Cementerio de recuerdos

Capitulo-16-

Pero la vida de Raúl no mejoraba. De ninguno de los posibles trabajos le habían llamado, y ya no había seguido buscando. En su casa su madre también le agobiaba, del "no pasa nada, algo saldrá", pasó al, "eres un vago, todo el día te lo pasas tirado en la cama. ¿Que piensas que esto es una pensión"?. Así que pasaba su tiempo fuera de la casa, en algún bar de mala muerte, cuando su abuelo le daba dinero, o tirado en cualquier lugar esperando que la noche llegase y todos en la casa estuvieran durmiendo.
Al final decidió llamar a su amigo Jandro.  Algo en su interior le decía que no debía hacerlo, pero su cabeza le insistía, día y noche, que era la única solución. Si es verdad que podía conseguir mucho dinero, lo haría solo unos meses y luego ya se iría. Lo justo para conseguir tener algo, estaba harto de mendigarle a su abuelo unas monedas, y su orgullo le impedía ponerse a pedir en las calles, aunque en alguna ocasión estuvo tentado de conseguir así algo de dinero para emborracharse hasta perder el sentido.
El teléfono suena—¿Quién eres?
—Jandro, soy yo.
—¿Te piensas que soy adivino?, como cojones voy a saber quién eres. Dime de una vez quien eres, o deja de perder mi tiempo.
—Vaya genio que tienes, "Mono"
—¡Ostras!, Raúl, colega, ¿qué quieres amigo?
—Tomar unas cervezas y hablar contigo.
—Pufff, colega me pillas muy liado,  llamame mañana y ya vemos si quedamos.
—Venga, vale. Te llamo mañana sobre esta hora.
—Perfecto, me llamas y si puedo ya voy a buscarte.

La conversación acaba, pero pasados unos minutos el teléfono vuelve a sonar.
—Raúl.
—¿Quién eres?, soy su madre.
—Soy Jandro, un amigo suyo,  ¿puede avisarle?
—Creo que salió ahora mismo, pero dejame mirar por la ventana a ver si le puedo ver.

Maje se asoma a la ventana del salón en el momento que esta saliendo del portal—¡RAÚL , RAÚL!, tienes una llamada de un amigo tuyo.

Raúl llega casi sin aliento después de subir a la carrera los cinco pisos—Diga...
—¿Qué pasa colega, parece que te están ahogando?
—No tengo la misma forma física de cuando era pequeño y vengo sin aire de las escaleras. ¿Qué quieres?
—¿Tienes algo que hacer ahora?
—Salvo perder el tiempo en algún agujero, pues no.
—Perfecto, pues en una hora estoy donde tu casa y vienes conmigo. Luego tomamos esas cervezas.
—Vale.


En un casa del centro de la ciudad, Jandro apunta con una pistola  a un hombre que tiene de rodillas ante él. Raúl, que en un momento de acción había ayudado a su amigo con los matones que protegían a ese hombre, ahora se le acercaba nervioso.
—¿Qué haces,.Mono? Me dijiste que solo era para ponerlo en su sitio. Ya entendió la lección que le has dado.
—Sí, sí,  Jandro, no volverá a pasar.  Te lo juro. —lo dice mirando el cañón del arma  que le esta apuntado —fue esa puta de Martina que me comió la cabeza. Te lo juro, no  volverá a suceder, te lo juro. Por Dios, no me mates Jandro.

Pero Jandro no escuchaba, sus ojos se habían vuelto negros y su dedo firme en el gatillo esperaba una orden de su cerebro para actuar.
Raúl intenta apartar el arma de la posición que tiene en ese momento, pero lo único que consigue es que ahora le apunte a él.
—Esta mierda no merece una lección, esta mierda merece morir. Esa será la lección  para el resto. Ni él, ni tú, ni nadie va a engañarme, ni va a pasar por encima de mí.  Esto no es una democracia, ni es un juego.
—¿Me vas a disparar a mí?
—Lo haré si te entrometes en mis decisiones.
—Yo no me entrometo en tus decisiones.  De hecho me voy a ir de aquí, haz lo que tengas que hacer, pero no me llames más. Yo no soy ningún asesino. — y diciendo esto Raúl se va de la casa dejando a Jandro apuntando al hombre que aún seguía de rodillas, y a otros dos hombres en el suelo inconscientes.

