Cementerio de recuerdos

Capitulo-17-


Y verdaderamente la imagen del cuerpo de esa mujer, su olor, su sensualidad, su manera de hacer el amor, quedó grabado para siempre en el lugar de los recuerdos bonitos. Escuchaba su voz incluso en sueños. Y por ella gastaba todo el dinero que le iba dando Jandro por su trabajo. Realmente eran caros sus servicios, pero no le importaba, no tenía nada mejor en lo que invertir su dinero. Pero lo que no conseguía de esa mujer era su amor. Siempre era un negocio, y como tal había un trámite que cumplir.
Cuando tenía dinero lo invertía en estar con ella, pero debía ser ella, Anisa, no su hermana. A pesar de ser tan iguales como gotas de agua, él había conseguido distinguirlas, quizás algún detalle en su voz, quizás en su mirada, o quizás que al estar enamorado su corazón latiese más fuerte cuando se encontraba frente a ella, y no su hermana, nadie lo entendía,  pero era cierto.
En los momentos íntimos que tenían, ella le hacia sentir tan feliz que deseaba morir, deseaba que el mundo acabase para no tener que sufrir con la separación. Y tan duros eran los momentos en los que no se podía permitir estar con ella, que sufría la abstinencia del peor de los drogadictos. Llegó en alguna ocasión a pasar tiempo sin comer para poder ahorrar el dinero necesario para otra dosis de felicidad.

—Hola Anais.
—Hola, Raúl, ¿qué tal va todo?
—Bien, ¿dónde está Anisa?
—Está trabajando.
Venga pasa.
¿Quieres tomar una copa?
—No, gracias.
—Dame un segundo y estoy contigo.—Se va a una habitación mientras Raúl se va al salón.
—Pero siéntete un poco.
¿Tienes prisa?
—Pues la verdad que no.

La chica se va al mueble bar y se prepara una copa —¿Seguro que no quieres nada?
—Venga, prepárame lo mismo que para ti.
—¿Whisky?
—Perfecto.

Ella se le acerca con el vaso, y el sobre de la recaudación. —Aquí tienes, está todo lo de las dos.
Él recoge el abultado sobre y lo mete en el bolso interior de la chaqueta, mientras con la otra mano coge el vaso..—Gracias.
—Raúl, ¿estás enamorado de mi hermana?
—¿Por qué lo preguntas?
—No hay que ser muy lista para ver que siempre quieres acostarte con mi hermana. Aún no sé como te diste cuenta de que no era ella aquella vez que te intentamos engañar.
—No me preguntes porque, pero es algo que me pasa.
—¿Puedo darte un consejo? Bueno, te lo voy a dar de todas formas.
Anisa es mi hermana, es lo que más quiero en esta vida, pero creo que esta siendo muy injusta contigo. Ella no está enamorada de ti, para ella solo eres un cliente más.
—Puede ser.
—Y sin embargo me cuenta que tu estas muy enganchado. Es algo que también puedo ver cuando estamos los tres juntos. Tu mirada te delata, así como esas manos nerviosas, como ahora.
Raúl, mi hermana nunca estará contigo.
—No lo sé.
—Yo si, y te lo estoy diciendo. Ella está haciendo su trabajo, como yo en otros momentos hago. No podemos enamorarnos de nuestros clientes, por nuestro bien emocional, y porque dependemos de otra persona que nos puede hacer mucho daño si decidimos dejar el trabajo. Hemos decidido tener esta vida, y no es una vida fácil, tenemos muchos lujos, pero no  son gratis, ni somos libres.
—Claro que podéis ser libres.
—Raúl, eres una buena persona, pero tienes aún muchas cosas que aprender. Si yo fuera tu me marcharía ahora que aún estás a tiempo. Sino luego pasarán cosas que te privaran también de tu libertad.
—Yo no voy a estar mucho tiempo. Estoy viendo muchas cosas que no me gustan.
—Pues dejalo ahora que puedes. Busca un trabajo, ganarás menos dinero pero podrás dormir tranquilo todas las noches.
—Ahora no puedo, necesito conseguir un poco de dinero y me marcharé. Y si tu hermana quiere nos iremos juntos.
—No me estás escuchando. Mi hermana no te quiere, y nunca será libre de Jandro.
—Somos amigos, hablaré con  él.
—¿Quieres otra copa?
—No gracias. Dile a tu hermana que he venido.
—Se lo diré.
—Gracias.


