La vida de Maje no fue todo un bonito mundo de fantasía. Con su primer amor supo lo que dolían las separaciones, como se encogía el corazón, y conoció esa dura etapa en la que solo tienes ganas de llorar. Y quiso llorar hasta que pudiese olvidar a ese chico, pero las lágrimas no fueron la solución, esta vino con el nombre de otro chico. Peto esta nueva relación no dudo mucho, no sentía el mismo amor que por el primero, y además era muy infantil, solo quería estar con sus amigos, no la trataba como ella se merecía.
La mayoría de edad la celebró, como cada año, con su familia. Guirnaldas, confetis, su nombre escrito en banderines que cruzaban por encima de la mesa donde iban a comer, pero esta vez el ambiente era más frío. A pesar de que su padre, siguiendo la tradición, había sacado el pompero y estas surcaban el cielo azul, ella ya no corría detrás de ellas para explotarlas, solo se dedicaba a verlas alejarse hasta que explotaban.
De su familia ya no estaban los abuelos que habían muerto el pasado año. Así que allí estaban sus padres, su amiga Paula y su inseparable "Coco", que era el nombre que le había puesto a su perrito, y el único que corría por el patio persiguiendo las pompas, y ladrando para que le hicieran caso.
La falta de sus abuelos con los que tenían una gran cercanía les había afectado mucho, pero también el gran cambio que iba a hacer en su vida. Se iba a la universidad a más de doscientos kilómetros de su hogar. Dejaría de vivir con sus padres, ya no estaría con sus amigos, ni podría llevarse a Coco. Iba a dejar atrás toda una vida y le tocaría enfrentarse a un mundo para el que no estaba preparada.
Toc, toc. Golpes suaves en la puerta, nadie parece que haya en su interior.
Toc, toc. Golpea un poco más fuerte mientras mira a su alrededor temiendo que alguien más la hubiera escuchado.
"¡Por dios, ábreme la puerta!" Grita en su cabeza. Hace un nuevo intento de volver a golpear cuando está se entreabre ligeramente. Al otro lado de la puerta una somnolienta Blanca, su compañera de piso, le habla.
— ¿Maje, sabes qué hora es?
—Lo siento cariño, se nos hizo la hora muy corta. —le responde mientras entra en la habitación.
—¿Y tus llaves?, no me digas que las volviste a perder.
—Creo que no. —Coge su chaqueta azul y las mueve delante de la cara de su amiga—al cambiarme de ropa se me quedaron en el bolsillo.
—Muy bien, pero yo me voy para la cama que en dos horas toca el despertador. Algunas queremos aprobar este curso.
—Y yo. Venga vete a dormir y mañana te cuento que tengo novedades.
—Sí, sí, mañana.
Antes de acostarse se fue al baño a limpiarse la cara y lavarse los dientes. El espejo le reflejaba una cara con una sonrisa que parecía no tener fin. Un beso lanzado al cristal, y un "Guapa", que se escapa de sus labios.
—Por favor Maje, apaga esa luz y acuéstate.
Ella se sienta en la cama de su amiga y le empieza a decir que Paolo y ella vuelven a ser novios. Su amiga se gira dándole la espalda y le responde con un simple —Vale, ya me lo cuentas mañana.
Y la mañana llegó demasiado pronto, Maje se resistía a levantarse mientras su compañera le tiraba de la manta para que se levantase.
—Venga que vamos a llegar tarde.
—Vete tú adelantándote que ya te alcanzó.
—La última vez que dijiste eso te saltaste cinco clases.
Y la excusa de dolor menstrual ya lo usaste la semana pasada.
—Es que me sigue doliendo. Es un hombre que sabe de lo que nos pasa a las mujeres.
—Pero hoy hay un examen, que no has preparado, pero que aprobaras con nota.
—!Ostras!, se me había olvidado.— Y en menos de lo que ella tardaba en pestañear ya estaba vestida y con las botas puestas.
En el camino a la clase le toco escuchar el sermón de su amiga. Ayer estaba dormida y apenas le había prestado atención. Pero ahora le estaba recriminando que se hubiera vuelto a juntar con ese chico. Le quería hacer entender que era mucho mayor que ella, y que sólo buscaba aprovecharse de ella. A cada indicación que le hacía Blanca ella negaba con la cabeza, a cada pregunta le respondía, "estamos enamorados".
—Luego te darás cuenta que tengo razón, espero que no sea demasiado tarde.
—Cuando estés enamorada entenderás lo que te digo.
Blanca da un fuerte portazo, tan fuerte que su profesor dio un pequeño salto.
—Señoritas, ¿y ese portazo?
—¡Upss!, perdone Jesús, se me escapó la puerta.