A media noche se despertó, había oído un ruido y su instinto le hizo levantarse y estar preparado. Su cerebro le recordó que estaba fuera del reformatorio, que estaba en casa de su madre, que no había peligro.
Se vuelve a dormir, y la pesadilla le vuelve a atrapar. Nuevamente esta atado de pies y manos en una camilla, allí esta el enfermero aprovechandose de él ahora que está indefenso. "TE VOY A MATAR", grita, y todo su cuerpo se empieza a agitar como si en verdad estuviera atado.
Su madre intenta despertarle pero la pesadilla es muy fuerte y le cuesta abrir los ojos. Cuando por fin los abre empieza a mirar sus manos, su ropa, su cama. El color rojo de la sangre que lo cubría por completo ya no está, y a su lado veía la cara asustada de su madre.
—¿Cariño, estas bien?
Has de ir al médico, desde que llegaste a casa son varias veces las que te noto con pesadillas.
—Sí, no te preocupes, estoy bien.—decir, "si" es más fácil que decirle que este sueño se le repite muchas veces, que siente como si se muriese en cada ocasión. Decir, si, es más fácil que decir, necesito un abrazo tuyo, una caricia, un beso que haga desaparecer todo este mal.
—Nada papá, acuéstate.—le dice Maje a su padre que también se había levantado, pero no sabía para que. —Venga, solo fue una pesadilla, sigue durmiendo. Me voy ha acostar al abuelo.
Pero ya no durmió más, tenía la sensación de que en el momento que cerrase los ojos los fantasmas volverían a aparecer.
Durante un buen rato escuchó a su madre intentar convencer al abuelo de que era muy tarde, que debía seguir durmiendo. Y a este diciendole lo bonita que era.
La ciudad se iba despertando aún cuando el sol seguía oculto. Los coches iban llenando las calles, y él asomado a la ventana, con el cigarrillo casi apagado en su boca, los veía pasar. En cuanto amaneciese tendría que empezar a moverse para buscar un trabajo. No sabía, en ese momento, lo bien que le hubiera valido haber aprovechado el tiempo que estuvo encerrado y haber estudiado algún curso.
Muchas puertas se cerraban, muchos "no hay trabajo", "le tomo nota por si hay en algún momento una vacante", "¿que experiencia tiene?", pero ningún, "mañana empieza a trabajar"
Había recorrido todas las calles de la ciudad, y revisado en los periódicos las ofertas, sin nada positivo.
Cada vez llegaba a casa más desanimado, su madre le decía que no se preocupase, que ya saldría algo. Pero él no se conformaba, sabía que de la pequeña pensión que cobraba su abuelo era de lo que vivían en esa casa. Su madre tampoco tenía un trabajo, salvo el de cuidar de su padre, que ya era muy importante.
Se encerraba en su habitación, tumbado en la cama fumando, esperando que se acabase pronto el día... el mes... el año...la vida.
Uno de esos días que la angustia le sobrepasaba, que el mundo se le caia en pedazos, decidió ir a ver a su hermano. Desde la fiesta inaugural a la salida del reformatorio no se habían vuelto a ver.
Pero como no había llamado antes se encontró la puerta cerrada, su hermano y mujer se habían ido. Así que había terminado en el pub La Bolera.
Allí estaba Mónica, ese era el nombre de la camarera. Allí estaba, atendiendo en la barra, y charlando amigablemente con los clientes, pero se la veia incomoda, intentando huir de un cliente que no hacía más que estirar las manos para intentar tocarla cuando pasaba por su lado. Era un hombre que destacaba en ese lugar. Parecía salido de una película, el típico gangster de las películas americanas con su traje de rayas, zapatos de cuero y puro en la mano.
—¡CAMARERA, LLENAME EL VASO!—le gritaba. Todos los clientes que en ese momento llevaban el pub no se atrevían a decirle nada, su presencia les hacía tenerle respeto.
