Ceniciento. La historia de un hada.

Capítulo 53. Solo quiero tranquilidad. Elvira.

El tiempo pasaba, mi hijo crecía en mi vientre, pero yo todavía no podía encontrar las fuerzas, para llamar a Vasiliev. Lo más probable, es que me hubiera acostumbrado a la idea, de que sería mejor no decirle nada. Dejarlo estar como estaba. Ya sabes, la costumbre perfecta del avestruz tan simple, como esconder la cabeza en la arena pase lo que pase. Aleksey no estaba de acuerdo conmigo categóricamente, pero no interfirió, dándome la oportunidad de comunicar esta noticia yo misma.

Por cierto, a mi ahijado, en general, todo salía de la mejor manera. Estaba trabajando con entusiasmo en el estudio de Manu, se convirtió en el jefe del departamento de efectos especiales gráficos. Mi amigo le hizo un contrato de trabajo para tres años. Empezó a escribir un juego nuevo. Parecía, que comenzara a sentirse libre de todo y aprendió a volar.

En un año perdió cincuenta kilogramos, donde antes había grasa, ahora alardeaba del relieve de sus músculos. El único punto débil era el abdomen, la piel estirada había que extirparla quirúrgicamente, por lo que mañana tendría que someterse, a una cirugía plástica, que pondría el último punto en su cambio físico.

Quedaron algunos toques emocionales por corregir, pero ya no eran tan graves. Todavía mantenía una relación cercana con Irina, y las citas románticas con Bree se volvieron muy raras, incluso me parecía, que se habían convertido en amigos cercanos.

Yo me sentía bastante bien y mi embarazo no me daba problemas. Por las mañanas yo iba al trabajo con Steve, porque el medico me desaconsejó conducir el coche, después volvía a casa y disfrutaba del buen tiempo en la playa.

¿Echaba de menos yo a Dimitri? Si, no voy a mentir, pero también pensaba: ¿Habría recordado a Vasiliev, si no hubiera estado embarazada de él? ¿Si no hubiera sentido tan desgraciada al principio, por acostarme con mi "hermano"? Probablemente no. Me sumergiría de cabeza en el trabajo y todas las tonterías, como el amor, desaparecerían en un par de meses, siempre fue así. Aunque a menudo veía dulces sueños con su participación directa, pero todo lo atribuía al embarazo y las hormonas.

Por lo tanto, dudaba mucho que si él se acordaría de mí. Corazones tan carbonizados como los nuestros eran incapaces de encenderse de nuevo. Estaba segura de eso. Dentro de mi alma, una voz débil me decía, que estaba siendo deshonesta con él, ocultándole mi embarazo, pero esta voz era demasiado débil, para vencer mis miedos, para escuchar su indignación y sobre todo su rechazo.

Y el niño hasta ahora vivía tranquilamente en mi vientre y no exigía a papá. ¿Era egoísta? Sí, pero todos somos un poco egoístas, cuando se trata de nuestra tranquilidad. Y esta calma, después de todo lo que soporté hace seis meses, ahora la apreciaba más, que cualquier otra cosa. El único recordatorio del pasado eran las llamadas de Mark Boev, que periódicamente preguntaba por mi salud y la de mi bebé.

Yo ya no estaba enfadada con él. En realidad, era un hombre, que tenía mala suerte en la vida. Se encontraba solo en su villa en la costa Mediterránea y me daba pena. No, yo no le sentía, como mi padre, solo como un buen conocido.




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