Camina por la carretera en dirección a la ciudad, la casa está alejada por lo que la llevará bastante tiempo llegar hasta un lugar donde pueda tomar un transporte. Los coches van pasando rápido a su lado, sin ni siquiera hacer intención de pararse, solamente uno terminó deteniéndose unos metros por delante de él.
—¿La llevo señorita?
—Mi madre siempre me advirtió de que no me subiera en coches de extraños.
—Pues las madres son muy sabias.

Raúl se sube al coche, y los dos hombres se chocan las manos.
—Colega, tenias toda la razón, en cuanto tu te fuiste se meo encima. Abrió una caja fuerte que tenía oculta y nos devolvió todo el dinero, y con intereses.
—¿Te lo cargaste?
—No. Yo tampoco soy un asesino. Pero le quedó claro que no volverá a trabajar con nosotros nunca más. No podemos tener una oveja negra en la organización.
Y ya veo que sigues en forma. Los dos escoltas de esta mierda ni se dieron cuenta antes de caer al suelo.
—Sí, los pille desprevenidos, sino hubiera  tenido problemas para tumbarlos.
—Te necesito a mi lado, te necesito. Y toma por tu ayuda—y del bolso saca un fajo de billetes que le entrega.
—No hace falta.
—Claro que hace falta, y te lo mereces. 

 


La noche les encuentra en el pub de La Bolera, los dos van muy cargados de alcohol. Los dos celebrando que Raúl va a trabajar con ellos, pero no se meterá directamente en el negocio de las drogas, será como el guardaespaldas de Jandro.
Mónica no sabe muy bien de lo que están hablando, pero no le gusta la compañía que tiene Raúl.  Eso le está diciendo a su hermano que casualmente ha aparecido esta noche en el pub. Ellos no se habían visto hasta que la chica se lo comentó.
—Hola hermano.
—Felipe.—y diciendo esto se levanta —¿Qué haces por aquí?
—Estoy aquí con unos compañeros que hemos terminado ahora de trabajar.
—Mira Mono, te presento a mi hermano Felipe.
—¿Mono?
—Sí, eso es cosa de donde hemos estado, pero solo se lo permito a tu hermano.
—Ah, estuviste con mi hermano.
—Sí, ahí coincidimos, tu hermano es una gran persona. ¿Te quedas a tomar algo con nosotros?
—No, gracias, solo he venido a saludar a mi hermano.
—¿Cómo está mamá?
—Bien. El abuelo cada vez más perdido.
—Esa enfermedad es lo que desgraciadamente tiene.
Bueno, me voy con los compañeros. Llámame un día de estos a ver si quedamos.
—Sí, lo haré.
—Un placer. ¿Cómo es tu nombre?
—Jandro.
—Pues un placer Jandro
—Lo mismo digo.

Felipe se acerca a la barra mientras le siguen con la mirada.
—¿Tú hermano es mayor que tú?
—Sí, es el mayor de mis hermanos. Tengo otro, Sebastián, pero hace años que no nos vemos.  Felipe fue el que más se preocupo por mi cuando estuve encerrado.
—Eso está bien, la familia tiene que cuidarse.
—¡CAMARERA!, ponnos otra ronda, y también a los amigos de Raúl.
Venga apura lo que tienes en la copa que ya viene la siguiente.
—Debería de parar ya.
—¿Parar? La noche acaba de empezar, de aquí nos vamos a ir a ver a unas chicas. Una celebración sin chicas es como un cumpleaños sin tarta.
—Tampoco es para tanto.
—Sí, sí. La ocasión lo merece. Y cuando veas a esas dos ya veras como me lo agradeces.

