por eso que trato de evitarle un disgusto.
—¿Qué sucede? — cuestiono llegando sin aliento, me abanico con las manos para disminuir el calor.
—Es una empresa prestigiosa, con diseñadores de alta calidad, son exigentes y tú eres una despistada, además tengo una reputación que proteger, tú no sabes nada de diseñar. ¡Eres un desastre! Sin embargo, querida sobrina eres la mejor creando cremas y lociones, eres un encanto y te ganas el corazón de las personas, me acompañaras a firmar ese contrato el menor de los Castelo accedió a comprar todas nuestras cremas para que las usen sus modelos. Y venderlas en sus tiendas internacionales.