Cero

CAPÍTULO XIII

Jamás había viajado en avión. Era consciente que los viajes en avión eran caros y sumamente raros; casi nadie quería viajar varios kilómetros en avión cuando podían hacer ese trayecto en automóvil. El hecho de que no pudiéramos ir a otras provincias solo reducía las probabilidades de vuelos.

Las únicas veces que había visto el interior eran en telenovelas o películas, pero verlo y vivirlo era algo completamente diferente.

El tamaño del avión era descomunal, tanto por fuera como por dentro. Afuera, a pesar de su tamaño, se había visto bastante simple, completamente blanco a excepción de las ruedas, los motores y claramente las ventanas.

Pero adentro era algo muy diferente. El avión no tenía sillas normales como en las películas, sino que tenía asientos acolchados rojos de dos personas viéndose de frente con mesas blancas en medio. Arriba había gavetas, aunque todas se encontraban cerradas y probablemente vacías.

Las aeromozas vestían un uniforme azul, clásico de películas, y se dedicaron a guiar a todos hacia los asientos. No teníamos ningún asiento asignado, así que solo se dedicaban a qué nos sentáramos para que fluyera rápido.

Clay, Sofi y yo caminamos hacia dos de los asientos cerca de la mitad del avión. Sofi y yo nos sentamos juntas, ella corrió hacia el asiento de la ventana, mientras que Clay se sentó frente a nosotras. Todos nos apresuramos a colocarnos el cinturón dado que no podíamos hacer mucho más. 

—Perdonen, ¿les molesta si me siento con ustedes?

Todos levantamos la mirada viendo a la chica que venía con nosotros en la limusina.

—Si tienen algún problema, con gusto busco otro lugar —dijo Selene haciendo ademán de irse.

—No, no hay problema. Siéntate —respondo dándole una sonrisa señalando el asiento a un lado de Clay.

Ella me devuelve la sonrisa y se apresura a sentarse dejando que otras personas circulen por el pasillo.

—¿Están nerviosos? —preguntó viéndonos a los tres.

La pregunta en un inicio me tomó por sorpresa, aunque rápidamente me recompuse.

—Bastante —respondí suspirando.

Era natural que estuviéramos nerviosos, estábamos yendo a un lugar desconocido sin saber nada de qué nos podría pasar. Tener una vaga idea no era lo mismo que saber que nos esperaba.

—Que bueno. Pensé que era la única que se sentía aterrada.

Sus hombros se relajaron ligeramente mostrando cómo en verdad estaba preocupada por sentirse nerviosa, como si no fuera algo normal.

Nos mantuvimos callados mientras el avión continuaba llenándose; era bastante largo por lo que no tenía ni idea de cuántas personas había aquí, aunque estaba segura que eran menos de las que habían sido seleccionadas.

Una azafata, como se presentó, comenzó a darnos indicaciones de cómo colocarnos el cinturón, dónde estaban las salidas de emergencia y qué hacer en caso de que algo pasara. Inconscientemente, tomé la mano de Sofi nerviosa porque cualquier cosa pudiera ocurrirnos. 

La azafata terminó su discurso y se fue indicándonos que pronto despegaríamos y que nos colocáramos los cinturones, lo cual inmediatamente hicimos. La chica enfrente mío se dio cuenta del miedo que estaba sintiendo, pero se mantuvo mostrándose valiente.

—¿Quieren un chicle? Leí por ahí que ayudaba al despegue —preguntó extendiendo una cajita con varios chicles dentro.

Todos tomamos uno, agradeciéndole por el gesto.

El avión comenzó a despegar y podía sentir cómo se movía, en mi mente solo estaba el pensamiento de que nada malo podía pasar, de que estaríamos bien sin importar qué. Sofi tomó mi mano y recargó su cabeza en mi hombro intentando calmarme.

—¿Nerviosa? —preguntó Clay intentando distraerme.

—¿Te parece? —respondo ligeramente divertida.

—¿Quieren hablar de algo para no pensar en el vuelo? —preguntó Selene viéndonos a los tres.

Rápidamente asentí sin siquiera dudarlo.

—¿Cuántos años tienes? —pregunté intentando hallar un tema de conversación.

—Catorce, aunque pronto cumpliré quince —esbozó una sonrisa tímida—. ¿Y ustedes?

—Dieciséis —respondí ligeramente más tranquila

—Diecisiete —respondió ahora Clay, aunque él se veía bastante tranquilo mirando por la ventana.

—Doce —dijo Sofi.

—¿Entonces eres de los pequeños? —preguntó Selene dibujando una media sonrisa en su rostro.

—No soy tan pequeña —se quejó Sofi cruzándose de brazos.

—Claro, perdona —musitó arrepentida.

Una azafata de tez blanca y cabello rizado camina por el pasillo con un carrito de comida, se fue deteniendo en cada mesa ofreciendo bebidas y frituras. Después de entregarle comida a varios de los seleccionados, llegó a nosotros.

—¿Van a querer algo del carrito? —preguntó esbozando una sonrisa calmante.

Clay, Sofi y yo compartimos una mirada intentando descifrar que deberíamos hacer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.