Ceniciento. La historia de un hada.

Capítulo 23. Instinto defensor. Aleksey. 

- Alex, perdóname por demorarte, no pensé que eso tardaría tanto tiempo, - se disculpó Elvira. 

- Sí, está bien, ahora me cambiaré rápido, aun son las nueve de la noche, - la tranquilicé. 

Encontrar lo que necesitaba no fue una tarea fácil, así que nosotros perdimos demasiado tiempo, pero ya no pude negarme a ir a correr por la noche. Como decía la madrina, una persona es hijo de las costumbres, y yo me acostumbré a hacer jogging. 

- Alex, no pasará nada malo, si no corres cinco vueltas, sino cuatro, - sonrió. 

Corrí una vuelta, la segunda, y luego vi, que una mujer salió corriendo de los arbustos y se apresuró a cortarme el paso. Parecía asustada, su chaqueta estaba rota, su cabello estaba en completo caos. 

- ¡Ayuda! - Gritó y me detuvo, abriendo los brazos, - ¡mi marido me quiere matar, está completamente loco! 

Miré hacia atrás y vi a un hombre saliendo de los mismos arbustos. 

- ¡Te mato, perra, te mataré, te lo juro! - gritó y corrió hacia nosotros. 

Me pareció, que algo brilló en su mano. "¡Cuchillo!" - pasó por mi cabeza. Yo mismo no entendí cómo lo hice, aparentemente Vladimir consiguió hacerme recordar esa técnica. Lancé mi mano hacia adelante, y el hombre mismo chocó contra ella, como en una barrera. Cayó, como si le hubieran disparado, y la sangre le brotó de la nariz. Aquí es donde me asusté. Pensé que lo había matado. Miré a la mujer y ya no estaba en ningún lado. No supe que hacer. Y no se me ocurrió nada más interesante, que llamar a la policía y a una ambulancia. 

De repente apareció de nuevo esa mujer, pero con un paquete en el que tintineaba algo. Vio al postrado en el camino con sangre en la cara y comenzó a gritar, que yo había matado a su querido esposo. Entonces entendí en qué me había metido, pero ya era demasiado tarde. Llegó la policía, seguida de una ambulancia. 

- ¿Quién llamó a la policía? ¿Usted, joven? ¿Digame qué pasó? - Preguntó el policía. 

Mientras le explicaba qué y cómo sucedieron las cosas, los médicos hicieron que el hombre recuperara los sentidos. Rechazó la hospitalización, y él con su esposa y las botellas de vodka abandonaron el lugar a salvo en una dirección desconocida. 

- Bueno, joven, venga con nosotros, haremos un informe sobre el incidente y luego se irá a casa - dijo el policía. 

- Bueno, yo no he hecho nada, de verdad, - Me sorprendí. 

- ¿Cómo que no hizo? ¿Y quién defendió a una mujer borracha y aplastó la nariz de su esposo? - Él sonrió. - No se preocupe, tenemos que hacer el informe del incidente. 

- ¿Y esto es por mucho tiempo? - pregunté, habiéndome calmado un poco. 

- Bueno no. Aproximadamente veinte minutos, y luego le llevaremos a casa nosotros mismos. 

- Está bien, - estuve de acuerdo, tampoco tenía otra opción. 

Llegamos a la comisaría, me llevaron a una oficina donde un investigador estaba sentado frente a la computadora y la maldecía en voz baja. 

- Bueno, qué vas a hacer, de nuevo Internet no funciona. Esta semana llamamos dos veces al técnico, pero todavía no trabaja, - se quejó. 

- ¿Puedo echar un vistazo? - Pregunté con cautela, - tal vez no sea un enrutador, sino un error de software. 

- ¿Entiendes de eso? - Preguntó el policía con incredulidad. 

- Soy programador, trabajo en la alcaldía, en el departamento de soporte técnico, - respondí. 

- Escucha, amigo, ayúdame, tengo que mandar este informe y no puedo, - preguntó. 

Empecé a ver cuál era el problema. Media hora después, la computadora comenzó a funcionar. Luego, otro policía entró en la oficina y, al enterarse de que había ajustado la computadora, me pidió ver el fax. Lo seguí. Tuve que tardar para arreglar esa máquina, entonces el primer policía, que se llamaba Oleg, me trajo bocadillos y té en un termo, y el segundo a quien estaba arreglando el fax, sacó una bolsa con tortas caseras y manzanas. En una palabra, los ayudé y me agradecieron lo mejor que pudieron. Estábamos sentados, bebiendo té y hablando, cuando de repente apareció mi entrenador en la puerta. 

- Entonces, que bien estáis tomando té aquí, y allá abajo tu madre está histérica, - me sonrió y se volvió hacia Oleg, - genial, Oleg, ¿qué hizo? 

- Sí, no hizo nada, cruzó la cara a un borracho, que amenazaba a su mujer, pero definitivamente él no va a poner la denuncia, nos pasa por alto a un kilómetro de distancia, tiene miedo. Pero contamos con un especialista que nos devolvió todo el equipo a la normalidad, - Oleg sonrió. 

- Entonces, me lo puedo llevar, de lo contrario su madre se está volviendo loca de preocupada, - preguntó Vladimir. 

- Sí, sí, claro - respondió Oleg, - Y tú Aleksey, si necesitas algo, no dudes en entrar. Si podemos, te ayudaremos. 

Dimos la mano a los policías y nos fuimos. Por el camino, Vladimir preguntó por qué rompí la nariz a aquel alcohólico. 

- Porque tú mismo me dijiste, que a veces en un hombre se despierta el instinto de un defensor, por lo visto se despertó en mí también. - Respondí y notando una sonrisa en su rostro me reí. 

 

 




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