Casada Por Obligacion Con Mi Jefe

Capítulo 6

 

 

Alessandro Castelló

 

Las aguas del río Magdalena, son bastante bravas, una persona normal, no se atrevería a retarlas. Se encuentra situado en una zona boscosa en el cerro de San Miguel, en la ciudad Cuajimalpa de Morelos, el cual alimenta el famoso bosque de “los dinamos”. Soy un hombre amante a la naturaleza, las aventuras de alto riesgo forman parte de mi vida, el peligro es dinamita para mi cuerpo, desde que fui expulsado del vientre de mi madre no he podido permanecer quieto, me gusta experimentar, casi en todo, hay un solo tema que me causa alergia y es el amor.

No nací para estar encerrado en cuatro paredes, dirigiendo una empresa ni lidiando con tantas personas. Sin embargo, es algo que me toca hacer, aunque me sienta encorralado, asfixiado y un prisionero todo el tiempo.

Motivo por el cual ahora me encuentro en la parte de arriba del río, dentro de una balsa inflable, deslizándome por todo el acantilado aparte del peso del agua, uso un remo para guiarme y seguir derecho, seguro tengo cientos de llamadas de mi hermano, y mi secretaria, hay un festín para celebrar el cumpleaños de papá, prometí estar presente y así será.

El agua me arrastra por todo el río, chocando contra las piedras, hay pequeñas cascadas que solo hacen más emocionante el momento después de tomar cientos de fotografías y llegar al pico del cerro a pie, cargando la balsa, la que ahora conduzco ¡Poner mi vida en riesgo no estaría mal! ¿Qué es de la vida sin aventura? ¡Aburrida y monótona!

Hago uso de mis fuerzas para sacarla la balsa del agua, la levanto, alcanzó a escuchar el tono de llamada del teléfono, de seguro es mi hermano, sonrió al imaginar su cara de fastidio, odia que papá lo ponga a perseguirme, soy como la oveja negra, el chico que se pierde de la vista de sus padres, desaparece y el caos inicia.

Siempre tuve la manía de escaparme de los colegios e irme a lugares donde pudiera estar solo, saltar de los acantilados y caer en picada sobre el agua, zambulléndome, eso era mi vida, no la que me he visto obligado a llevar.

Decido contestar, dejando la balsa sobre el suelo, sacudo mis manos para secar el agua que estila por ellas, camino a mi camioneta, tomó el teléfono, y el nombre de Christian aparece en la pantalla, deslizar el botón para responder, me toma unos segundos.

—Hola— controlo la respiración agitada, al hablar.

—¿En dónde estás? — cuestiona con voz de fastidio.

—Ya voy, Christian— respondo dejando salir una honda bocanada.

—¿Dónde demonios, estás? — su interrogación va a acompañada de un tono irritante, a estas alturas ya debería saber que nunca les voy a obedecer.

—Dije que ya voy, que ¿me extrañas? — chisto haciéndolo enojar, es un amargado que no respeta a su hermano mayor.

—Sí, claro— responde con burla, aunque lo niegue, sé que mi presencia le causa calor en el pecho.

—Ya voy para allá— dejó el teléfono en el mismo lugar de donde lo tomé, me inclino para recoger mi camisa, y cubrir mi desnudez, ante el silencio debe de colgar.

Ato mis zapatos de montañero, me pongo en pie, alzo mis brazos antes de tomar la balsa y los remos, los subo en la parte de arriba del carro, la sujeto con cuerdas, haciendo nudos seguros para que no se caiga, subo a mi todoterreno, embarrada de lodo, coloco mis anteojos, doy un último vistazo al lugar.

¡Me espera el ruido molesto de la ciudad!

El tráfico me irrita, me toca quedarme a esperar por más de una hora, a mi lado hay un convertible en color rosa, con cuatro chicas a bordo, miran mi camioneta embarrada de lodo y se hablan al oído seguro, se burlan, mantengo los vidrios arriba, entonces decido bajarlos y sacar el rostro fingiendo que necesito un rayo del sol, mis ojos notan su cara de estupefacción, y cuando intentan levantar la mano para saludar arranco y hago que pringas de lodo caigan sobre ellas.

***

Al llegar a casa, decido darme un baño y vestirme adecuado para ir a la oficina, termino en tiempo récord y me voy a la cochera mi pasión son las motocicletas, me quedo de pie viendo cual de todas usar y elijo la misma que use los días atrás, estando en ella recuerdo a la despistada mujer de cabellos negros que arroye, para mi buena fortuna no le sucedió nada.

Tras llegar a la entrada del estacionamiento de la empresa, siento la ira recorrer por mis venas, la misma mujer, atolondrada y desubicada se cruza en mi camino, freno de golpe y decido voltear a verla, en esta ocasión hay algo que despierta mi curiosidad, sus ojos negros están tan abiertos que parecen algo celestial, sus labios pequeños hacen contraste con esos pómulos bien definidos.

—Ten más cuidado, fíjate por donde caminas— mascullo, de mal humor.

Desconozco si me ofende o que hace, después de mi pequeño insulto, por que la dejo de pie y me voy a mi patrimonio.

Las puertas de “El diablo viste a la moda” se abren dándome paso, un seco, —Buenos días— apenas audible se me escapa.

Todas se quedan calladas, y bajan la cabeza al sentir mi presencia.

—Buenos días, señor— contestan al unísono, continúo caminando escuchando el mismo cuchicheo de siempre, en esta ocasión es mi vestuario el centro de atención.



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En el texto hay: amorodio, romance, drama

Editado: 29.12.2023

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