ANDREA
Miro cómo nuestras vidas han cambiado, cómo los giros del destino nos coloco justo al lado del hermano de Bruno. Es irónico, casi cruel, que ahora sea él quien acelera mi corazón cada vez que lo tengo cerca. Me repito una y otra vez que esto está mal. Él solo quiere cumplir su papel de tío, cuidar de Bel y protegerla. Si llegara a sospechar lo que siento, podría pensar lo peor de mí, no puedo negarme a mí misma lo que causa en mí y menos lo que siento. Así que sacudo esos pensamientos y vuelvo la vista a la cocina, tratando de concentrarme en algo más.
Desde hace semanas, Bastian está diferente: más cansado, pálido, como si cargara algo invisible pero pesado. No ha vuelto a la oficina, trabaja desde casa, y aunque no me dice nada, sé que algo sucede. Estoy segura de que tiene que ver con esos medicamentos que encontré en su gavetero y que por una extraña razón han sido cambiados de lugar.
Como si sintiera mi mirada, gira la cabeza hacia mí y me sonríe. Es una sonrisa que me llena de calidez y me desarma, pero también me preocupa. Quiero agradecerle por el dinero que recibí hoy de la empresa. Sé que fue él, sé que arregló todo después de que esa bruja me recortara los pagos por meses. Pienso en lo que podré comprar para las niñas, en todo lo que ellas necesitan.
De repente, el timbre suena, interrumpiendo mis pensamientos. Bastian se levanta del sofá con Mía en brazos, pero lo veo tambalearse. Mi pecho se aprieta de inmediato, y antes de que pueda decir algo, Bel se acerca rápidamente y lo sostiene de la camisa.
—¡Bastian, estás bien? Estás pálido —pregunto, mientras le quito a Mía de los brazos y la coloco con cuidado en el suelo—, tienes algo negro en el iris del ojo izquierdo.
Él cierra los ojos con fuerza y se lleva una mano a la frente. El timbre vuelve a sonar insistente.
—¡Yo voy, mami! —grita Bel y corre hacia la puerta antes de que pueda detenerla.
La voz de Débora llena la sala llena de alegría.
—Todo está bien, no te preocupes —intenta decir Bastian, pero su voz es débil, insegura.
—No, no está bien —respondo, tratando de mantener la calma, pero mi tono tiembla. Débora nos mira con preocupación o mas bien a Bastian—, mírate. ¿Crees que no me doy cuenta de lo mal que estás? Algo me ocultas, lo sé.
—Debe ser tanto trabajo —comenta ella, como si intentara minimizar la situación.
Frunzo el ceño y fijo la vista en ambos.
—No ha trabajado, y tampoco que sea tan difícil estar detrás de un escritorio.
Bastian se lleva las manos al rostro y comienza a masajearse las sienes. Está evitando mi mirada.
Antes de que pueda decir algo más, la puerta se abre de golpe. Los tacones de Arabella resuenan contra el suelo como martillazos, y el ambiente cambia en un segundo. Bel, siempre lista para defenderme se coloca a mi lado como una pequeña soldado.
<<Ahora sabe que vivo aquí>>
—¿Por eso no atendías mis llamadas? —grita furiosa, mientras avanza hacia Bastian—, ¡y Dan, el imbécil, tuvo el descaro de decirme que estabas de viaje de negocios!
Bastian se levanta con dificultad, tambaleándose un poco, pero no retrocede ante ella.
—¿Yo tengo que pedirte permiso para hacer lo que se me antoje? No quería verte, Ara. Ahora hazme el favor de largarte.
—¡No! No me voy a ir hasta que me expliques qué hace esta…, cocinera aquí. ¿Cómo puedes hacerme esto?
Bel me mira con sus ojos grandes buscando respuestas en los míos. La abrazo automáticamente, colocando una mano detrás de sus hombros para calmarla.
—Yo puedo vivir y tener en mi casa a quien yo quiera.
Débora interviene, con una sonrisa tensa.
—Vete, Arabella. Deja de dar lástima.
Se suelta de su agarre, empujándola con fuerza, y comienza a buscar algo en su bolso.
—¡Tengo más derecho que esta pobretona de estar aquí! —exclama, sacando un sobre que le entrega a Bastian. Su mirada burlona cae sobre mí, y me siento diminuta, como si toda la sala se hiciera más pequeña de repente—, vamos a ser padres, amorcito.
Todo parece detenerse. Mi respiración, el ruido, incluso el latido de mi corazón. Bastian gira su rostro hacia mí, pero no puedo mirarlo. Todo dentro de mí se siente roto, desordenado. Cargo a Mía, con las manos temblando, y me muevo hacia la puerta.
<<Tengo que salir de aquí>>
—Esto es mentira—la voz de Bastian corta el aire, firme pero teñida de desesperación—, tú y yo no hemos…
Arabella lo interrumpe con una sonrisa venenosa.
—Tengo casi un mes y medio, Bastian. Recuerda la última vez…, bueno, saca cuentas.
El silencio que sigue es ensordecedor. Bel con su voz pequeña y temblorosa susurra mirándola llena de temor no a ella sino por lo que acaba de escuchar.:
—¿Vas a tener un bebé de mi papá?
El peso de esas palabras cae sobre todos nosotros como una bomba. Y yo, con Mía en brazos, solo quiero correr lo más lejos posible.
—Si y será el consentido y consentida de su papá, ya que si será su hijo de verdad.
—¡Callate, Arabella! — el grito de Bastian resonó en todo el lugar.
—Cariño, vamos— le extiendo la mano a Bel, y Débora niega queriendo lanzarse encima de Arabella—, aqui tienen que conversar en privado.
—Andrea..., esto debe ser un error. ¡Cree en mi, no es mi hijo!— la risa diabólica de la bruja taladra mis oidos y siento la primera lágrima caer no tiene porqué dolerme. No tenemos nada, no soy nadie para él.
—Resultaste ser igual que Bruno — agrego Débora y me quita a Mía, para salir de la casa, pero es detenida por Dan que vienen entrando.
—Amor, tenemos que ir con mi padre. Estará muy feliz por la noticia.
—Yo no iré a ningún lugar, esto es una jodida mentira! — rompe el papel y me toma del rostro —, créeme, por favor. Yo no he vuelto a tocar esa mujer, no te vayas de mi lado Andrea.
Niego y doy un paso atrás, Bel lo empuja de sus piernas y se pone en medio de nosotros. Se que lo que viene lo destruirá y aunque no quiera me duele.