Celos

Manipulación

Segundo intento de matrimonio, Isa pensaba que esta vez sí sería para siempre. Esta vez su madre ya no estaba para celarla ni advertirle sobre su futuro esposo.

Esta vez el celador era él mismo y una vez casados, lo primero que hizo fue convencerla de que lo mejor era mudarse para la capital. Esa fue su primera estrategia para alejarla de todos sus seres queridos, familiares y amigos.

Una vez allá instalados, no dejaba que saliera demasiado para que no pudiera hacer nuevas amistades. Ya la había convencido antes de casarse, que dejara su profesión con el argumento de que él ganaba bien y no precisaba que ella trabajara, era preferible que se quedara en casa todo el día, cuidando a las niñas y atendiéndolo a él.

Así lo había hecho Isa, creyendo que tenía toda la razón.

Pero con el tiempo, las cosas fueron empeorando. Lo que todos creían era un matrimonio perfecto, se fue convirtiendo en una pesadilla de puertas adentro.

Isa comenzó a sentir la falta de contacto con sus amigas, con sus pacientes, y cuando le reclamaba porque él se pasaba afuera todo el día y ella se comenzaba a sentir como una esclava, él levantaba el tono de voz y hasta le había llegado a pegar en varias ocasiones, sin importarle que estuvieran las niñas presentes. Llegado ese punto, Isa prefería no hablar más del tema, echarse la culpa de todo para tranquilizarlo y continuar como si nada pasara.

Pero un día ya cansada de la situación, porque se había dado cuenta que hacía un tiempo su marido estaba saliendo con otras mujeres, intentó encararlo, tomar coraje y pedirle el divorcio. Fue tal la paliza que le dio su marido, que estuvo quince días sin poder salir de su casa ni para hacer las compras para no tener que dar explicaciones a nadie. Su marido por su parte, la seguía culpando de todo lo que pasaba. Le decía que si ella fuera mejor esposa, él no tendría que buscar otras mujeres; si ella no se quejara todo el día, él pasaría más tiempo en casa, y así para todo tenía una excusa que la terminaba inculpando a ella.

Era tan convincente en sus argumentos, que hasta le llegó a dar la razón nuevamente. Pero luego de padecer lo mismo durante años, tomó la decisión de irse para la casa de su padre con las niñas y finalmente pudo divorciarse luego de muchas disputas difíciles.

Isa pudo comprender que en este matrimonio no fueron los celos sino una manipulación perversa por parte de su marido que la quería controlar todo el tiempo, mente enferma se dijo.

Cuando después de un tiempo, pudo retomar su vida tanto profesional como emocional, prefirió seguir viviendo con su padre para poder cuidarlo porque ya estaba muy mayor para vivir solo.

Además, después de tales experiencias, se dijo a sí misma que se tomaría un largo tiempo antes de volver a pensar si quiera en casarse nuevamente.




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