Mientras nos fundíamos, sentía como gritaba a lo lejos, no entendía porque mi mente se distorsionaba y se iluminaba en neón, sentía aquel grito negro que calaba los huesos y hacía parpadear aquellas luces brillantes en mi mente, la que se encontraba dividida entre mis delirios, saltaba entre los pensamientos entre unos y otros creando alucinaciones y probabilidades en binario, proceso en segundos que alguien me hablaba de supuestos alternos a mi realidad, intuía que pronto mi ser se uniría con la materia viva en frente de mí. Pero al mismo tiempo sentía como esa alma percibía el cemento en sus dedos, sentía como si el vidrio rasgara su piel, intentando no caer por una escalera de un edificio mal iluminado. Tenía que elegir, mi mente no soportaba la presión de ambos actos, sentía como mi mente se dividía, como si estuviera separada por un vidrio, en donde veo lo que pienso, pero no puedo cambiar nada. De pronto regreso a ser solo uno y pienso en que tengo que decidir entre el banal placer y la misión que sé que me corresponde, porque de repente me ataca un rayo, uno que atraviesa mi mente, como si fuera un impulso eléctrico proveniente de los creadores de nuestra realidad que me trae un comunicado del pasado, un flashback de mi infancia y juventud recordando que ya había escuchado ese grito y lo había ignorado, era horrible, pero cuando callaban, era aún peor. Sentía como mi alma se partía en partes pequeñas y se alejaban de mi existencia y por eso creo que debería no provocar ese dolor, sin embargo, el placer calla mis sentidos y el dolor que me provoca cuando deja de gritar se extingue después de sentir el placer de lo mundano. Las luces se apagan, el binario equivale al Cien por ciento y mi alma crece, añadiendo parte del ser primogénito y por fin estoy listo para continuar muriendo.
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Editado: 09.10.2019