Ceniciento. La historia de un hada.

Capítulo 2. Lo que no quería recordar. Elvira.

Mi infancia feliz terminó el día en que el médico, saliendo del quirófano, nos dijo a mi padre y a mí, que mi mamá ya no estaba con nosotros. Fue difícil para mí, pero todavía tenía un papá que me amaba y hacía todo lo posible, para que yo no necesitara nada y no me sintiera huérfana. La tía Irina, la madre de Olga, nos ayudó lo mejor que pudo. En su casa me arropaba de calor y amor, mientras mi padre construía su empresa día y noche.

Y cuando las cosas en nuestra familia iban viento en popa y nuestra vida parecía mejorar, apareció Victoria. Esa víbora, primero, me quitó a mi padre, luego su compañía y como traca final, para mandarme a los infiernos, a mi novio. Luché lo mejor que pude, pero con mi inexperiencia y con incredulidad, perdí las tres batallas en una pelea con un adversario cruel y astuto.

Mi padre no me la presentó como el hecho para casarse otra vez, sino durante meses me preparaba para conocer a mi madrastra. Entonces, cumplí dieciséis años. Comprendía que mi padre aún era joven, encantador y estaba muy solo. Sinceramente quería que él fuera feliz, y si Victoria no hubiera resultado ser tan perra, no habría estado en contra de su nueva esposa en absoluto. Pero resultó que Victoria no me necesitaba, más aún, interferí en sus planes.

Al principio me pareció mujer bastante buena, era agradable y amable conmigo, pero solo hasta que se convirtió en la esposa legal de Vadim Stashev. Delante de mi padre, ella seguía desempeñando el papel de una madre cariñosa, y cuando nos quedábamos a solas, Victoria mostraba su verdadero rostro, que la gorgonia era una muñeca, comparada con mi madrastra.

 La nueva esposa de mi padre me humillaba y me insultaba como quería. Yo salía en mi defensa con pequeños trucos sucios, como cortar su vestido favorito, o echar en su perfume un pis del gato, o escupir en su taza de café. De eso siempre fue informando a mi papá, pero él lo atribuía todo a mis celos y la adolescencia.

Un año después, Victoria anunció felizmente que ahora tendría un hermano. No me gustó la idea en absoluto, pero como decidí irme a Moscú a estudiar psicología, tomé la noticia con calma. "Me iré de aquí y los dejaré vivir con su nuevo hijo", - pensé entonces, sin saber lo que esta criatura del mismo Diablo estaba tramando.

Una vez estaba durmiendo en mi habitación y escuché unos golpes en la puerta. Me levanté, la abrí y no vi a nadie. Me pareció que había alguien en el pasillo junto a las escaleras. Fui allí y escuché el sonido de algo cayendo. Corrí y vi a Victoria al pie de las escaleras, ella gritaba y llamaba a mi padre para pedir ayuda. El cuadro completo me asustó y debido al pánico que se apoderó de mí, me quedé de pie en lo alto de las escaleras. Mi padre corrió hacia su esposa, empujándome.

- Fue ella, fue tu hija, quien me empujó las escaleras abajo. Odiaba a nuestro hijo, Vadim. -  gritaba Victoria, apuntándome con el dedo.

No entendí nada de lo que me acusaba, porque no hice nada. Y luego, cuando mi padre me echó de la casa y me desheredó, acusándome de matar a mi hermano, todo encajó. Tuve que mudarme a casa de mi tía. La única que me creyó y apoyó durante los exámenes. No sé en absoluto cómo los pasé, porque mi cabeza estaba ocupada por el resentimiento y la ira.

Olga no solo era mi prima, sino también mi mejor amiga. Tenía tres años más que yo. Cuando me mudé con ellos, estaba casada y recientemente había dado a luz a un hijo. Me dieron un techo sobre mi cabeza, calidez familiar y me ofrecieron ser la madrina de Aleksey.

Después de graduarme, fui a Moscú. Entré en la universidad y viví bien del dinero que me dejó mi madre y con unos dividendos, que daban por algunas acciones que mi padre no pudo quitarme, también trabajé a tiempo parcial en “Mosfilm” durante las vacaciones de verano como asistente de un asistente de un director, o, más simplemente, "dame esto, tráeme aquello." Me gustó mucho todo lo que era hacer cine. El ambiente y el caos artístico me fascinaba.

Allí, es donde yo encontré mi primer amor. Solo al escuchar su nombre, Kiril, mi corazón latía y mi cabeza daba vueltas. Era el actor y muy guapo. El primer sentimiento serio que tragó mi cerebro hasta las células grises, que dicen que no trabajan, y apagó el sentido de protección. Regresó al trabajo solo cuando mis ojos vieron dos rayas en un test de embarazo. ¿Qué hacer? Yo, como cualquier tonta enamorada, corrí hacía mi amor con cara llena de alegría. Porque, según todas las novelas de las tonterías románticas, Kiril debería haberse alegrado y proponerme el matrimonio en seguida. Solo que la vida real un poco distinta a las películas. Él no estaba contento y me ordenó ir a abortar.

- No necesito un hijo ahora, todavía soy joven, tengo que vivir, levantarme profesionalmente, quiero ser famoso y no quiero arruinar todo lo que conseguí por ahora, cargándome con un bebé. Si quieres continuar nuestra relación, deshazte de él y no te demores, - dijo.

Tenía veinte años. No me atrevía a decirle a mi tía que estaba embarazada, porque Olga y su marido se fueron a trabajar al norte y le dejaron su nieto, de tres años, a cuidarlo. Yo no tuve el valor para imponerle otro niño a la pobre mujer. Estaba sola en esta situación. Y me di por vencida. Maté a mi hijo y por eso Dios me castigó con infertilidad. ¡Hizo lo correcto! Porque a los necias y tontas como yo, se les debe enseñar duro. Porque no aprenden a la primera. Después de todo creí y perdoné a Kiril. Necesitaba otro año más para descubrir qué tipo de mierda era él.

Cuando mi tía me llamó y dijo que mi padre había tenido un accidente de tráfico, corrí hacia él.

- Kiril, mi padre está en cuidados intensivos, tengo que ir junto a él urgentemente, - le dije a mi amado.

- No te preocupes, tomaré un tiempo libre del trabajo y te llevaré en mi auto, - respondió, y pensé que se compadecía de mí, por lo que estaba ansioso por ayudarme.




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