Ceniciento. La historia de un hada.

Capítulo 46. Las oportunidades. Aleksey.

Como decía mi madrina, Los Ángeles era una ciudad para soñar, pero yo ni siquiera sabía qué hacer todavía, es decir, no tenía un sueño en concreto. Aparte de tres horas de entrenamiento con Kurt, que resultó ser un buen hombre, y de jugar baloncesto con mis nuevos amigos, tenía tanto tiempo libre, que me aburría.

Mamá llamaba todos los días y lloraba, porque me echaba de menos y a Irina también le estaba pasando algo incomprensible. Empezó a entrar menos veces en el juego, contestaba mis mensajes en monosílabos y, según me pareció, estaba muy molesta por algo. "¿Quizás adivinó que Elvira Brown es mi tía americana?" - pensé, pero decidí no revelarle todas las cartas en la manga todavía. Aún no estaba preparado para decirle toda la verdad. Y la incomprensible relación entre su padre y mi madrina solo complicaba las cosas.

Elvira, desde que vino de Rusia, también estaba un poco rara, traté de averiguar qué pasaba, pero ella siempre evitaba responder sinceramente, pero algo me decía, que su estado correspondía a su conversación con Mark Boev.

Para quitar de mi cabeza los pensamientos malos, decidí buscar trabajo. Quería hacer algo, ocuparme de algo, aparte, cada vez que tomaba dinero de Elvira me ponía en una posición incómoda, quería tener mi propio sueldo. Por eso, cuando volví al parque a jugar con amigos, les pregunté cuál era la mejor forma de buscar trabajo.

- ¿Para qué buscarla? - Dean se sorprendió, - ven conmigo al casting para una nueva película. Allí se necesita gente para extras y episodios. Pagan 20 dólares la hora.

- Bueno, nunca pensé en convertirme en un actor, - dije dubitativo.

- Estamos en Hollywood, y aquí todo el mundo es un poco actor, - se rio Nick. - ¿Qué tipo de trabajo quieres específicamente?

- Trabajé como programador en Rusia, - respondí.

- Entonces necesitas hablar con Josh. Trabaja en un banco, de algo relacionado con las computadoras, - agregó Dean. - ¡Ah! ¡aquí está!

Mi amigo vino a la cancha de baloncesto, sonriendo como siempre.

- ¿Llegas tarde hoy? - Rick le preguntó.

- Sí, volví al trabajo, ¿qué voy a hacer? - suspiró Josh.

-  Hablando de trabajo, Alex quiere encontrar algún chollo, es programador. ¿Puedes aconsejarle donde buscar? - preguntó Nick.

- ¿Conoces los sistemas de pagos por Internet? - me preguntó Josh.

- Sí, y todos los procedimientos, - respondí.

- Entonces hablaré con mi jefe mañana, tal vez puedas trabajar con nosotros, - dijo el amigo.

- Gracias. Y ahora como ya estamos todos reunidos, juguemos, - sugerí.

Tres días después de esta conversación, Josh me informó, que me había programado una entrevista para pasado mañana. Le estaba inmensamente agradecido. “Finalmente, estaré ocupado con algo”, - pensé.

Por la noche lo conté todo a Elvira y ella también se alegró mucho por mí.

- Con el trabajo, dejarás de machacarte la cabeza con malos pensamientos. – dijo ella con tristeza. - Sé por mí misma, pero necesitas la ropa adecuada para trabajar en el banco. Mañana por la tarde iré contigo y compraremos un traje adecuado.

Pero por alguna razón no pudo acompañarme y envió a su estilista conmigo. Bree resultó ser una chica muy interesante, había algo en ella que invitaba a la conversación y no se molestaba por nada.

Mientras caminábamos de tienda en tienda, de probador en probador, ella no me dejó solo en ningún momento. Tenía que asegurarse por sí misma, de que la ropa, escogida por ella, me quedaba bien. Me vestía y desvestía, y yo no era de hierro, lo sentí todo: sus manos, su aliento, sus ojos marrones estudiándome. En el cuarto probador, no pude resistirme y traté de sacarla de allí, porque la excitación en los pantalones ya era llamativa.

 - Bree, no me ayudes más, lo haré yo mismo, - dije con voz ronca.

- ¿Qué harás tú mismo? - Ella sonrió. - ¿Puedes ayudarte a relajarte?

Me sonrojé y ella me rodeó el cuello con sus brazos y me besó. “¡Dios! ¡Te juro que no quería eso en serio!” – le supliqué silenciosamente. Ya estaba alterado, y este beso me voló la cabeza completamente.

Mis brazos la abrazaron, pero ella se deslizó abajo, se sentó de rodillas frente a mí y bajo mis pantalones.

-Eres tan dulce y tan bien dotado, que no creo que puedas hacerlo tú mismo, - dijo, y sentí la calidez de sus labios debajo.

Lo que sucedió después, no lo entendí en absoluto, pero me sentí tan bien, como nunca antes en mi vida. Después de eso, bueno, yo, sin recordar cómo, terminé en su cama. Fue allí, entonces, que el cerebro comenzó a emitir la información, que recibió de Elvira sobre qué hacer con la mujer en este lugar. Con Bree, no sentía miedo, no quería huir, al contrario, quería quedarme, quería mirarla, quería probar con ella lo que no me había atrevido a hacer antes. Pasamos toda la noche juntos, pero por la mañana me entregó las bolsas de ropa y me mostró la puerta.

No me ofendí, porque no podía ofenderme a la que me regaló esta noche mágica y, tomando un taxi, regresé a casa con la sonrisa de un vagabundo estúpido. Elvira me miró con extrañeza, pero no dijo nada, solo me deseó suerte en la entrevista.




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