Raúl se sentó al otro lado de la barra.
—¿Qué te pongo?
Tú eres el amigo, no, el hermano de Felipe, ¿no es cierto?
—QUIERES HACERME CASO, O TE VOY YO A BUSCAR .
—Lo siento cariño, voy a atender a ese pesado, no quiero problemas en el bar.
¿Qué quieres que te ponga?
—CA... MA... RE... RA.
—Venga vete a atenderle y me traes una caña.
Mientras le llenaba el vaso de whisky la chica iba moviéndose, como si de un baile se tratase, o como si fuera una ratita intentando librarse de las garras del gato.
—Estate quieta bonita que solo quiero reposar mi cansada mano en tu cadera.
Tienes un hermoso culo.
Luego cuando termine la jornada te llevaré a dar una vuelta vuelta en mi deportivo.
La chica no dijo nada, pero se alejo del lugar lo más rápido que pudo.
—¡Eh!, morena que te dejas el dinero aquí.
Alargo la mano para recogerlo y fue el momento donde él la pudo coger.
—Ven dame un besito.
Pero lo que recibió fue un sonoro tortazo. Y se volvió a alejar antes de que el hombre pudiera reaccionar. Éste se frotó la cara, se levantó y persiguió a la camarera mientras la amenazaba, e insultaba.
—¡ZORRA!, ¡QUIEN TE CREES QUE ERES PARA TOCARME!
Todos los clientes les miraban, murmuraban, pero ninguno se atrevió a pararle. Su caminar le llevó hasta la otra esquina de la barra, allí la camarera estaba resguardada temblando. Cuando el hombre estiró la mano para cogerla, Raúl le sujeto el brazo con fuerza antes de levantarse. Cogiéndole por la chaqueta fue arrastrándole hasta sacarlo fuera del bar. El hombre no pudo reaccionar ante la rapidez de movimientos y la cantidad de alcohol que había ingerido.
Una vez fuera le lanzó contra el suelo y ahí fue cuando recuperó la consciencia de lo que había pasado.
—¡TE VOY A MATAR !—Lo dice mientras saca de uno de los bolsos una navaja de grandes dimensiones.
—No es la primera vez que te tengo que parar, no querrás que use mis puños contigo... "Mono".
El hombre quedó petrificado al oír esa palabra. Ese era el mote que le habían puesto porque tenía los brazos muy desproporcionados comparados con el cuerpo. Pero muy pocos le llamaban así. —¿Quién eres?
—¿Tanto alcohol has tomado?
—No coño, es que con esta mierda de luz no veo ni para cantar. —intenta levantarse, pero le cuesta.
—Deja la navaja en el suelo que te ayudo a levantarte.
—¿Eres... eres, Raúl?
—El mismo.
—¡Ostras tío! Estas muy cambiado, ¿y esas barbas de mendigo?, ¿y esas ropas? Parece que vas vestido igual que en la cárcel.
—Tienes razón, no llevo esa pinta de pijo que tú tienes.
—¡Qué dices!, esto es un Tuchi.
Pero bueno, pero bueno, pero bueno. Llevo unos meses buscándote y apareces ahora como si de la nada. ¿Dónde has estado?
—En casa de mi madre. Llevo todo este tiempo buscando curro, y no hay manera.
—Venga, entremos a tomar una y me vas contando.
—Entramos si me juras que vas a dejar a la camarera en paz.
—Me pides mucho, Raúl. ¿Tú has visto esas pedazo tetas que no le caben en el cuerpo, y ese trasero? Mmmmm
—Mono, me haces caso, o nos vamos a otro lado.
—Vale colega, te doy mi palabra.
Los dos entran sin hablar, buscan con la mirada una mesa libre y hacía allí se dirigen. La camarera que estaba atendiendo a otros clientes les sigue con la mirada, le sorprende verlos entrar juntos.
