Cero

CAPÍTULO VI

Al llegar a nuestra casa, mi preocupación por mi madre volvió. Esperaba que no hubiera pasado nada mientras nosotras estábamos fuera.

Lo primero que noté al abrir la puerta fue que todo estaba completamente oscuro, no podía ver casi nada además de lo poco que se alumbraba por las ventanas.

—¿Algo que me quieran contar?

Una voz nos toma a ambas por sorpresa haciéndonos dar un brinco.

Camino hacia el interruptor prendiendo la luz. Lentamente adapto mi vista a la luz. Distingo la sala raída de la casa junto con el mueble de madera y la vieja televisión. En uno de los sofás, se encuentra mi mamá sentada viéndonos con el cejo fruncido. A plena vista, puedo notar que no se encuentra bien otra vez.

—Sofi, ve a tu cuarto y cierra la puerta. Si escuchas gritos, los ignoras —le susurro al oído a mi hermana. Ella me ve consternada y puedo saber qué está pensando. Le había prometido que ya no le ocultaría la condición de mi mamá ni la alejaría de estos problemas, pero por la mirada de mi madre nada bueno podía venir y no la quería cerca si algo pasaba—. Por favor, Sofi. Haz lo que te digo.

Ella solo me ve con los ojos llorosos notablemente preocupada, pero no dice nada y camina hacia su habitación.

—¿A dónde vas, Sofía? —pregunta mi madre sonando muy molesta.

Mi hermana voltea a verla sin saber qué responder, su mirada viaja a mí y yo niego con la cabeza indicándole que no se detenga. Ella le da una última mirada a mi mamá y sigue su camino a la recámara.

—Te dije que te acostarás —hablo fuertemente llamando su atención para que deje a Sofi ir—. ¿Qué haces aquí? —pregunto con mayor dulzura acercándome a ella con lentitud señalando al sofá donde estaba ella.

—Estoy muy decepcionada de ti, Cassandra —me detengo en mi lugar escuchando lo que dice, en su voz puedo encontrar un tono de lamento por lo cual no parecía tan falso como lo que solía decir en uno de sus episodios. Miro a su alrededor buscando alguna bebida alcohólica pero no había nada.

—¿De qué estás hablando? —pregunto nerviosamente rodeando el jarrón de mi abuelo que ocupaba el lugar de una mesa de centro.

—¿De qué estoy hablando? —carraspea desviando la mirada y ocultando su rostro en su mano recargada en el sofá—. ¿En verdad no sabes de qué estoy hablando? —vuelve a mirarme dejándome helada por la forma en la que estaba actuando. Nunca le había visto así. Pienso en llamar a su doctor pero eso solo empeoraría las cosas si veía que tomaba mi teléfono y no había manera de pedírselo a Sofi sin poner la atención de mi mamá en ella.

—No sé de qué estás hablando —digo sonando lo más convincente que puedo para que me crea.

Suelta un bufido desviando su mirada hacia la ventana. —Es el colmo, todos mis hijos son una decepción y sus padres no son mejores —parece que empieza a balbucear palabras sin sentido ahora. Aprovecho la distracción y camino hacia ella inclinándome en frente.

—Mamá… —no alcanzo a terminar de hablar cuando siento la mano de mi madre azotando mi mejilla. Pierdo el equilibrio que tengo en las piernas y caigo al suelo por la fuerza del golpe.

La volteo a ver, esta vez en verdad asustada por la actitud que estaba tomando.

—Hoy salí a la calle —comienza a hablar levantándose del sofá para imponerse a mí luciendo más alta—. ¿Tienes idea de lo que dicen sobre tí en la colonia?

Me quedé mirándola en el suelo confundida, no me atrevía ni siquiera a levantarme del suelo. Mi vista se desvió por unos segundos a la escalera, revisando que Sofi no viniera a ver que estaba ocurriendo o intentara ayudar a mamá cómo salía hacer.

Mi madre se dió cuenta de mi movimiento molestándose aún más. Me sujetó del brazo jalándome hacia arriba, con la otra mano sostuvo mi barbilla obligándome a verla.

—Cassandra Reyes García, solo lo preguntaré una vez —gruñó claramente molesta escupiendo un poco de saliva en mi cara—. ¿Eres novia del muchachito ese que luego está contigo y con tu hermana?

Deje de luchar contra ella y me quede quieta en mi lugar. ¿Cómo se había enterado? No creía que en realidad hubiera rumores de Clay y yo en las calles, si los hubiera no estaría aquí teniendo esta conversación con mi madre. Además, no había manera que las personas lo supieran, nunca habíamos tenido ni una sola muestra de afecto fuera de mi casa o la suya. ¿Quién lo sabía y le había dicho?

—Mamá, creo que necesitas recostarte… —no termino de hablar cuando siento que me empuja hacia el centro de la sala, tirando el jarrón de mi abuelo en el camino. Pude sentir los trozos debajo mío y un par que se habían encajado en mis piernas y brazos, pero ninguna de las heridas se veía grave.

—Decepción. Todos mis hijos no son más que decepción —su actitud pasó de estar completamente furiosa a sentirse sinceramente preocupada y melancólica.

Caminó a mi lado dirigiéndose hacia el comedor. Aproveché que me dió la espalda para volver mi vista nuevamente a la escalera, dónde estaba Sofi esperando para hacer algo. Su mirada se encuentra con la mía y baja más caminando hacia mí. Niego rápidamente con la cabeza y muevo mi brazo indicándole que regrese arriba. No pondría en peligro a mi hermana con mi madre en esta situación.

Me levanté del suelo a duras penas, podía sentir mi mejilla hinchándose y la sangre acumulándose en varias partes de mi cuerpo, era más que obvio que mañana tendría varios moretones.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.