Chicago Burns: Ella amaba a su escritor favorito

Capítulo 1

LILY

La luz de la biblioteca es tenue y el ambiente está silencioso en la universidad mientras observo que dos personas se van de la sala y quedamos a solas con mi mejor amigo a quien aprovecho para contarle un supermegasecreto sin que oidos curiosos me puedan juzgar.. Frente a mí, Jake está mirándome como si acabara de decirle que quiero unirme a una secta o algo peor.

—¿Entonces… te respondió?—pregunta, sin ni siquiera molestarse en bajar mucho la voz, como si no estuviéramos en una biblioteca.

—¡Sí! —le contesto, todavía con esa mezcla de emoción y asombro—. No puedo creerlo. Le escribí hace dos días, ¿recuerdas? Bueno, no sé si te había contado, je, lo hice antes con la diferencia de que esta vez sí me respondió.

—¿Qué le dijiste diferente esta vez?

—Solo para decirle lo mucho que me gusta su trabajo y que estaba ansiosa por leer algo nuevo. Y me respondió. ¡Me invitó a su casa!

Jake me mira como si prontamente me hubiera crecido una segunda cabeza.

—A ver, ¿cómo que te invitó a su casa?—alza una ceja y cruza los brazos, olvidando el libro de Psicología de la Personalidad que estaba estudiando hasta que le interrumpí—. ¿Y tú vas a ir?

—Bueno… sí, claro—digo, como si fuera lo más obvio del mundo. Estoy tratando de sonar tranquila, pero no puedo ocultar mi emoción a flor de piel—. Es un autor súper famoso, Jake. ¡No puedo creer que me haya invitado a su cabaña para que lea su nuevo manuscrito! Imagínate, él quiere mi opinión.

—¿Y esto no te parece raro en lo más mínimo?—me pregunta, apoyando los codos sobre la mesa y mirándome fijamente—. O sea, ¡no deja de ser un desconocido!

—De hecho, la desconocida soy yo.

—¡Con mayor razón aún! Es decir, ¡una cabaña! En las afueras de Chicago. ¿Te ha invitado a pasar el fin de semana en medio de la nada con él? Un tipo que solo conoces por lo que escribe. ¿Eso no suena como el inicio de un documental de miedo en Netflix?

Pongo los ojos en blanco. Jake siempre ha sido así, el más paranoico de los dos, preocupado en demasía conmigo, que no puedes irte sola a casa, que si te llevo a la universidad, que si no haces las tareas y apruebas los exámenes no tendrás la carrera de tus sueños y bla bla. Siempre viendo el lado oscuro de las cosas. Pero no esta vez.

—¡No es cualquier persona, Jake!—le digo, como si con solo decirlo todo quedara clarísimo, así que eso intento para dejarle tranquilo—: Es Mirk Collins. O sea, uno de los escritores más importantes de nuestra generación. Tiene miles de seguidores. ¿De verdad crees que haría algo para arruinar su reputación? No es como si fuera un cualquiera al que encontré en citas rápidas punto com.

Jake resopla, como si mi respuesta no le convenciera en lo más mínimo.

—Sí, claro, porque los escritores famosos no pueden ser sociópatas, ¿verdad? —responde con sarcasmo, cruzando los brazos de nuevo.

—Tu y tu bendita costumbre de andar diagnosticando al mundo entero. ¿Sabías que le llaman “Síndrome del estudiante de Psicología”?

—Soy realista, no un psicoanalista salvaje. Tu tienes el “Síndrome de la estudiante de Literatura”.

—¿Y eso?

—Me lo acabo de inventar. Las chicas obsesionadas con sus escritores favoritos.

Suelto una carcajada y me obligo a bajar la voz para que no nos echen. Él vuelve al punto en cuestión:

—Y, ¿qué te va a hacer leer? ¿Su próximo thriller de asesinos seriales?

Me río, tratando de sacudirle esa nube de preocupación de encima.

—Es un escritor profesional, Jake. No creo que tenga una mazmorra en el sótano o algo así —le contesto, intentando sonar más relajada de lo que en realidad me siento—. Además, su última novela fue sobre un perro que se pierde en un parque nacional, no exactamente material para una serie de crímenes. Tenia puntos de vistas sobre el perrito mismo, ¿no es tierno? Sabe cómo llegar directo al corazón.

Jake se queda en silencio por un momento, pero su cara sigue diciéndome que no está del todo convencido. Tampoco es que le estuviera pidiendo permiso, pero ahora mismo necesito su aprobación y que en cierto modo me cubra si no tengo señal y mi madre me llama para saber dónde estoy.

—Escucha—me dice finalmente, volviéndose al rostro de El Señor de la Seriedad—, no es que no me parezca genial que te haya respondido y todo eso, pero ir a una cabaña en las afueras con un tipo al que nunca has conocido en persona… No sé, Lily, ¿no te parece un poco riesgoso?

Suelto un suspiro, aunque sé que tiene un poco de razón.

—Mira, lo que sea que estés imaginando no va a pasar. Y si lo piensas, él es el que tiene más que perder si algo raro sucediera. No me va a meter en una bolsa de plástico para exhibirme en la entrada a su casa de lujo en halloween ni nada por el estilo. Tiene un Pulitzer, por Dios.

Jake me observa, como si todavía no estuviera convencido, pero al final suelta un pequeño suspiro.

—Solo quiero que me prometas que, si decides ir, vas a estar atenta, ¿sí? Me mandarás mensajes. No, mejor aún, te instalas una app de esas que rastrean tu ubicación en tiempo real. No quiero tener que llamar a los detectives de Chicago para que te busquen en los bosques.

—Oh, Dios, Jake—me río ante su ocurrencia—, no pienso descargarme una aplicación para que me sigas, eso sí que es de sociópata, estaría llamando a la policía ahora mismo si no fueras mi mejor amigo.

—Mmm.

—Su cabaña está a solo una hora de aquí, puede que ni siquiera tenga buena señal de WiFi. ¿Le dirías a mi madre que estoy bien si me llama y no atiendo?

—Mmm.

—¡Y ni siquiera es como que voy sola! Bueno, sí, técnicamente sola, pero él va a estar ahí.

—Eso no es tranquilizador en absoluto.

Me río de nuevo, pero su mirada sigue fija en mí, esa mezcla de preocupación y “te lo dije” que parece tener preparada para cualquier situación.

—Está bien, te lo prometo—le digo, levantando las manos en señal de rendición—. Si algo parece raro, te mando un mensaje. Incluso puedes llamarme sábado y domingo si eso te tranquiliza.




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