Raúl aprovecha a ir al baño mientras Jandro habla con ellas. En el trayecto al baño se encuentra con Mónica que se acercaba con las bebidas.—¿el baño?
—Al fondo a la derecha.
No debería meterme en tus cosas, pero yo no me mezclaria con esa persona con la que estás.
—Es un amigo.
—Pues tu amigo está metido en todo lo peor. Estar con él te va a traer muchos problemas. ¿Sabes a que se dedica?
—Sí.
—Pues yo no creo que tu seas igual que él,  me llevaría una gran decepción.
—¿Habías dicho que a la derecha?
—Sí, al fondo a la derecha.
Hazme caso, no es buena gente.
—Sí, sí. —y diciendo esto se aleja.


—¿Qué te decía la camarera?, ¿qué se quiere venir a nuestra fiesta?
—Ya podía ser verdad.
—Venga a tomarla toda de un trago que las chicas ya están disponibles, hoy van a estar en exclusiva para nosotros.

Durante el  viaje el tema de conversación trató, casi en exclusiva, del negocio que tenían, y como se estaba expandiendo. Pero Raúl pensaba más en la camarera del pub. Le había gustado desde el primer día que entro en el pub, ella había sido la primera mujer que vio al salir del encierro.
—Mira que monumentos tenemos allí enfrente —le señala a dos mujeres muy mayores que estaban en la calle pidiendo. —Hoy voy a ser generoso y te pagaré toda la noche con ellas. Jajajaja. Seguro que te hacen todo lo que tú quieras. Jajajaja
Tranquilo, las que nos vamos a follar son dos pivones, la crem de la crem. Un par de modelos que harían las delicias en cualquier pasarela de moda.
—Gracias, pero prefiero que me acerques a casa.
—¿A casa?, ¿No estás oyendo el planazo que vas a tener?, bueno, vamos a tener.
—No tengo...
—Tranquilo, esta vez corren los gastos de mi cuenta. Las siguientes veces ya van a tu cargo, pero estas putas son de lujo, así que tendrás que ganar mucho dinero para tenerlas.
—Yo...
—Ni yo, ni ya. Vamos a guardar el coche en el aparcamiento que ya llegamos.

El aparcamiento estaba a escasos metros de un enorme edificio de mármol blanco y cristaleras de vidrio negro. Jandro abrió la puerta solo acercando su pulsera. Entraron los dos en el ascensor y pulsó el piso del ático. Picó al timbre y espero. Cuando la puerta se abrió allí aparecieron dos mujeres exactamente iguales en todo, bien podría ser una y el reflejo en un espejo, pero en esa pared no había espejo.
—Hola, chicas, os presento a mi hermano Raúl.  Ellas son Anisa, y Anais. Como puedes comprobar son gemelas, y no te puedo decir quien es quien. Pero si te puedo decir que no encontrarás en esta ciudad, ni en este país, mujeres más hermosas que estas dos hermanas. Lo dice mientras besa el cuello de una de ellas y su mano aprieta su trasero.
—Pocos hombres hay tan galantes que el Señor Jandro. Yo soy Anais.
—Y yo Anisa—lo dice mientras se acerca a Raúl.

