Ceniciento. La historia de un hada.

Capitulo 22. La madre “coraje”. Elvira.

Me preguntaba, qué habría pasado en el parque de la ciudad, a diez minutos de casa, a las nueve de la noche. En el tiempo de horario infantil. Olga y yo fuimos allí a las doce de la noche y no nos pasó nada, ni siquiera encontramos a nadie, excepto a un pequeño grupo de adolescentes que estaban sentados en la terraza de verano. Decidí preguntarles si vieron a un gordo corriendo. 

- Chicos, ¿habéis visto un chico correr por aquí, hace un par de horas atrás? - pregunté. 

- ¿Un tipo con sudadera azul? - Me preguntó uno de ellos. 

- Sí. ¿Lo has visto? 

- ¡Sí, un tío genial! La policía se lo llevó, - respondió. 

- ¿Por qué? - Me sorprendí mucho. 

- Entonces, intercedió por una mujer, que se escapó de su marido, - explicó el niño. 

- ¿Alex defendió a una mujer desconocida? - Exclamé en voz alta, porque estaba asombrada completamente. 

- Bueno, sí, y luego esa mujer lo acusó de romperle la nariz al marido, por eso se lo llevó la policía, - me explicó una chica. 

- Gracias chicos, - dije, pero en mi cabeza no encajaba. ¿Cómo podría mi ahijado romper la nariz a un hombre? Podría haber asumido exactamente lo contrario. 

No había nada que hacer, tuvimos que ir a la comisaría más cercana, rescatar al "defensor de los débiles y desfavorecidos". Al entrar en el edificio, Olga inmediatamente se abalanzó sobre el policía de guardia. Si no hubiera estado separado por una rejilla y un plexiglás, yo no habría respondido por su vida. Como aquí aparecían mujeres histéricas con tanta frecuencia, como actrices exaltadas en mi bufete, me di cuenta, que el policía esperaría tranquilamente en su lugar seguro, hasta que ella se calmara.  

“Esto en Los Ángeles no pasaría, allí tienen métodos más eficaces y rápidos”, - pensé, un poco asustada del comportamiento de mi prima. Cuando las fuerzas de Olga se quedaron en nada, después de quince minutos de gritos, exigencias y golpes en el cristal. Llegó mi turno, subí al escenario. 

- Pido disculpas por la conducta inapropiada de mi familiar, - comencé con calma - ella es madre y su comportamiento excesivo se explica por la preocupación por su hijo. 

El policía me miró favorablemente. ¡Cómo le entendí! 

-Nos gustaría saber sobre Voloshin Aleksey Mikhailovich, quien fue detenido en un parque en la calle Sovetskaya por una pelea, - continué. 

-Está siendo interrogado en la habitación número cuatro, - respondió el policía después de hojear algo en su diario. 

Olga trotó hacia el torniquete, que separaba la sala de la entrada del todo edificio. Ni siquiera tuve tiempo de detenerla, solo cuando empezó a intentar trepar por encima de él, pude agarrar su mano. 

- Olga, cálmate. ¿Estás completamente loca? ¿Qué estás haciendo? - Traté de hacer que mi pariente entrara en razón. 

- ¡No lo entiendes, lo van a encarcelar! – Chilló ella y pasó la pierna al otro lado del torniquete y de reojo vi, que el policía salió de su sitio. 

- Olga, nadie lo encarcelará, al menos hasta el juicio. ¡Tómalo con calma! Mejor llama a Vladimir, tal vez él tiene algún tipo de conexiones, porque trabajó de policía, - sugerí, para distraerla, para que esa mujer no hiciera volar todo el edificio en pedazos, o el guardia no la encerrara también.  

En realidad, no pensé que Vladimir nos podría ayudar. Pero Olga me obedeció, dejo en paz el torniquete y salió a la calle con el teléfono. 

Veinte años en Estados Unidos, me enseñaron a confiar mi vida solo a los abogados, así que comencé a buscar un candidato adecuado en mi teléfono, solo que la hora no era para las llamadas, especialmente, si ibas a conseguir un buen abogado. 

- No se preocupe, ahora el investigador lo resolverá y será liberado, - dijo el guardia, alentándome claramente. 

- No estoy preocupada. Sé que a veces ocurren momentos y situaciones incomprensibles. Por eso ustedes están en guardia de la ley y el orden para resolverlo todo, - le respondí sonriendo y tratando de conquistarlo aún más, - ¿Sabe cuánto tiempo puede durar el interrogatorio? 

- No, todo parece estar claro ahí, - dijo y de inmediato se quedó en silencio, evidentemente se dio cuenta de que había dado demasiada información. 

- Gracias, entonces, esperaremos aquí. ¿Le importa? - Le pregunté. 

- Pero calme a su familiar, para no hacerme actuar, - sugirió. 

- Si, si, claro, no se preocupe, - contesté. 

Fui afuera. Olga caminaba de un lado a otro. No entendí su comportamiento en absoluto. Su hijo, gracias a Dios, tenía veintiséis años, él mismo debía ser responsable de sus acciones, y ella se apresuró a liberarlo como una leona. Fue esa protección desmesurada que lo llevó al punto de que el chico no era capaz de nada. Ahora percibí ese acto suyo de una manera completamente diferente. No solo le rompió la nariz a alguien, lo hizo deliberadamente, defendiendo su punto de vista. Era una acción de hombre, que quería ver en él. 

Tenía un gran deseo de enviar a Olga a casa, pero entendí, que en ese estado de era inútil, pedirlo. 

- Olga, ¿hasta cuántos años lo protegerás? - le pregunté. - Es un hombre adulto, ya se puede defender, ya que pudo romper la nariz a alguien. ¿Quizás deberías dejarlo ir? 

- ¡No entiendes nada! Si tuvieras hijos, me comprenderías, pero qué puedes decir, si no lo sabes, cómo es amar a un hijo, - me picó dolorosamente, aunque ella no sabía de mi problema de esterilidad. 

- Tienes razón, no tengo hijos, pero si tener hijos, significa perder por completo el control y el sentido común, entonces incluso me alegro de no ser madre, - le contesté enfadada. 

No sé cuántas más tonterías podríamos haber dicho, si no apareciera Vladimir. Nos devolvió a un curso pacífico. Nos saludó y se acercó con confianza al oficial de guardia, le dijo algo, llamó a alguien y se le permitió entrar al departamento sin ningún problema. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.