—¡Mónica!, cuando puedes una cerveza, y lo que estuviera tomando mi amigo.
La chica les trajo las bebidas, pero las puso por el lado de Raúl para evitar acercarse a él.
—No te alejes que no muerdo.
—¡Mono!, por favor.
—Sí no estoy haciendo nada, de momento, porque si ella quiere, luego arde Troya.
—Espera que te pago ahora.—Raúl busca dinero en la cartera.
—Déjalo compañero, estas rondas corren de mi cuenta. Cobra lo anterior, y una propina por ser todo un monumento.
Durante casi una hora estuvieron poniéndose al día de todo lo que habían hecho desde que salieron del reformatorio. Jandro, que ese era su verdadero nombre, había vuelto a casa de la familia. Él había terminado encerrado por culpa de los negocios de su tío, este se dedicaba a mover drogas por la ciudad. Cuando llegó la policía a su almacén él se desentendió de ellas, y fue el pobre niño el que pago con toda la culpa.
—¿Y has vuelto a los negocios de tu tío?
—Sí, pero antes yo solo me dedicaba a repartir las papelinas, ahora ya participó en el negocio. Se gana mucha pasta, más de lo que te puedas imaginar.
—Pero no deberías vender esa mierda. Date cuenta de lo mala que es para las personas. Y además, si esta vez te pillan ya no vas a ir al reformatorio, vas a ir a la cárcel de verdad, y si que vas a pasar muchos años encerrado.
—Esta todo controlado. Mi tío es muy listo y se las sabe todas.
—Sí, todas. En cuanto vea problemas te dejará otra vez tirado, y tendrás que pagarlo tu solo.
—Que no, que el negocio está muy controlado.
Y además estamos necesitando gente de confianza. Ven a trabajar con nosotros, podrías ganar mucha pasta. Yo hablaré con mi tío.
—No, gracias. Prefiero tener un trabajo legal.
—¡Chica! Ponnos otra ronda.
—Para mi no, yo ya me voy para casa.
—Venga la última.
—Vale.
—Bien. Joder, que ganas tenia de volver a verte. Te he echado de menos. Y te agradezco las veces que me protegiste, y cuidaste como un hermano. Nunca la olvidaré.
¿De lo otro como estas?
—Mejor, pero aún sigo teniendo pesadillas.
No tienes que darme ninguna gracia. Yo si que nunca te daré las suficientes gracias por lo que hiciste.
—No hace falta compañero. Como te dije, mi idea era darle una lección a ese maricon.
Lo que te hizo a ti también me lo hizo a mi. El muy cabrón abusaba de todos los que allí estaban. Por eso quería vengarme. Y cuando lo vi allí, contigo inconsciente, todo se me vino a la cabeza y actúe por impulso, no sé ni de donde saque ese bisturí, pero no me arrepiento.
Siento haberte dejado bañado con la sangre de esa sabandija. Jajaja, aún siguen buscando quien lo hizo. Menos mal que estabas inconsciente, y atado, sino te hubieran culpado.
—Pues aún veo su sangre en mi cuerpo.
—Ahora no podrá abusar de nadie más, por lo menos en esta tierra.
Pero lo dicho, piénsatelo, no te expondrás demasiado y ganarás dinero, mucho dinero. Todos esos que te rechazan te verán luego pasar por delante de ellos vistiendo como yo.
—¿De pijo?, no, gracias.
—Raúl no tienes ni puta idea de estilo.
Venga, te llevo a casa de tu madre.
—No hace falta, buscaré un lugar para dormir por aquí cerca. Estoy lejos de casa, y no me apetece volver hoy.
—Pues entonces hoy duermes en mi casa. Pensaba acostarme con esa hermosa mujer, pero bueno, contigo haré una excepción.
—¡Mono!, ¿desde cuando te gustan los hombres?
—Qué dices cabrón. A mí no me gusta los hombres. —lo dice poniendo cara de asco — ¿Te vienes?