Él no tiene palabras, y el aire llega con dificultad a sus pulmones. Ante si tiene, como bien dijo Jandro, unas hermosas mujeres que bien pudieran ser princesas de algún cuento, o portada de alguna revista de moda. Su vista se pierde entre esas largas piernas, esa ropa tan elegante que llevan, esas caras de muñeca de porcelana y esa melena que les llega más abajo de la cintura, a parte del brillo de las joyas que llevan.
—¿Te llamas Raúl?
—Si—lo dice como un autómata, pero si le hubiera dicho otro nombre, él seguiría respondiendo, "si"
—Ya hemos sido presentados, así que entremos y vayamos al salón.
Me cuesta diferenciaros, pero hoy,  Anais, hoy estás espectacular.
—Siempre queremos estar lo más bonitas posible para ti. Aunque últimamente nos tienes muy abandonadas.
—Trabajo, chicas, trabajo. Pero ahora gracias a Raúl espero estar más liberado.
Por lo demás, ¿todo bien?
—Sí, si.
—Me alegro, ya sabéis que me podéis decir cualquier cosa que necesitéis.
Y...Raúl, otra de tus dedicaciones será atender a estas dos preciosidades.
—¿Yo?
—Pero os voy a dejar una cosa muy clara, a los tres. Los negocios, son los negocios, y los que se usa se paga. ¿Enrendido?

Todos dijeron que, "SI", aunque Raúl seguía sin saber a que respondía. Él seguía perdido en la altura que tenían las dos mujeres, aunque mucho era debido a esos bonitos zapatos de charol. Seguía perdido en esas medias de rejilla que se internaban por debajo de una corta falda de cuero, en esos hermosos pechos que les costaba ocultarse tras esa chaquetilla negra. Seguía perdido en esos enormes ojos grises, y esa sensual boca, pintada de un color rojo carmín, que se partía cuando relucía el blanco marfil de sus dientes.
—¡Raúl!, ¿qué tomas?, ¡Raúl! —por dos veces tuvo que llamarle.
—Lo que sea.
—Chicas, aquí tengo preparado lo vuestro.

Las dos chicas, como corderitas, se acercaron a la barra de bar ue había en el salón. Las dos, como si estuvieran siguiendo una coreografía, aspiraron el polvo blanco que había en ella, se apretaron la nariz al sentirlo dentro y sonrieron.
—¿Quieres tú? —le pregunta Jandro.
—No. Ya sabes que yo no quiero esa mierda.
—No amigo, mierda es lo que se vende en la calle. Esto es lo mejor de lo mejor. Esto es medicina para el cuerpo.

Durante una hora estuvieron hablando, bebiendo, y dejando que las chicas les excitasen con besos y caricias, primero con ellos y luego, a petición de Jandro, entre ellas.
Raúl seguía atesorando un millón de recuerdos y de sensaciones. Notaba que todo en él ardía,  y que cuando la chica le besaba el cuello, cuando acariciaba su pierna, o cuando le susurraba al oído lo que iba a hacerle, o dejarse hacer, le ponía en una situación que no sabia como iba a responder.
Y es que nunca había estado con una mujer. La adolescencia que había pasado encerrado le había privado de conocer esa etapa tan necesaria de aprendizaje.
—Cariño, mi cuerpo tiene ganas de ti —lo dice cogiendo la mano de Raúl y subiéndola por su pierna. Sus dedos van notando las medias hasta llegar justo al lugar que la chica quería que la tocase. —Lo notas, notas que mojado esta.— él no respondía, no sabía que decir. —Venga, aconpañame al dormitorio, estos dos ya están muy ocupados para que puedas hablar con ellos.—y va llevando tras de si a un Raúl que se aferra a ella, se deja llevar porque es lo único que es capaz de hacer en estos momentos.
—¿Qué te gusta que te haga? —lo dice mientras empieza a quitarse el corpiño que aún le quedaba después de sus juegos con su hermana.—Chico tímido. Los tímidos sois muy peligrosos, soléis tener gustos muy especiales, pero yo hoy cumpliré todas las fantasías que tengas. Deja que te vaya quitando todo eso que te sobra.
—Soy... soy.
—Lo sé, es fácil distinguir al que es nuevo en esto, no te de vergüenza.
Tranquilo, yo te enseñaré muchas cosas que pocos hombres han podido ni siquiera pensar. Esta noche se quedará guardada en esa cabeza un recuerdo que no olvidarás mientras estés vivo.



#2492 en Novela contemporánea

En el texto hay: amor

Editado: 23.03.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.