Ceniciento. La historia de un hada.

Capítulo 34. La gran sorpresa. Aleksey.

Extraño, pero nunca en mi vida había estado tan preocupado, como esta noche. Estaba sentado en el coche y esperaba con impaciencia a que apareciera un Mercedes en la carretera. Yo ya empezaba a pensar que la idea con el micrófono no era tan buena. Tenía miedo por Elvira. ¿Y si la atrapaban cuando lo fuera a esconder en algún lugar?

Durante estos cinco meses incompletos, desde que apareció en mi vida, me encariñé con ella y se volvió muy necesaria para mí. Ella hizo brillar mi vida sin valor, le dio colores y sentimientos. Empecé a creer en mí mismo. Ella hizo todo esto, mi hada madrina.

Finalmente, apareció un Mercedes en la oscuridad de la carretera. Elvira se bajó y subió en mi coche.

- ¿Bueno, cómo ha ido? - Pregunté con impaciencia.

- Esta todo bien, querido ahijado, volveremos a Estados Unidos en una semana, - dijo alegremente.

- ¿Cómo? ¿En una semana te vas? ¿Por cuánto tiempo? - Le pregunté y me enojé.

No me gustó en absoluto esta idea, aunque entendía, que algún día sucedería y ella volvería a Estados Unidos, pero no estaba listo para desprenderme de ella ahora mismo, cuando nos volvimos tan cercanos.

- No lo sé, tal vez por un año, tal vez un poco más. - respondió ella con calma.

- Bueno, sí, lo entiendo, tienes un negocio allí, y tienes una vida allí montada, - dije con voz lánguida.

-Mañana iremos a la Embajada de Estados Unidos, solo tenemos una semana y hay mucho que hacer, - dijo.

Luego llamó a su asistente Megan y le pidió, que le enviara algunos documentos para el visado.

- ¿Por qué necesitas un visado? ¿Tú ya no tenías ciudadanía? - No entendí.

- En primer lugar, no es bueno, joven, escuchar a escondidas las conversaciones de otras personas, y en segundo lugar,  tú necesitas un visado, no yo, - respondió.

- ¿Qué? - Yo no entendía.

- Creo que te será útil vivir un poco en otro país, ver el mundo, trabajar en la industria cinematográfica más famosa. - respondió la madrina, - además de cortar el cordón umbilical y empezar a vivir de forma independiente.

-¿Hablas en serio? - No creía en mi suerte.

- Más que tú piensas. - respondió afirmativamente.

- ¿Y tú venganza? - pregunté. -¿La dejas?

- Puede esperar, aunque creo, que desde América también puedo hacer algo. Por cierto, dejé el micrófono allí. Así que tenemos una semana para las escuchas, - respondió.

-Bueno, en principio, podemos averiguar algo en una semana, y todavía tengo conexiones aquí, - dije, pensando en Oleg.

- Entonces busca algo sobre un tal Mark Boev, un abogado, de unos setenta años. Lo conocí en esta cena, era uno de los invitados de Victoria. Espera, me dio una tarjeta de visita - rebuscó en su bolso y sacó una tarjeta blanca. - Mira, mira. Un tipo muy extraño y desagradable. Simplemente me escaneaba todo el tiempo.

- Está bien, ¿no es ese el abogado, que ahora es dueño de la empresa de su padre? - Pensé de repente.

- ¡Exactamente, como no lo comprendí de inmediato! - exclamó ella y se dio una palmada en la frente. - Quizás por eso me miró así, como si le debiera algo.

- Vamos a venir ahora y echaré un vistazo, - le aseguré.

- No, cariño, cuando lleguemos, nos vamos a dormir. Mañana será un día difícil. - dijo y yo no discutí con ella, pero las ganas de llegar a la computadora, encender el micrófono y mirar algo de este abogado eran increíbles.

Tampoco podía creer que pronto iría a Estados Unidos. "¡Finalmente, saldré de este agujero! Mi vida realmente está cambiando a pasos agigantados". - Pensé, aparcando el coche.

Por supuesto, me daba pena dejar sola a mi madre, pero, como dijo Elvira, debo romper el cordón umbilical con el que me ató a ella como un nudo de mar, que simplemente me estrangulaba sin darme cuenta.

 




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