Cementerio de recuerdos

Capitulo -8-

El sonido habitual del templo había desaparecido, todas las monjas cuchicheaban entre ellas y sus miradas se dirigían disimuladamente hacia el lugar donde estaba la Hermana Teresa y de la Hermana Adelaila. El Obispo habia dado el aviso de que iba a llegar hoy para asistir a la elección.
—Hermanas, por favor, un poco de silencio. Este es un lugar de culto, así que recemos en lugar de tanto hablar. —todas se giraron hacia el Cristo que colgaba crucificado en el altar y retomaron sus rezos. Pero sólo fueron unos minutos, el murmullo volvía hasta que la Hermana Consolacion, la mayor de las allí presentes, volvía a carraspear, o a alzar la voz.


Hacia unos meses que la Madre Superiora había muerto, y tocaba elegir una nueva Abadesa que dirigiese el convento. Sor Teresa y Sor Adelaila cumplían con los requisitos para ese cargo. Ambas eran mayores de cuarenta años, y llevaban más de diez como monjas en este, u otro convento. Ambas trabajaban muy duro cada día ayudando a los más desvalidos, y haciendo las labores en el convento. Quizás era Sor Teresa la que más preparada estaba para  el puesto, pues había estado haciendo las funciones desde que enfermase la Madre.
Sor Sofia era ajena a estas tramas, ella sentía en lo más profundo de su ser un fuerte dolor por la perdida de esa gran mujer. Fue ella la que la encaminó en esta vida eclesiástica, le dio un motivo para levantarse cada mañana, y le enseño valores de respeto y cariño hacia esas personas más desfavorecidas.
Cierto es que guarda el pesar de la última discusión cuando la descubrió buscando información sobre los padres adoptivos de Elvira. Pero ahora eso no importaba.

El Obispo habia llegado y se había ido a los aposentos que tenía en el convento. Había pedido que todas las monjas se reuniesen en el comedor para la votación de la nueva Madre Superiora.
Apenas había pasado una hora desde su llegada ya se encaminaba a dicha sala. Deseaba que todo fuese rápido para volver a la casa sacerdotal.
Treinta y dos monjas se encontraban allí reunidas en un silencio que cortaba el ambiente. Todas, sin excepción, se levantaron y agacharon sus cabezas a la llegada a la sala del señor Obispo. Éste sin dirigibles la mirada se fue a la mesa presidencial desde donde dominaba toda la sala. Dijo unas palabras de reconocimiento sobre la labor que había hecho la Abadesa, y que esperaba que la sucesora siguiese la importante labor que se pedía a su congregación.
Cada monja fue llevando un papel cerrado donde se indicaba quien era su candidata a dicho cargo. El Obispo fue leyendo uno por uno todos los papeles y apuntando los nombres.
—Hermanas, aquí tengo escritos los nombres que proponen para que sea su próxima Abadesa. —Nadie habló, todas se mantenían a la escucha —La Hermana Teresa es una de las que tiene más solicitudes para dicho cargo. Tengo la suerte de conocerla y haber tratado varios temas estos últimos meses. Me parece una elección muy acertada.
¿Hermana Teresa, acepta usted ser candidata a dirigir este convento?
La hermana Teresa se toma su tiempo antes de responder—Excelencia,  es para mí un honor ser elegida por mis hermanas para tan importante puesto, pero sintiéndolo mucho, y con todo el dolor de mi corazón, tengo que declinar dicha candidatura. Vos sabéis que ya tengo una avanzada edad, y que mi salud se ha resentido en estos últimos años. La Abadesa que dirija este convento ha de poder hacer frente a muchos desafíos, y yo ya no me veo capacitada para poder enfrentarme a ellos.
—Me parece muy loable su actitud y entiendo perfectamente sus palabras.
La siguiente candidata es la Hermana Adelaida. ¿Acepta usted ser candidata a dirigir este convento?
Su respuesta fue inmediata —Es para mi un honor poder ser Abadesa de este convento. Prometo mantener y mejorar todas las acciones que nos solicite el obispado. Me veo preparada y con la suficiente energía para llevar a cabo esta importante labor que mis hermanas me pide.
—Muy bien. —A cerrado la carpeta, mira hacia su izquierda donde puede ver a Sor Sofia.—Hermana Sofia, usted es otra de las candidatas a dirigir esta Abadía. Le haré la misma pregunta que a sus otras Hermanas. ¿Acepta usted ser candidata a ser la Madre Superiora de este convento?

Sor Sofia pone cara de sorpresa, la misma que ponía la Hermana Adelaida que ya se veía en ese cargo— Excelencia, no creo que este capacitada para dicho cargo. Creo que la Hermana Adelaida tiene mayor experiencia para ocupar este puesto. Nunca he pensado en llegar a Abadesa, mi labor está en la calle con los mas desfavorecidos.
—Nadie puede rechazar este cargo, salvo que por edad, como nuestra Hermana Teresa, no tenga las fuerzas para desempeñarlo.
Además nuestra querida Abadesa, que el señor la tenga a su vera, me habló en varias ocasiones de las capacidades que veía en usted. Y yo creo en su buen criterio.
Así que queridas Hermanas, pueden ya irse a deliberar sobre el voto que van a realizar para la elección de su Madre Superiora. Les ruego que recen para que el Señor les ayude en la decisión tan importante que van a realizar.

Todas fueron abandonando en silencio el comedor haciendo una reverencia cuando pasaban cerca del Señor Obispo.

Sor Sofia se quedó en el pasillo esperando por la Hermana Adelaida —Hermana.
—Dígame Hermana.
—Sé que a usted le gustaría llegar al cargo de Madre Superiora.
—Lo que yo desee no va a influir en la decisión que tomen nuestras Hermanas.
—Yo tampoco quiero influir en las decisiones de nuestras Hermanas. Pero sé que el Señor tiene otros planes para mi.
—¿Quiere dejar el convento?
—Claro que no. Pero me gustaría poder buscar una información que es muy importante para mí. Si me la permitiera conseguir no me importaría hablar con las Hermanas que han presentado mi candidatura.
—¿Haría eso?
—Por supuesto.
—Pero eso no estaría bien.
—Será el designio del Señor. Él sabe cual es el camino correcto.
—Por mi parte no hay problema en permitir que acceda a esa información, o ayudarla en todo lo que pueda para que la consiga.

Las monjas fueron volviendo en silencio al comedor, y así como le había dicho Sor Sofia, los votos que hubieran sido para ella fueron cambiados para la otra candidata.
—Es para mi una gran sorpresa ver que los votos que he contado sean en su mayor cantidad para la Hermana Adelaida. Sor Sofia ha recibido menos votos que en la primera elección, y eso me extraña mucho. Espero que no se hayan hecho trampas, sería para mi una gran decepción. ¿Alguien quiere decir algo antes de que dé por válido los votos emitidos?— dirige su mirada a las monjas mientras espera unos segundos antes de volver a hablar—Visto que nadie ha hablado daré mi conformidad a lo aquí votado. La documentación será enviada a la Santa Sede para que de el visto bueno a esta candidata a Abadesa de este convento. Mientras se espera el documento oficial, la Hermana Teresa seguirá con la labor que realizaba nuestra Madre Superiora,  y la Hermana Adelaila estará a su lado para ayudarle y aprender las funciones del cargo.



#2473 en Novela contemporánea

En el texto hay: amor

Editado: 23.03.2022

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