JAKE
Es sábado por la mañana temprano. Conduzco con las manos firmes sobre el volante y la vista fija en la carretera que parece perderse entre el horizonte y el bosque. Lily, a mi lado, está mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos. La carretera hacia el pueblo donde vive el tal Mirk Collins, ese famoso escritor que a ella le fascina, se siente más larga de lo que pensé. Pero es solo mi mente jugando conmigo.
Llevo años siendo su mejor amigo, el tipo en quien confía para todo incluso para dejarla con un tipo famosito en mitad de la nada. Y, aunque nunca se lo he dicho, también soy el idiota que está secretamente enamorado de ella. Lo sé, lo sé. Podría decirle lo que siento, pero no quiero arruinar nada, y menos ahora, que está tan emocionada por conocer a este tipo que tanto admira. Lily es preciosa, claramente se está aprovechando de que está fanatizada con él, qué desagrado más grande que se aprovechen así.
—Gracias por llevarme, Jake—dice de repente, interrumpiendo el silencio. Su voz es suave, y siento un tirón en el pecho como si me apretase el corazón.
—Claro, Lily, no es nada—le respondo con una sonrisa, tratando de ocultar cualquier señal de mi nerviosismo. La miro de reojo y le guiño un ojo, intentando sonar despreocupado—. Pero, solo para constar, sigo pensando que esto es una pésima idea.
Ella se ríe y me da un leve golpe en el brazo.
—¡Eres tan paranoico! Solo voy a pasar el fin de semana leyendo y hablando con él. Te prometo que no es nada raro, aunque sí me parece atractivo no lo voy a negar. No voy con esas intenciones si es lo que crees.
Sí, claro, nada raro. Pero ¿quién puede culparme? Estamos hablando de un tipo que, según ella, es atractivo, lo admira muchísimo, pero con el que no pasará a mayores. Ufff.
Cada vez que ella lo menciona, me recorre una punzada de celos. Ojalá pudiera ser yo quien la deje sin palabras, no ese escritor famoso que vive en una mansión apartada en las afueras de Chicago.
Finalmente, llegamos. La casa del señor Collins se asoma entre los árboles como si fuera una visión sacada de un cuento: elegante y antigua, pero también enorme y solitaria. La clase de lugar donde solo alguien sujeto rico y misterioso vive.
—¿Esto es real?—murmura ella, consternada.
—Claramente le va muy bien con la venta de libros—. Creo que hay una punzada de envidia y de celos a la vez.
Lily se quita el cinturón de seguridad y en su cara hay una mezcla de nervios y emoción que me hace preguntarme, una vez más, si debería detenerla antes de que salga del auto.
—Bueno… aquí estamos—digo, tratando de mantener la calma como un padre que deja que su hijita pequeña se vaya de viaje sola por primera vez. Madre mía, no puede ser que haya hecho esa comparación.
Ella me sonríe y asiente, ajustando la correa de su bolso. Se ve sumamente hermosa y mi estómago se revuelve al darme cuenta de que va a entrar sola a esa mansión, con ese tipo que la espera adentro. ¡Una cabaña, ja! Esto es puro lujo y avaricia.
—Gracias de nuevo, Jake—dice ella, y antes de que pueda detenerme, se inclina y me da un beso en la mejilla. Un gesto amistoso, lo sé, pero para mí significa demasiado, ya que nunca podría competir con un hombre como Collins.
—No hay problema, Lily. Sabes que estoy a una llamada de distancia, ¿no? —le digo, esperando que entienda que puede confiar en mí si necesita algo—. Lo que necesites me avisas y de inmediato estoy para ti.
Ella asiente y sale del coche; justo cuando está a punto de entrar, decido hacer un último intento. Me bajo y camino hasta la puerta principal con ella. Si no puedo convencerla de que se quede, al menos quiero ver al tipo en persona.
La puerta se abre antes de que toquemos y ahí está él. El mismísimo Mirk Collins. Alto, castaño, con un aspecto entre relajado y misterioso, como si cada detalle de su apariencia hubiera sido pensado para desconcertarte un poco. Sus ojos son de un negro profundo, y noto la forma en que él y Lily se miran por un segundo ante del saludo formal, una chispa instantánea que se me clava en el pecho como una espina.
—Jake—me presento, extendiendo la mano con firmeza.
Will la mira por un segundo, como si no supiera qué hacer con ella, pero finalmente me estrecha la mano. Su apretón es seguro, firme, pero hay algo en sus ojos que me hace sentir como si no quisiera que yo estuviera aquí.
—Will—dice simplemente y no puedo evitar notar el tono seco de su voz—. ¿Eres su hermano? Disculpa, esto es un evento discreto y no quisiera que haya personas por fuera de invitación formal.
Lily me mira, dándome una sonrisa tranquilizadora, como si quisiera decirme que todo está bien, que no me preocupe. Pero todo en mí se siente incómodo al dejarla con este tipo, con su aire seductor y su media sonrisa que parece prometer secretos. Sin embargo, no puedo hacer nada. Este es su sueño, y ella parece feliz de estar aquí.
—Siento mucho el malentendido—le digo al tipo—, soy solo el chofer de Lily y su guardaespaldas.
Ella suelta una carcajada.
—Ay, qué gracioso. Soy Lily… Es… Un placer conocerlo, finalmente. Señor Collins.
—Mirk. Llámame Mirk.
Creo que estoy empezando a sobrar aquí.
—Bueno, cuídate—le digo cortando en seco e intentando no sonar tan… bueno, tan ansioso.
Ella asiente y, antes de que me dé cuenta, está entrando a la casa junto a Will, con su risa llenando el aire por un segundo. Y yo me quedo ahí, mirando la puerta cerrarse, sabiendo que ella ha entrado a un mundo que no puedo seguir.
Sabiendo que no soy lo que ella desea.
Sabiendo que la estoy dejando ir… y me muero por dentro.