Cero

PRÓLOGO

La primera vez que oí hablar de la Colecta tenía cuatro años y no lo recuerdo del todo bien. De lo poco que recuerdo es que estaba lloviendo, sentía que el cielo lloraba como yo, ese día iba a nacer mi hermana y yo sentía que me estaban desplazando; mi abuelo me cuidó esa vez y él me consoló diciendo que mis padres me seguirían queriendo igual y yo querría muchísimo a mi hermana. Ese mismo día, daban un aviso de que la Colecta empezaría pronto, yo le había preguntado a mi abuelo que era eso y el solo me respondió que era algo peligroso y no debía ir a eso.

A pesar de que en la clase de historia de la escuela nos habían mencionado cada año sobre cómo se formó nunca nos dijeron en qué consistía, incluso nos informaron que lo entenderíamos cuando cumplieramos la edad apta. 

Seis años después, volví a escuchar sobre la Colecta, iba a volver a llevarse a cabo, esa vez la recuerdo con mayor claridad.

Mi hermana y yo estábamos en casa de mi abuelo, mi madre estaba acompañando a mi papá en el hospital, en ese momento no sabía que tenía una enfermedad y que iba a morir pronto. Mi abuelo tampoco se encontraba muy bien de salud, aunque aún trataba de mostrarse fuerte.

Ese día volvía a mostrarse en la televisión noticias sobre la Colecta, esa vez le pregunté a mi abuelo a qué se había referido muchos años atrás sobre que era peligroso.

—Ay, mi querida Cassie —dijo mi abuelo—. La Colecta fue creada por un grupo de personas que en un inicio creyeron estar haciendo lo correcto, pero se equivocaron y pusieron a muchos jóvenes en riesgo.

—¿Entonces es malo? —preguntó mi hermana que escuchaba la conversación.

—La Colecta tiene una ventaja, te da una nueva vida; pero a cambio de alejarte de todo lo que conoces sufriendo en el proceso.

—¿Sufriendo?¿Cómo? —pregunté intrigada por la situación.

—Para poder llegar a la Capital y obtener esa nueva vida tan anhelada, tienes que pasar por una serie de pruebas que pueden llegar a ser mortales para cualquier persona.

—¿Por eso es peligrosa?

—Sí, pequeña Cassie, por eso es peligrosa —mi abuelo se movió de su asiento para inclinarse a nosotras y mirarnos a los ojos—. Ahora, ¿creen que puedan hacerle un favor a este viejo abuelo que tienen?

—¡Sí! —gritó mi hermana inmediatamente.

—Por supuesto que sí, abuelo —dije tratando de parecer más madura.

—Prometanme que, pase lo que pase, no van a asistir a la Colecta —dijo seriamente mi abuelo.

Mi hermana me volteó a ver cómo si me pidiera permiso, asentí y las dos hablamos al mismo tiempo. 

—Lo prometemos, abuelo.

Años más tarde, cuando entré a la secundaria con doce años, nos explicaron en qué consistía la Colecta. Cada seis años se realizaba; antes de que empezara, te llegaba a tu casa un formulario que tenías que llenar y entregarlo al Centro de Gobierno, tenías dos días; al tercero, seleccionaban a los pocos afortunados y se los llevaban. A pesar de que mi maestra intentaba hacerlo sonar impresionante para convencernos de ir, yo ya tenía mi decisión tomada.




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