Su imagen de las camisetas genéricas, y pantalones vaqueros, que era como vestía normalmente, había cambiado a pantalones de marca, camisas de diseño y americanas. Todo por culpa de su amigo, pero sin llegar a ese estilo tan peliculero que él solía llevar.
Pero se sentía bien, y le hacia parecer una persona más seria y respetable. Se había dado cuenta de que los lujos no eran sólo una decoración, las personas con las que trataba le hacían más caso. Aunque, en su trabajo, eran los puños los que le hacían más respetable. En este negocio había mucha trampa y engaño, por lo que era necesario ser duro e inflexible.
Y Jandro confiaba mucho en él. Su tío sin embargo no estaba muy agusto con esta decisión de su sobrino. Sabía que había sido su compañero en el reformatorio, pero era de por sí desconfiado.
En apenas dos meses, de ser el acompañante de su amigo, pasó a realizar las labores que él hacía. Raúl se dedicaba ahora a hacer la recaudación de los camellos, y de las mujeres que trabajaban para él.




Había picado a la puerta, Anais aún estaba en camisón cuándo le abrió la puerta.
—Hola, Raúl. ¿Qué hora es?
—Hoka, Anais. Casi las doce.—su corazón empezó a latir como hacia cuando la veía.
—Pensé que era más temprano, ayer terminé súper tarde. Pero pasa. ¿Quieres tonar algo?
—Sí tienes una copa.
—Me voy a duchar. Ya sabes donde está todo.

Sintió el ruido del agua de la ducha y se acercó hasta allí, la chica  estaba enjabonandose y ante su presencia no se alteró.
—¿Qué tal llevas el día?
Con la copa en la mano disfrutaba de la imagen de la joven que estaba de espaldas a él —Pues tranquilo. Ya sabes que el negocio es nocturno, por la mañana poca gente hay receptiva.
—Sí, todo lo malo busca la oscuridad, y también los vicios.
—Yo era más ave diurna, pero me estoy acostumbrando bien a la noche.

La chica una vez acabado el baño empieza con la rutina de las cremas —¿Me pasas esas toallas que tienes a tu derecha?
—Toma.

Una de ellas se la pone en la cabeza, y con la otra cubre su cuerpo —A nosotras siempre nos gustó más la fiesta. En la noche nos encontró Jandro. Pero eso ya es otra historia. No te voy a decir si mala, o buena, pero es lo que vivimos.
—¿Quedamos mañana?
—Vale, dime a que hora y te la reservo.
—Todo el día.
—¿Todo el día? Cariño te saldrá muy caro. Dime mejor una hora.
—Quieeo estar contigo, quiero algo más que sexo.
—En tu tiempo haremos lo que quieras, pero ya sabes cuales son las condiciones.
—¿No podemos quedar para tomar algo juntos?
—Sí, claro. Pero prefiero separar mi vida personal de la de trabajo.
—Eso es lo que yo quiero.
—Pero cariño, tú eres el trabajo.
—Yo también tengo tiempo libre. Y quiero pasarlo contigo.
—Te vuelvo a decir que tu eres trabajo, las cosas no pueden ir bien. Yo no deseo tener nada más allá de lo que tengo ahora. Y aparte, tenemos un jefe que nos puede ocasionar muchos problemas si piensa que hay algo más que un tema profesional entre nosotros.
—Yo...

Ella le pone la mano en la boca —no digas nada más, por favor. —Mira su reloj.—lo siento, cariño, pero tengo que arreglarme que quede con mi hermana, y al final llegaré tarde, como siempre.
—¿Te acerco?
—Gracias, pero iré en mi coche.

Los dos se despiden con dos besos, en el umbral de la puerta— Confirmame lo de mañana si te apetece que quedemos.
—Sí, por la noche.
—Vale, pues mañana nos vemos.
—Nos vemos.— y diciendo esto se dirige al ascensor para irse. Antes de que llegase ya habia sentido como la puerta se había cerrado.

—Dime, Jandro.—Había dejado de llamarlo por el mote desde que había empezado a trabajar con él. —Acabo de ver tu llamada,  se me quedó el teléfono en el coche.
Vale, en una hora estoy ahí.
¿Qué tu tío quiere verme?,¿Y para que es?
Tu sabrás para que me quiere ver.  ¿Hay algún problema?
Pues vale, ya me enterare cuando nos veamos.
Si, ya se ir yo.

