Llegamos al lugar, bastante fino, la chica rubia "amiga" de David me ayuda con unos anillos, se supone que son los más caros, yo no sé mucho de anillos para chicas así que acepto sus propuestas.
Aproximadamente a las 3 de la tarde llamo a Alex para decirle el lugar donde se supone que nos vamos a casar, de haber tenido más tiempo, al menos me hubiese cambiado, pero ¿ya qué?, me divorciaré en 6 meses y esto será sólo un mal recuerdo.
Alex entra por aquella puerta, mientras David y yo estamos sentados en una pequeña banca en el despacho del abogado, mis manos están sudando y sé que ella se siente igual, le doy el anillo de compromiso mientras nos acercamos al señor de cierta edad avanzada que por suerte está hablando por teléfono y no se percató que Alex apenas se está poniendo el anillo de compromiso con un enorme diamante en el centro que mira asombrada. Cuando finalmente deja de hablar por teléfono y nos mira.
—Amo las historias de amor, de jóvenes personas que se casan sin pensarlo mucho —exclama efusivo ¿Qué? ¿Historia de amor?
Comienza a buscar unos papeles, cuando escucho una risa provenir de Alex, de inmediato me giro hacia ella con intriga ¿Qué es lo gracioso de todo esto?
—Lo siento —aclara su garganta —es la emoción —el abogado sonríe, frunzo mi entrecejo observándola mientras se ubica a la par mía donde el abogado le indica.
Luego del sermón, comienzo a firmar los papeles justo después de Alex, intercambiamos los anillos de matrimonio, me parece que la amiga de David dijo que eran de 18 quilates no lo sé y no me importa, almenos el oro blanco se me mira bien, para el tiempo que lo usaré está bien.
—Puede besar a la novia —exclama el abogado, frunzo mi entrecejo y quito mi mirada del anillo para ponerla en él, está sonriendo ampliamente.
Bien, se supone que los novios se besan, además un beso no significa nada. Alex se voltea hacia mí y me mira, como buscando una explicación o que me niegue, no tengo de otra, rápidamente beso sus labios suaves y el abogado comienza a aplaudir.
Este señor me saca de quicio.
Salimos de ahí, aún sin creer lo que acabo de hacer por culpa de mi padre, tengo trabajo que hacer, me dirijo a la empresa luego de decirle a Alex que como regalo de matrimonio puede faltar mañana al trabajo, ella sonrió, dejando sus dientes perfectos al descubierto, tiene una bonita sonrisa debo admitir.
Al día siguiente, sigo con mi trabajo como siempre, aún no puedo creer que me haya casado y ni siquiera disfruté de mi noche de bodas como las personas normalmente lo hacen. Recibo llamadas de mi banco una y otra vez, almenos Alex está cumpliendo con su parte y se está preparando para la cena y... comprando ropa interior, ropa interior que yo no podré ver, la asistente de David está haciendo el trabajo de Alex, ya me tiene con dolor de cabeza, no me gusta repetir nada dos veces, almenos Alex ya sabe eso, me retiro temprano, tengo que prepararme.
—Oliver, ¿Y a qué se debe que regrese temprano? —Rosa está aspirando los sofás de mi sala y me mira con intriga.
—Me casé y tengo que ir a una cena con mis padres —ella frunce el ceño y deja de aspirar —Me casé con Alexandra, mi secretaria.
—¿Qué? —ella lleva sus manos a su cintura y me mira aún con más incertidumbre en su rostro —¿La chica bonita de los ojos verdes?
Me quedo analizando lo de "la chica bonita de ojos verdes" si digo que sí, Rosa pasará molestándome con eso todo el día, así que mejor ignoro esa pregunta.
—Mi padre amenazó con quitarme la presidencia por no casarme. Así que la única opción era Alex.
—Osea, ¿Sólo le dijo que si se casaba con usted para mantener la presidencia? ¿Así por así? —se cruza de brazos y yo asiento con mi cabeza.
—¿No es perfecto? Cuando me divorcie hasta a ti te llevaré a celebrar con unas cervezas —guiño un ojo mientras camino en dirección a las escaleras.
Rosa estalla a carcajadas pero no puedo quedarme a acompañarla, tengo que alistarme, subo a mi cuarto y me doy una relajante ducha.
Me visto y me peino perfectamente como es de costumbre, pongo mi reloj en mi muñeca, espero Alex esté lista porque yo odio esperar, bajo las escaleras acomodando mi saco negro, sólo se escucha el sonido de mis zapatillas, lo que significa que Rosa ya se fue a su casa. Alex me hace llegar su dirección en un mensaje de texto.
Conduzco y conduzco, no vivimos tan cerca, llego al lugar y es un edificio de varios departamentos, yo no pudiera vivir aquí ni en sueños, muchas personas, mucho ruido. Entro y diviso el ascensor, llego hasta el piso 12 y observo los números en las puertas de los apartamentos hasta que llego al que dice en el mensaje.
Golpeo la puerta y una joven que supongo de la misma edad de Alex pero trigueña y cabello rizado abre la puerta. No tuve necesidad de preguntar.
—¡Hola! Supongo eres Oliver Anderson, soy Natalie, mejor amiga, compañera de cuarto, compañera de tragos, maquillista, sexóloga...
¿Qué? Lo último suena interesante.
—¡Natalie! —escucho la voz de Alex.