Ceniciento. La historia de un hada.

Capitulo 4. “Hada madrina”. Aleksey.

Por la noche mi madre, con un tono insinuante, me informó, que su prima y mi madrina, la tía Elvira de América, iban a venir a visitarnos. Para ser honesto, no me importaba quién venía y por qué. Pero mi progenitora de inmediato empezó a engancharme con este acontecimiento, cambiando mis planes para mañana, aunque, en principio, no había ninguno.

- Alex, ¿puedes ir mañana a Sheremetyevo y recoger a tu tía Elvira? - como si no me obligara, preguntó mi madre.

- ¿Y por qué? ¿Le cuesta coger un taxi? - Yo no entendía, porque tenía que molestarme.

- Bueno, ya sabes, ella no ha estado en Rusia hace más de veinticinco años, puede confundirse o no entender algo. Mejor sería que tú la recogieras con el coche y la trajeras, y luego harás lo que quieras, - explicó mi madre.

- Está bien, ¿a qué hora llega? - pregunté, pensando, que, si la tía llegaba por la tarde, entonces, todo el mundo podría olvidarse de mí, porque tenía un juego en línea con mi “Aciano”.

-  A las diez y media de la mañana.

- Está bien, la buscaré. ¿Cómo la reconozco? - Estuve de acuerdo, dándome cuenta de que era inútil discutir con mi madre sobre ese tema.

Se levantó y sacó una revista de moda de un cajón de la cómoda.

-Aquí está, - mi madre me señaló a la espectacular joven de la portada.

Miré y me sorprendí un poco. De la foto me estaba mirando una joven elegante con una mirada segura de sí misma a tope, y como sabía mucho de su historia, no podía creer que esa chica era solo tres años más joven, que mi madre. No encajaban en absoluto, como si cada una de ellas fueran de diferentes épocas. Por lo tanto, decidiendo que todo era un efecto de Photoshop, fijé en los rasgos distintivos: un lunar en la mejilla del lado izquierdo.

Al día siguiente, mi madre me despertó al amanecer y me dijo, que era mejor llegar antes al aeropuerto, que quedar atrapado en un atasco y llegar tarde. Con pocas ganas me levanté, de alguna manera me lavé la cara, me vestí y me senté a desayunar.

- Tráela a nuestra casa rápidamente, porque, la pobre, después de doce horas en el avión seguramente se sentirá cansada, y a lo mejor tendrá ganas de ducharse. En general, sé más cortés con ella, después de todo, ella es tu tía y la madrina. - me amonestó mi madre, poniendo en mi plato huevos y tocino.

- ¡Sí, lo entendí todo, mamá! ¿Y para qué viene aquí? Durante veinticinco años no hubo una noticia de ella, ¿Para qué viene ahora? – pregunté desconfiado, o mejor dicho, molesto.

- Bueno, ya sabes, existe una palabra "nostalgia". Quería volver a casa. - Respondió ella de alguna manera insegura. - Está bien, no hables más y come rápido, porque el tiempo pasa.

Como resultado, mi madre me empujó fuera de la casa tres horas antes de la llegada de su prima, cuando necesitaba una hora y media para llegar al aeropuerto, pero fue inútil discutir con ella.

Llegué a Sheremetyevo, dejé el coche en un aparcamiento de pago, calculando ya cuánto me costaría encontrarme con un familiar, que no conocía y no tenía ganas de conocerla, y me dirigí a la sala de llegadas.

Cuando finalmente en la pantalla de vuelos apareció la notificación de que su vuelo había aterrizado, comencé a mirar con cierta emoción los rostros de las personas que llegaban.

De repente mi mirada se clavó involuntariamente en una chica con un chándal rosa, que actuaba como una reina de belleza en la pasarela. Noté, que no solo a mi me llamó la atención su llegada, había algo en ella que atraía las miradas de todos. La miré y me di cuenta de que ella también estaba buscando a alguien. Ella dio la vuelta y vi un lunar en su mejilla izquierda. "¡Oh! ¿No puede ser?" – pensé sorprendido.

- ¡Tía Elvira! Estoy aquí, - grité, todavía sin creer, que esta impresionante chica era mi madrina.

Se volvió hacia mí y noté su mirada de confusión. Parecía que yo también la sorprendí.




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