Aparcaba su coche ante la puerta del negocio de carpintería que tenía el tío de Jandro. La furgoneta, y el deportivo que usaba su amigo estaban también aparcados.
—Buenas tardes.
—Hola Raúl, vamos a pasar a la oficina que allí está mi tío.— y diciendo esto se dirigieron más al interior de la carpintería.  El lugar que Jandro llamaba, "oficina", era el lugar del lacado de la madera. Allí se encontraba el hombre lijando una pieza de madera que más tarde barnizaria. Con sus rudas manos acariciaba la madera buscando, con la sensible yema de sus dedos, pequeñas imperfecciones para volver a usar la lija.
—Las personas son como la madera. Las hay de buena calidad, que todos apreciamos su valor por lo escasa que es, y porque permiten un buen tallado para hacer hermosos muebles. Y los hay de mala calidad, que únicamente sirven para el aglomerado, se pueden hacer muebles, claro que si, pero han perdido el valor añadido que puede darle el tallado de la pieza.
Todo lo que veis en este taller es de madera. Aquí tienes: el Sicomoro de color claro y fácil de trabajar. El Palo Rosa, que es muy utilizada para instrumentos musicales. El Cumaru, una madera de gran dureza. El Ébano que tiene uno de los negros más intenso. Pero mi prefería es la Sequoia, llama la atención su color.  La  historia cuenta que el nombre de este árbol fue escogido en honor al jefe cheroqui Sequoyah.

Durante unos minutos siguieron mirando como ese hombre, vestido con un mono gris lleno de polvo y virutas, seguía trabajando la madera, sin ni siquiera mirarlos. Bien pareciera que no se diera cuenta de que estaban allí.
Pero si sabía que estaban, tras el último repaso con su mano sobre el trozo que tenía en su banco de madera, se giró y sacudiendose las ropas le ofreció su mano a Raúl.
—Buenas tardes Raúl.
Si te soy sincero...—volvió a sacudirse un poco más las ropas llenando el aire nuevamente con el polvillo de la madera —...no estaba muy conforme con la decisión de mi sobrino al meterte en nuestro negocio. La prudencia, y máxima confianza es necesaria... y en estos meses he comprobado que eres de fiar. Y con un carácter más fuerte que el blando de mi sobrino. El piensa que con un buen traje y una pistola lo va a arreglar todo. Pero en este negocio hay que usar mucho más la cabeza y los puños.
Algunos de mis hombres se han quejado de tu dureza...—Raúl se puso en ese momento tenso, no pensaba que la llamada de su amigo sería para aguantar la bronca de su jefe —... pero no te preocupes, no me voy a enfadar contigo. Te voy a dar mi enhorabuena, porque esos que se han quejado son precisamente el aglomerado de esta sociedad. Tu dureza es la que necesito, ahora solo falta lijarla un poco para sacar de ti lo mejor.
—Ah, gracias.
—Me está gustando como llevas los encargos que te manda mi sobrino. Que por otro lado, se está aprovechando para no hacer nada.
—Tío. Yo estoy haciendo mucho para que todo vaya bien. ¿Has notado que hemos aumentado ventas en la zona?
—Claro que si. Y gracias a Raúl, sin apenas problemas.

El hombre se giró y volvió a pasar la lija donde antes la había pasado. Los dos jóvenes se quedaron sin saber que hacer. Al final tuvo que ser Jandro quien preguntase.—¿Tío, para que nos avisaste?
—¿Tenéis prisa?
—No.
—Pues esperar un poco. Estas cosas exigen concentración.
—¿Nos vamos?
—¡JODER!, tan difícil es esperar un poco.
Lo siento pequeño, volveré enseguida —lo dice al trozo de madera que estaba trabajando.
Salen de la zona de lacado y se van hasta la furgoneta.  De ella saca un sobre y una carpeta. Revisa el contenido antes de hablar.—Sí, está todo.
Pues impacientes. Aquí os entrego estos billetes para Argelia.
—¿Argelia?
—¿Te he preguntado?
—No, tío.
—Como iba diciendo.  Aquí tenéis estos dos billetes de avión. Mañana viajareis a Argelia. En el aeropuerto os esperará uno de mis hombres de confianza. Quiero que os veáis con Rachd, él es uno de nuestros principales suministradores. Gracias a tu aumento de ventas necesitamos más material, y es vuestra labor conseguir ese aumento, y... que nos mejore el precio.
¿Os veis capacitados para este trabajo?
—Claro tío.
—Pues cogedlos. Y estos sobres para que disfrutéis de las noches argelinas.

Raúl mira su sobre y ve una importante cantidad de dinero.
—¿Os parece poco?
—No, no, gracias.
—Espero que las noticias que me traigáis sean buenas.
—Seguro que si tío.

La salida del viaje de mañana le impide poder verse con Anisa. Así que decide llamarla hoy para quedar esta noche.

—¿Hola, Anais, está tu hermana? No me coge el teléfono.
—No. Está trabajando.
—¿Sabes si volverá pronto?
—No. Y después hemos quedado para asistir las dos a una fiesta privada.
—Vale. Dile que mañana me voy de viaje, así que nos veremos a la vuelta.
—¿Te vas de viaje?
—Sí, nos vamos Jandro y yo.
—Se lo diré.
Que tengáis buen viaje.
—Gracias. 



#2473 en Novela contemporánea

En el texto hay: amor

Editado: 23.03.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.