Ceniciento. La historia de un hada.

Capítulo 41. La triste historia de Mark Boev.

Me llevó a una de las casas, que exteriormente no se diferenciaba de las otras del pueblo, vieja y algo destartalada, pero dentro estaba todo limpio y arreglado.

- Esta es mi casa, aquí nací, viví y conocí a tu madre. No, la conocí en la playa. Ella y sus amigos celebraron su graduación en el otro lado, yo acababa de llegar del ejército y deambulaba sin nada que hacer. La noté de inmediato, era increíble.

Mark se levantó, puso calentar el agua para el té y siguió:

- Me senté en la orilla y comencé a mirarla. Ella también me notó y me sonrió. Entonces, un idiota de sus compañeros de clase trató de besarla y comenzó a manosearla. Cuando vi que estaba luchando contra el pretendiente no deseado, me arrojé al rio, nadé a la otra orilla y le di un puñetazo en la cara de inmediato. El chico cayó con tan mala suerte, que se abrió el cráneo. No quería matarlo. Rápidamente me di cuenta, que tenía que escapar, pero la besé y fue increíble, como si nos hubiera alcanzado un rayo. No tuve tiempo de decirle nada, ni siquiera le pregunté su nombre, pero sabía que era mía. Nunca más me pasó nada igual.

- ¿Qué pasó con el chico? - Pregunté.

- Como dije, no tuvo suerte. Resultó ser hijo, de algún pez gordo del comité ejecutivo, me encontraron rápidamente. Luego hubo un juicio y me condenaron dos años. Tu madre trató de protegerme, dijo, que fue un accidente, pero nadie la escuchó. Me escribía todos los días y un día vino a la cárcel. Tenía un amigo allí, así que nos concertó una cita y hablamos toda la noche. No había nada impuro entre nosotros, salvo besos inocentes, pero luego de este encuentro comencé a esperar mi liberación con tanta sed, que no contaba los días, sino las horas. Me pusieron en libertad condicional e inmediatamente fui a verla. Compré flores y una cadena de oro con una hoja en forma de corazón.

Involuntariamente presioné mi mano contra mi pecho. Después de la muerte de mi madre, siempre llevaba esta cadena, como recuerdo.

-Veo que te la dio a ti, - dijo el anciano.

- Sí. - le respondí, no tenía sentido negarlo.

- Rita aceptó convertirse en mi esposa y solicitamos la fecha en la oficina de registro. Parecía que todo lo malo había pasado. Conseguí un trabajo, ella estaba terminando su segundo año en el instituto. Nos estábamos preparando para la boda. Me dieron un apartamento en la fábrica donde trabajaba y empezamos a vivir juntos, pero la respetaba. Decidí esperar hasta la boda, para que todo fuera correcto. Entonces, comprendí lo que era la felicidad. Cuando vas a casa del trabajo, cansado como un perro, entras en un edificio destartalado, y te parece un castillo mágico, mis alas crecían y en el quinto piso volaba como una paloma, porque allí me esperaba mi amor.

El hombre puso dos tazas de té en la mesa.

-Pero apareció el padre de aquel chico y me engañaron estúpidamente. Hice un trabajo para ganar algo de dinero para la boda, quería darle un regalo a mi amada. Solo que no funcionó para mí prolongar nuestra felicidad. Me colgaron un nuevo caso por malversación de fondos en el trabajo, del que yo no tenía idea. Me detuvieran y un nuevo juicio me revocó la libertad condicional concedida, más otra condena, me cayeron diez años. Cuando se pronunció el veredicto, miré a mi sol y me di cuenta de que no podría hacerla feliz, todo estaba en nuestra contra.

Mark cerró los ojos y entendí que le dolía hablar de eso, pero el siguió.

- Decidí dejarla ir, para poder ser feliz con alguien. Entonces no quería vivir, me hundí en la oscuridad. Ella escribía, venía, pero me negué a verla, no respondí sus cartas. Pensé que me olvidaría. Ya no quería ser libre. ¿Para qué? Sin ella, mi vida no era vida. Sin ella no podía volar. Allí teníamos una médica, una buena mujer, se compadecía de mí y no solo de mí. Estaba con mi dolor y embarrado. Me acostaba con ella y guardaba las cartas de Rita debajo de la almohada. Así pasaron dos años.

- ¿Mi madre te escribía durante esos dos años?

- Si, no sabía qué hacer, y luego el jefe me llamó y me dijo que un abogado me estaba esperando. ¡Sería un tonto, porque no pensé, qué, diablos, un abogado va a hacer conmigo! Me llevaron a la sala de citas, se abrió la puerta y allí estaba ella con un vestido blanco de verano: tan tierna y hermosa, tan querida y amada. Bueno, no pude resistir a lanzarme sobre ella como un animal. Todo sucedió allí mismo, en la habitación. Nunca me perdonaré por esto, la rompí. Todavía recuerdo su mirada. No, no dejó de amarme, pero se dio cuenta de que necesitaba huir de mí, porque yo ya había cambiado.

- ¿Estás tratando de decirme que mi madre siguió amándote después de que la violaras en la cárcel? - No entendí nada.

- Después de cumplir cuatro años, la casualidad me presentó a una persona importante, lo ayudé a escapar. Entonces, me encontré libre. Nos estaban buscando, nuestras fotos salieron en la tele, pero logré llevarlo a donde quería, y regresé a Vira, porque yo no tenía adónde ir, y aquí tú misma ves diez casas y todos los familiares. Estaba seguro de que podría sentarme un rato y pensar qué hacer a continuación. Los vecinos me dijeron, que Rita vivió aquí dos años, pero después se casó y marchó. Entendí, que no podría vivir, si no la veía por última vez, si no conseguía su perdón. En ningún momento quería molestarla, solo quería que supiera, que lamentaba mucho de lo que pasara.

- ¡Esta bien! ¿No querías molestar? ¿Y qué hiciste? ¡Eras también un egoísta! – me indigné.

-Tienes razón, no pensaba en sus sentimientos, pero no me pude resistir. No sé quién me dio su nueva dirección. Fui allí y me senté en un banco cercano. No te voy a mentir, yo quería verla, besarla, abrazarla, suplicar el perdón por lo que hice y volver a poseerla, pero de otra manera. Al parecer, ella me vio por la ventana y me reconoció, así que salió, me agarró de la mano y me arrastró hasta un coche. Ella me regañó sin motivo y yo, como un tonto, sonreí escuchando su voz. Y cuando subimos al coche, ella misma me besó primera. Vinimos aquí, - dijo, e hizo un gesto alrededor de la casa.




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