Catarsis: La vida es un cúmulo de crueles recuerdos.

Capítulo 20.

Nuevo hogar, nueva habitación, un nuevo amigo, un nuevo mundo conocer, una realidad por afrontar y una sed incontrolable de seguir liberando mi alma; aún habían trozos de mi pasado clavados en mi corazón que tenía que sacar para poder ser verdaderamente feliz, pero no sé por qué sentía que había dejado algo importante en el hospital psiquiátrico, tampoco sabía que era, pero sabía, o más bien tenía el presentimiento que tenía algo que ver con esa puerta, la misma puerta que vi la vez que me cambiaron de habitación, la misma puerta con la que soñé, la misma puerta con la que sentí una fuerte conexión.

Pero ahora no podía hacer nada al respecto, hasta atrapado, ahora solo podía sentarme y meditar un poco, calmarme, canalizar mis emociones; no quería tener un gran ataque en la cárcel y que me subieran la condena, y mucho menos quería que saliera mi nombre en los periódicos diciendo que había matado  todos los reclusos de la cárcel.

Eran las 9:30 de la noche, o bueno, eso creía, no tenía un reloj donde ver la hora, pero más o menos esa era la hora que calculaba. No tenía sueño, estaba sentado en la cama, y había un extraño pensamiento dando vueltas en mi cabeza, aunque más bien, era como una especia de duda existencial: Si aquella tarde de otoño maté a toda mi familia con mis propias manos, ¿cómo es posible que Jaden estuviese vivo si él estaba con nosotros en ese momento?

Trataba de aclarar mi mente, trataba pensar en una solución lógica respecto a eso, no tenía sentido, y no podía dormir, si lo intentaba me despertaría esa idea, además me estaba aturdiendo, me desesperaba, solo me quedaba respirar, respirar, y respirar, inhalar y exhalar. Eran técnicas de autocontrol que me habían  enseñado en el hospital, y fue ahí, cuando entonces quise afrontar pasado con más pasado, me decidí enviar  mi mente al pasado, al pasado mucho más pasado, a aquellas épocas de cuando apenas era un niño. Necesitaba distraerme y olvidarme de las cosas que me molestaban.

Llegué hasta los más recónditos recovecos de mi mente; solo eran imágenes y recuerdos confusos de mi infancia, no podía recordar muy bien, solo eran lágrimas y bestias; entonces viajé un poco más al presente sin alejarme tanto del pasado, y fue en ese punto de mi vida cuando recordé que lo que hoy es mi presente mañana será pasado, y que en mi presente había estado haciendo cosas terribles, que mi presente era incluso más cruel que mi pasado, y fue allí cuando reflexioné y decidí crear un mejor pasado, decidí que las cosas que haría en mi presente serían cosas muy diferentes a las que venía haciendo, para que en el futuro no se repitiera la historia de un hombre esquizofrénico aislado del mundo, atormentado por un cruel pasado.

— ¿Insomnio? — dijo una voz.

—Algo así — le respondí —. Trato de organizar idea.

— ¿Tú me recuerdas? — preguntó.

—Sí claro, eres la bestia que me atormentó durante muchos años de mi vida.

— ¿Y qué?, ¿acaso ya no te doy miedo?

— ¿Quieres que te sea sincero? — le dije mirándolo a los ojos.

—Sí.

—No, ya no me asustas.

— ¿Por qué?

—Porque hiciste más fuerte.

— ¿Yo te hice más fuerte?

—Sí, el temor que sentí ayer, hoy se ha convertido en la fortalece para vencer el temor que está porvenir.

—Pero si todas las noches gritabas al verme, ¿qué cambio?

—Cambió que entendí que la maldad del mundo asusta más que una bestia imaginaria.

— ¿Yo soy imaginario?

—Físicamente si lo eres, pero lo que asusta de ti es tan real como Arthur que está durmiendo ahí arriba.

— ¿Entonces no soy real?

—No, querida bestia, pero eres importante.

— ¿Importante para qué?

—Para forjar el carácter.

—Siendo así, ¿qué soy?

—Eres un cúmulo de crueles recuerdos, recuerdos que hoy, aunque duelen, son cicatrices, cicatrices que hoy forman un ángel llamado: Ganas de vivir.

—Y por lo que veo ya tú tienes ese ángel.

—Sí.

—Entonces, no tengo nada que hacer aquí.

 

—No, no, no, no digas eso, tendrás que venir de vez en cuando para recordarme que tengo un ángel.

—Gracias.

— ¿Por qué?

—Por decirme que no soy tan malo como todos piensan. —

—Siendo así, te digo que no hay de qué.

Y desapareció, se desvaneció la bestia, y yo me quedé mirando al vacío, sin saber en qué pensar, sin saber qué hacer y sin poder dormir.

Algunos insomnios suelen ser inspiradores, pero este, fue mucho más que eso, fue una lección y un fortalecimiento para mí, me inspiró a decirle adiós al viejo Richard, a el dolor que me traía el pasado, al temor que me causaban las rosas y las mariposas,  a las ganas de volver al polvo, fue una tremenda inspiración que forjó en mi algo que nunca antes había sentido y quería seguir sintiéndolo, sentía catarsis, sentía liberación, pero ahora quería mostrarle la catarsis al mundo, quería que la gente que sufre pueda ser feliz, y estaba en el lugar correcto para empezar. Las cosas nunca pasan por casualidad, hay cosas que ya están escritas, pero hay otras que tenemos que escribir. Y yo no quería perder el tiempo, pero debía esperar a la gloriosa salida del sol, entonces, solo podía dedicarme a las conversaciones internas, a hablar con cosas que aunque no están verdaderamente, la esquizofrenia me ayuda a ver; a hablar con las bestias que corrompen el mundo, y preguntarle el porqué de tanta maldad,  a hablar con el tiempo y preguntarle el porqué de tantas cosas que por culpa del efímero eterno en el que vivimos, jamás podríamos responder.



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En el texto hay: misterio, dolor, miedo al pasado

Editado: 18.12.2018

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