Estaba en ese momento de melancolía que es cuando más necesito escribir; necesito escribir porque me sirve para desconectar de este mundo, y buscar ese espacio de seguridad, de tranquilidad, de paz espiritual. Ese lugar donde nada, ni nadie me afecta. Y me vino a la cabeza la palabra... Recuerdos...
Desde que he nacido, hace ya unos cuantos años, mi mente se ha ido llenando de recuerdos, desde el primer sonido que escuché cuando mi cerebro se activó dentro del vientre de mi madre, desde la primera imagen que llegó a mi cerebro, desde el primer roce de mi piel en este mundo exterior, o el primer aire que llegó a mis pulmones. Hasta el sonido que puedo escuchar ahora mismo, o el perfume que puede detectar mi nariz. Todo son recuerdos que una vez que los incorporamos a nuestro cerebro podemos reconocerlos nuevamente si los detectamos.
Pero también hay otros recuerdos, que es de los que me estaba acordando hace unas horas, Recuerdos que me entristecen, o me alegran y después me entristecen… que también puede pasar.
Algunos son recuerdos cercanos, y otros solo son recuerdos que guardo en el Cementerio de los Recuerdos.
Todos tenemos nuestro propio Cementerio dentro de nosotros. Seres queridos que hemos perdido, relaciones que no han llegado a fructífera, amigos que hemos olvidado con el tiempo, o familia que por errores hemos perdido por el camino.
Este libro no será un relato personal, pero intentaré acercarme mucho a lo que tú, o tú, sentisteis alguna vez. Porque en mi vida siempre he sabido escuchar y darme cuenta, que lo que otras personas me han contado, no es muy distinto de lo que yo he vivido en algún momento de mi vida.
He leído que la palabra, “Cementerio”, viene del término griego "koimetérion, que significa "dormitorio", y es en ese dormitorio donde almacenamos nuestros recuerdos. La palabra, “Recuerdo”, emana del latín, del vocablo “Recordis”. Re, equivale a "de nuevo" y Cordis, sinónimo de "corazón". Por lo tanto el Cementerio de los Recuerdos, es dormitorio de nuevo corazón.
El recuerdo está asociado a una función cerebral (conexión sináptica entre las neuronas), y una facultad psíquica (capacidad de retener el pasado)
Dice mi madre que antes de nacer, ella me ponía en su barriga la música que escuchaba; dice, que cuando más rebelde estaba, cuando mis manos y mis pies estiraban su piel como buscando una salida, ella me ponía música, yo me relajaba y ella podía descansar.
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—José, yo no sé qué te diría tu madre, pero tu hijo me tiene martirizada. Es igual que le ponga a Beethoven, Prince, Los Beatles, o Locomia, me tiene la barriga como si estuviera jugando un partido de fútbol.
—La relajación es la clave de todo. Si nota que estás nerviosa, alterada, ella también lo estará; si ve que estás relajada, ella también lo estará. Date cuenta que compartís la misma sangre, aunque tengáis dos corazones.
—Es fácil decirlo, desde la barrera yo también sé torear. Pero ten a tu hija cinco minutos y ya verás que te es difícil conseguir esa relaja... ¡Lo has visto!, otra patada que me ha soltado la niña.
José, ¿estás seguro que el ginecólogo vio que era niña?
—Sí, amor.
—A ver si va a tener que ser Manolo.
José y Alba, son una pareja joven que está esperando su primera hija. Después de horas de cambios de nombres, de cesiones por ambas partes han terminado por ponerle el nombre de María José. Sí, yo también pienso igual, que han sido poco originales. Pero ninguno de los dos aceptaba el nombre que el otro ponía, y ya lo peor fue cuando padres y abuelos querían proponer otros nombres.
A la inexperiencia como madre hay que añadirles los cambios hormonales que las mujeres sufren, y que la pareja estaba experimentando estos meses.
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María y Pedro, son padres de dos hijos, la experiencia ya la tienen de sus dos hijos anteriores.
Raúl es el hijo que tiene en su vientre, un niño que apenas se mueve. Hay momentos en que María desearía no tener ese hijo. La pareja está un poco disgustada después de que el doctor les dijera que iban a tener un nuevo hijo. Deseaban, desde la primera vez que se quedó embarazada, tener una niña. Y con cada embarazo cada vez que les dicen que va a ser niño sienten una gran decepción.
— ¿Qué tal te encuentras?
—Bien, aquí llevando a tu niño.
—El embarazo te sienta muy bien, cada día estás más hermosa.
—Hermosa sería si llevase dentro a Eva.
—¿Vas a tener una niña? —le pregunta Felipe el hijo mayor de cinco años. Su hermano Sebastián no sabe aún hablar, solo tiene un año.
—No hijo, eso quisiera yo.