Ceniciento. La historia de un hada.

Capítulo 33. La cena con Victoria. Elvira.

Antes de ir a Victoria, me miré una vez más en el espejo. Me gustó mucho mi reflejo físico, que no podría decir sobre mi estado psicológico. Vasiliev no salía de mi cabeza y la conversación de hoy con su hija tampoco. No pude entender por qué, pero el deseo de venganza se desvaneció en un segundo plano. Mi corazón quería amor, no venganza.

Tuve esos momentos de debilidad y antes (soy una persona viva y nada vivo me es ajeno), pero el trabajo siempre ayudaba. Por lo general, me metía en él de cabeza, me involucraba en nuevos proyectos y después de un mes llegaba mi liberación de tonterías. El deseo de amar pasaba a la cálida amistad o, la fría indiferencia, aparecían cosas más importantes para reemplazarlo. En mi situación actual, he estado sin trabajo durante demasiado tiempo. ¡Aquí está el resultado! ¡Quería amor, sabes!

Aleksey me devolvió a la tierra, ofreciéndome infringir la ley y poner un micrófono en casa de Victoria. Tenía miedo, pero Alex me transmitió la seguridad y ganas de acción.

Dos horas después, entré firmemente a la casa de mi enemiga, esperando descubrir cómo destruirla. La dueña de la casa me recibió en el amplio vestíbulo.

- Elvira, ¡qué bueno que aceptaste mi oferta y encontraste tiempo para cenar con nosotros! - dijo con voz dulce, escoltándome a la sala de estar, donde ya había unos invitados, algunos de ellos los vi en la galería.

- Gracias, Victoria, por invitarme, - le agradecí con la misma miel en mi voz.

-Vamos, te presentaré a los invitados, - dijo y me llevó al grupo de hombres más cercano. Sabía qué impresión les había causado, pero me interesaba poco. Entonces Victoria me llevó a una extraña pareja. Una hermosa joven de rostro inexpresivo y un hombre canoso, que me miró con evidente interés.

-Elvira, déjeme presentarle a mi viejo amigo Mark Boev, la persona más influyente en Rusia, - se rio con una risa falsa.

- Encantada, - dije, y le tendí la mano al anciano. Lo tomó y durante varios segundos me miró fijamente de modo, que me sentí incómoda con el frío que emanaba de él.

- Me agradaría mucho, conocerle, Elvira, - dijo finalmente y soltó mi mano. - Victoria bromeó, solo soy un abogado modesto.

- En Estados Unidos, un buen abogado es un Dios, así que ella no exageraba en absoluto, - le respondí por cortesía y con un deseo increíble de dejar su compañía.

- ¿Cuánto tiempo lleva en Rusia? -  Preguntó, entregándome una copa de champán.

- En realidad no mucho, cuatro meses, o algo más, - le contesté, tomando la bebida de sus manos y colocando mi bolso en el sillón.

- ¿Tiene negocios aquí o está de vacaciones? - Me preguntó.

- Negocios, - sonreí, tratando de no decir nada superfluo.

A lo largo de la conversación, me torturaba con una mirada, como un taladro, que quisiera llegar a mi alma. Pero Victoria vino en mi ayuda. Pidió permiso para presentarme al resto de los invitados.

Luego la anfitriona me presentó a algunos invitados más y finalmente a su esposo. Me reconoció y hasta estaba encantado. Me hizo un montón de preguntas sobre el software de mi futura filial. Me di cuenta de que necesitaba aprovechar esa oportunidad y, con el pretexto de que estaba muy interesado en la protección informática, me llevó a su oficina para mostrar en la práctica cómo funcionaba.

Entramos y comencé a buscar con los ojos un lugar adecuado para el micrófono. No había muchos muebles en esta habitación, solo una mesa, una silla, un pequeño sofá, un armario con llave y una lámpara colgada encima del sofá. Era el único lugar donde podía esconderlo, pero entendí, que lo más probable, que la limpiaran todos los días y, lo que es más repugnante, a fondo. Entonces me di cuenta de que había olvidado mi bolso en el sillón de la sala de abajo. Me alegré tanto de deshacerme de ese extraño anciano, que ni siquiera pensé en el bolso.

- ¡Mire aquí! - El marido de Victoria me pidió que viniera a la mesa. - Este programa detectará no solo la piratería externa, sino que ayudará a descubrir de dónde viene, a pesar de que cubrirá sus pistas. Incluso se nos ocurrió un nombre para este programa "Snoop".

Al conocer esta información, mis piernas me temblaron aún más. "Alex y yo seremos descubiertos en uno, dos, tres", - pensé, y quité la idea de dejar aquí el micrófono, de mi cabeza. Regresamos con los invitados, y allí ya nos estaban esperando para ir al comedor.

Durante la cena, traté de no encontrarme con la mirada del abogado, pero siempre sentía, que me estaba mirando. Cuando sirvieron las bebidas, decidí salir del comedor y regresar por mi bolso. Él estaba en el sillón, donde lo dejé. Tan pronto como lo tomé en mis manos, escuché un mensaje en el teléfono. Megan me pidió que la contactara inmediatamente, era un asunto de urgencia. Salí de la casa y marqué su número.

- ¿Has decidido quedarte en Rusia para siempre? - Preguntó burlonamente.

-¿Qué pasó? - Le pregunté a mi insustituible asistente.

- Está previsto un trabajo muy interesante. McCormick quiere dedicarse a la política, - dijo.

- ¿Estas de broma? ¡No puede ser! Es el mejor villano de Hollywood, - exclamé.

- Por eso se dirigió a nosotros, pero quiere hablar contigo personalmente y firmar un contrato, - dijo Megan, - tienes que volar con urgencia.

- Está bien, dame una semana para prepararme, - estuve de acuerdo.

No podía perder esa oportunidad. Si lo lográbamos, y de eso estaba segura, entonces mi empresa se movería a un nivel completamente diferente. Los constantes y estúpidos caprichos de los actores secundarios baratos se terminarían y comenzaría una vida mucho más interesante y exitosa. Las estrellas de primera magnitud vendrían hacia nosotros.

El conocimiento de que no estaría aquí en una semana, me dio un extraño estado de ánimo de lucha. Regresé a la habitación donde acababa de estar, arranqué la tapicería inferior del sillón con una lima de uñas y escondí el micrófono allí, con la esperanza de que no lo encontraran rápidamente, y tal vez en una semana pudiéramos averiguar algo. 




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